“Siento no poder reparar lo irreparable”
Carmen Gisasola (Markina, Biz-kaia, 1958) entró en ETA en su juventud. salió de prisión en 2014, tras cumplir 24 años de cárcel.
Carmen Guisasola (Markina, Bizkaia, 1958) entró en ETA en su juventud, durante la Transición. Pronto pasó a la clandestinidad y según la policía alcanzó responsabilidades en la dirección de la banda terrorista. Detenida en Francia en 1990, fue condenada por varios asesinatos. Fue expulsada de ETA en 1998, estando en la cárcel, por cuestionar la actividad terrorista. Fue pionera de la vía Nanclares de reinserción en 2008. Salió de prisión en 2014, tras cumplir 24 años entre rejas. Guisasola narra a EL PAÍS su evolución, desde su militancia a la disidencia en ETA. Y pide a la izquierda abertzale que asuma responsabilidades políticas por su complicidad en la actividad de ETA.
Pregunta. ¿Cómo una persona como usted entró en ETA durante la Transición?
Respuesta. En mi juventud, en el ambiente en que yo vivía era bastante normal meterse en ETA.
P. ¿Por qué?
R. Tras la Guerra Civil el franquismo metió un miedo tremendo. ETA era la nueva resistencia y un reclamo para la juventud. Se nos decía que íbamos a alcanzar la independencia y el socialismo. Nos movíamos en un esquema simple, pensando que la revolución estaba a nuestro alcance.
P. Sí. Pero de ahí a matar.
R. A escala mundial había un movimiento revolucionario, guerrillero. Funcionaba el lema “el pueblo armado, jamás será aplastado”. No estaba mal vista la lucha armada para la liberación de los pueblos. Hoy en día el respeto a los derechos humanos y el derecho a la vida son incuestionables. Ha habido un enorme cambio cultural.
P. ¿Cuándo se desmarcó de ETA?
R. Me expulsaron en 1998 por escribir una carta pública con otros compañeros en una cárcel de Francia. Eran los tiempos del Pacto de Lizarra y las negociaciones con el Gobierno de Aznar.
P. ¿Qué decía la carta?
R. Que ETA no se había sentado a dialogar con una reflexión seria como en Irlanda, de dejar la lucha armada y pasar a la política. Es más. La kale borroka reapareció con más fuerza. Se la enviamos a la dirección y no nos respondió. La hicimos pública y nos expulsaron por indisciplina.
La izquierda ‘abertzale’ debe admitir que el dolor causado fue injusto
P. ¿Cómo llegó a ser crítica con ETA? ¿Cuál fue su evolución?
R. Fue un proceso lento. Empecé con la crítica política y luego llegué a la crítica ética. Empecé dudando de la validez de la lucha armada. Vi que la democracia se asentaba en el Estado español y que no había sitio para ella. Antes de pasar a la clandestinidad, ya me había dado cuenta de que gente significativa que animaba la lucha armada, no se comprometía con ella.
P. ¿Cómo vivió ETA en la clandestinidad?
R. Conocí ETA por dentro y el mito se esfumó. La gente pensaba que ETA era algo grande y era todo lo contrario. El Estado era mucho más fuerte. El fracaso de las conversaciones de Argel en 1989 fue un punto de inflexión. Gente que votaba izquierda abertzale, nos empezó a cerrar puertas y nos hacia más vulnerables para la policía. Hasta que me detuvieron.
P. ¿En qué medida la cárcel influyó en su alejamiento de ETA?
R. Cuando me detuvieron en Francia me encontré en la cárcel con una militante del IRA, que me transmitió que ya cuestionaban la vía violenta Con otra de las Brigadas Rojas italianas confirmé lo que vi en ETA, que la disciplina era el valor absoluto. Las opiniones no cuentan. Allí seguí la catástrofe de la estrategia de la socialización del sufrimiento de ETA, a mediados de los noventa. Se abrieron brechas enormes en la sociedad. Y pronto empezaron las ilegalizaciones.
En unos años todos pensaremos que nunca debió existir violencia en Euskadi
P. Usted dice que tras la reflexión política vino la ética.
R. Cuando hacíamos los atentados éramos conscientes de que hacíamos daño. Por eso los hacíamos. Yo no quería pensar en las consecuencias. Pero hubo un atentado que me afectó especialmente.
P. ¿Cuál?
R. El atentado contra Irene Villa. Estaba en la cárcel y una amiga madrileña me dijo que no entendía que se hubiera hecho aquella barbaridad en una niña de la edad que su hijo. Me afectó. En esa época leí a Malraux, combatiente por la República española, que decía que ninguna idea valía más que la vida de una persona. Comprendí que gente de primera no se tomaba a la ligera el sufrimiento ajeno.
P. ¿Qué le diría a una víctima de ETA?
ETA no representa ya nada. Debería desaparecer; ayudaría a los presos
R. Que lamento no poder volver atrás para que no hubiera sucedido. Siento no poder reparar lo irreparable. Pero a las generaciones jóvenes tenemos que decirles que los autores de auténticas burradas no éramos monstruos sino gente normal que estábamos en una vorágine loca y abducidos por la idea de que la revolución dependía de nosotros.
P. Usted fue pionera de la vía Nanclares en 2008.
R. Tras el fracaso de las conversaciones de Loiola en 2006 y al conocer que ETA continuaba con la violencia, el Gobierno socialista nos ofreció una salida condicionada al abandono de la lucha armada, al reconocimiento del daño causado y a la deslegitimación de la violencia para lograr objetivos políticos Sabíamos que no iba a haber otra oportunidad.
P. ¿Para qué sirvió la vía Nanclares?
R. Me cuesta valorarla porque ha sido una pena que este Gobierno no la siga. Pero fue positiva. Quiero resaltar la reflexión crítica que hicimos y los pasos dados en pro de la convivencia por el grupo denominado Presos Comprometidos con el Irreversible Proceso de Paz.
P. Usted ha pasado 24 años en la cárcel. Salió hace un año ¿Qué cambios ha percibido?
R. La sociedad ha pasado página y tiene otros problemas. Para los jóvenes de hoy, ETA representa lo que para mí la Guerra Civil. La juventud rechaza totalmente el uso de la violencia para alcanzar fines políticos. Es un fenómeno mundial. Existe mayor sensibilidad hacia los derechos humanos.
P. ¿Se ha adaptado a la vida normal?
R. No tengo problemas para estar con la gente. Mi vida ha ido a salto de mata, empezando de cero. No es fácil. Pero es lo que quiero y me siento fuerte.
P. ¿Cómo le han acogido en su pueblo?
R. Bien. Los principales problemas los tuve, estando en la cárcel, cuando rompí con el colectivo de presos de ETA. Me hicieron pintadas en mi pueblo.
P. Hace más de un año que el colectivo de presos de ETA anunció que asumía la legalidad penitenciaria. Pero no se ha hecho nada. ¿De quién es la responsabilidad?
R. Los presos están a la espera de las directrices de fuera. Es difícil interiorizar que tu salida va a ser por la vía legal cuando te han dicho que ibas a salir por una negociación. La izquierda abertzale tiene que coger las riendas por la responsabilidad política que le corresponde. Ellos aceptaron la legalidad en sus estatutos para volver a las instituciones. Los presos también tienen que asumir la legalidad y la izquierda abertzale se tiene que comprometer.
P. ¿Cree que la izquierda abertzale reconocerá su complicidad con el daño causado por ETA?
R. El sufrimiento que hemos generado está reconocido. Tenemos que admitir que fue injusto. Está pendiente en la izquierda abertzale y ETA. La izquierda abertzale debe asumir responsabilidades políticas. No todo acaba con los autores materiales. Hubo gente que teorizó sobre la lucha armada, pero escudándose en no practicarla, hoy está sentada en puestos relevantes ¿Resulta que ahora no va a ser responsable? ¿Tampoco el que pasó información? ¿Van a abandonar a los presos a su suerte?
P. ¿Qué consecuencias tendría que no asumieran responsabilidades?
R. Las víctimas van a quedar decepcionadas porque van a ver cómo salen los presos y son bien acogidos en sus pueblos. Y los familiares de los presos que siguen en la cárcel responsabilizarán a las víctimas de la situación de sus familiares.
P. ¿No cree que ETA tiene más responsabilidad que la violencia parapolicial por el apoyo político que tuvo?
R. La violación de los derechos humanos es la misma, sea ETA o GAL. Pero ETA ha creado mucho sufrimiento al tener mucho apoyo político. Por eso extiendo la responsabilidad a la izquierda abertzale. Pero el PSOE tampoco tiene las manos limpias con lo del GAL. Hoy ETA ya no representa nada. Pediría su desaparición. Favorecería a los presos.
P. ¿Cómo se ve usted?
R. Miro hacia atrás y reconozco que lo que hice estuvo mal. Esa mirada no la tuve entonces. Desgraciadamente, pasó y no se puede cambiar lo que pasó. Dentro de unos años todos pensaremos, menos algún rezagado, que nunca debió existir violencia en Euskadi.
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