El cadáver emparedado en una casa abandonada de Vallecas
El 16 de febrero de 1993 la policía halló en un piso de Madrid el cuerpo de una persona escondido tras un tabique hecho con ladrillos y escayola
La Policía Municipal de Madrid recibió una llamada desconcertante en la tarde del 16 de febrero de 1993: un muchacho dijo que había visto una pierna en la pared de una casa de Vallecas. Los agentes fueron al lugar del aviso: en la calle Argente, 5, una casa baja, abandonada desde hace tiempo, cuyos únicos vecinos solían ser toxicómanos a la hora de inyectarse su dosis de heroína. Movieron un poco el tabique y salió la otra pierna. El cadáver se encontraba en un avanzado estado de descomposición, tanto, que los policías eran incapaces de saber si la extremidad pertenecía a un hombre o a una mujer. Esta es la crónica que EL PAÍS publicó un mes y medio después, el 2 de abril de 1993, cuando la investigación policial ya había desvelado la identidad de la víctima y encontrado a su asesino:
José Becerra Ferreiro, de 35 años, y Jesús Voique, de 25, se encuentran a disposición judicial como presuntos implicados en la muerte de Agapito Arenas González, de 31 años, cuyo cadáver apareció emparedado en una casa de Vallecas el pasado 16 de febrero. El autor del crimen es José Becerra, natural de Sevilla, según la versión que ha facilitado Vioque a la policía. Según Vioque, José Becerra, drogadicto y amigo de la víctima, mató a Agapito propinándole golpes en la cabeza con un pico. Esclarecer este crimen no ha sido una tarea fácil. Cuando la policía halló el cadáver, oculto tras un muro de ladrillo, desconocía su identidad. Las primeras pesquisas se centraron, pues, en identificarle. Un tatuaje en el antebrazo izquierdo (un corazón rojo, las iniciales de los nombres de sus dos hijos y unas ramas con una rosa roja en su extremo) ayudó a la policía a conocer su identidad.
La policía supo que el pasado otoño Agapito había estado desintoxicándose de la droga en un centro de Vitoria. Allí conoció a José Becerra. Este le acompañó a Madrid y decidió vivir con él en la casa que la víctima tenía en Vallecas, en concreto en la calle de Argente. En ella residía también una tercera persona, Jesús Vioque. Hasta mediados de marzo pasado no se supo nada sobre el paradero de Becerra, que tenía numerosos antecedentes penales. Este se presentó ante la Guardia Civil de Sevilla, su ciudad natal, al saber que estaba reclamado por un juzgado de Ibiza. Trasladado a esa ciudad, fue encarcelado por otra causa distinta. Aún sigue recluido.
La policía había llegado ya hasta uno de los inquilinos, pero faltaba el otro, del que sólo se sabía su nombre: Jesús. Tras revisar decenas de fichas de personas con este nombre, la pesquisas se centraron en Jesús Vioque. De él sólo se sabía que dormía en coches abandonados de una galería comercial ubicada en la calle de la Imagen, precisamente donde ayer fue detenido.
Vioque ha reconocido que vivió en la misma casa que Becerra y Agapito y que una mañana escuchó a este último gritar. "Acudí al cuarto de donde salían los gritos y vi cómo Pepe [José Becerra] le golpeaba con un pico en la cabeza. Traté de evitarlo, pero Pepe me lo impidió", ha dicho.
Dos días después, ambos decidieron emparedar el cadáver en un cuarto que existe al fondo de la vivienda: utilizaron ladrillos y un saco de escayola; allí permaneció tres meses. Semanas después dejaron la casa ante las quejas de los vecinos por el fuerte olor que salía de la vivienda; las moscas ya merodeaban por allí.
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