El mar que empieza en las alcantarillas de Cádiz
La empresa municipal instala placas junto a 50 husillos para recordar a los ciudadanos la importancia de cuidar los océanos
Puede llegar a resultar difícil establecer un límite claro entre el mar y la tierra en una ciudad tan pequeña y rodeada de agua como Cádiz. Aquí, el Atlántico marca la orientación de sus calles, los temporales violentan sus murallas y hay mareas bajas que inundan la ciudad de un intenso olor a mar. Pero, por si algún gaditano despistado no se ha percatado de la simbiosis, unas placas de latón le van a recordar a partir de ahora que ese océano del que lleva milenios viviendo la ciudad también empieza en las alcantarillas de las calles por las que pasea.
“No arrojes nada. El mar empieza aquí”, reza en las placas que la empresa municipal Aguas de Cádiz ha empezado a instalar junto a los husillos de las calles del casco histórico de la capital. En total, la entidad piensa colocar hasta 50 letreros de metal dorado en vías peatonales y concurridas, como la plaza de la Catedral, con la intención de lanzar un mensaje de concienciación medioambiental sobre el vertido de productos u objetos que contaminan los océanos.
“Lo que pretendemos es llamar la atención de que es necesario cuidar el mar, también a través de lo que se arroja por el alcantarillado”, explica el gerente de Aguas de Cádiz, Jesús Oliden. El profesional tomó la idea de iniciar esta campaña tras ver unas placas con un mensaje similar instaladas junto a los imbornales de París. “Que yo sepa es algo que hasta ahora no había llegado a España. Vi la iniciativa a través de un amigo y empezamos a pensar cómo podíamos gaditanizarlo”.
El resultado son ese medio centenar de placas que la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS) —a la que pertenece Aguas de Cádiz— ya ha anunciado que replicará en otras ciudades del país. En unos océanos cada vez más asediados por la contaminación de plásticos o microplásticos que complican la vida marina, la iniciativa tiene especial peso en localidades costeras o ribereñas que vierten sus aguas pluviales directamente al mar o a los ríos.
“El alcantarillado hay que usarlo como si fuese nuestra casa”, justifica el gerente de Aguas de Cádiz. Pero no siempre ocurre así y Oliden relata casos en los que obras cercanas a imbornales arrojan escombros y morteros a las alcantarillas o limpiezas de calles en los que la basura acaba siendo empujada al mismo destino. “Lo normal en ciudades costeras como Cádiz es que eso vaya directo al mar y contamine”, razona el especialista
Es lo que ocurre en algo más de la mitad de las calles de Cádiz. En la zona nueva de la ciudad, conocida como Puertatierra y donde vive la mayoría de los habitantes, las cloacas se distinguen entre la red de fecales y la de pluviales. La primera es bombeada hasta la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) de Cádiz y San Fernando, en La Martona, antes de ir al mar. Pero la segunda, que recoge toda el agua procedente de la lluvia, el riego o los baldeos, desemboca directamente en el océano.
En la zona del casco histórico, pluviales y fecales circulan en una única red que acaba en La Martona, salvo en días de gran cantidad de precipitaciones, en los que se activan aliviaderos directos al mar. La coincidencia de ambas redes en este espacio se debe a la estrechez de las calles y a la propia antigüedad del sistema. De hecho, la capital tiene un entramado de conducciones de alcantarillado desde finales del siglo XVIII que, a principios del XIX, causaba admiración. “Cádiz se puede lisonjar de ser uno de los países, mejor regulados en cuanto a limpieza”, aseguró entonces el I conde de Maule al poco de llegar a la ciudad.
La campaña de concienciación junto a los imbornales tendrá un coste de unos 60 euros por cada placa y no es la única que desarrolla Aguas de Cádiz. La entidad lleva años realizando diversas campañas de concienciación para evitar el vertido de toallitas húmedas a los inodoros. Además, desarrolla diversas acciones para fomentar el consumo de agua del grifo, como la instalación de numerosas fuentes de agua potable por la ciudad, con el objetivo de llegar a tener una por cada mil habitantes. “Es lo que tiene ser una empresa pública que puede invertir sus beneficios directamente en el ciclo integral del agua”, remacha orgulloso Oliden.
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