Videovigilancia: China se queda con tu cara
El gigante asiático ha abrazado los sistemas de reconocimiento facial para desarrollar el mayor Gran Hermano del planeta. Sirven para controlar a la población, pero también para realizar pagos, casarse, o conseguir papel higiénico.
Son las cuatro de la tarde y en la espectacular sala de control del metro de Shanghái, el más largo del mundo, media docena de empleados se prepara para vigilar que no se produzcan sobresaltos durante la hora punta, en la que más de un millón de personas viaja por los 617 kilómetros de la red. Para ello, a su disposición tienen 30.000 cámaras que retransmiten y graban todo lo que sucede. Los operadores ‘pinchan’ la señal de una veintena situada en las zonas más concurridas y el gigantesco panel que preside la pared se llena de ríos de gente que van y vienen. Pero, obviamente, no hay ojos suficientes para ver todos los canales a la vez. Esa labor se la dejan a Dragonfly Eye, el algoritmo de inteligencia artificial (IA) que la empresa china Yitu ha desarrollado para detectar a malhechores a través de un sofisticado sistema de reconocimiento facial.
La capital económica de China se convirtió en enero del año pasado en la primera ciudad que ha implantado esta tecnología en el metro. Y demostró su valía desde el primer día. “Las cámaras detectan los rostros de todos los usuarios, y los cotejan con la base de datos de personas sobre las que pesan órdenes de búsqueda y captura. En cuanto detecta uno que coincide, envía una alarma a la Policía —que tiene agentes en las estaciones— con los datos del sujeto”, explica Zhou Wei, la agente que dirige las operaciones de seguridad en el suburbano.
Dragonfly Eye puede reconocer fácilmente a cualquiera entre 2.000 millones de personas"
En un primer caso, el algoritmo reconoció al sospechoso cuando cruzaba el torno de entrada y envió su fotografía al policía de guardia de la estación, que recibió la imagen en la PDA que usan para comprobar identidades. El arresto fue inmediato, y Dragonfly Eye no se equivocó. Desde entonces, Zhou afirma que se ha detenido a varios cientos de personas, aunque no especifica cuántos o qué porcentaje fue identificado por el algoritmo de Yitu. “Este tipo de sistemas hacen más seguro al país”, apostilla.
Zhu Long, cofundador de Yitu, está completamente de acuerdo. “Nuestro sistema puede reconocer fácilmente a cualquiera entre 2.000 millones de personas”, asegura. Y no es un farol. Dragonfly Eye ya trabaja con los 1.700 millones de retratos recogidos en la base nacional del gigante asiático, compuesta por las fotografías de sus casi 1.400 millones de habitantes —los nuevos documentos de identidad recogen información específica para ayudar a la identificación por reconocimiento facial— y las de 320 millones de extranjeros retratados en las fronteras —cada vez más equipadas con cámaras especiales— cuando entran al país. Esta información gráfica se complementa con la de las huellas dactilares.
En la propia sede de Yitu se puede comprobar la velocidad y la eficiencia con la que funciona el sistema. Las cámaras de este moderno edificio del barrio shanghainés de Hongqiao registran a todo el que cruza la puerta de entrada. El algoritmo crea un archivo con los puntos que definen el rostro de visitantes y empleados, y sigue sus movimientos por todo el edificio. El resultado se muestra en una pantalla gigante ubicada en una de las salas de la oficina.
En un plano de las diferentes plantas del edificio, el sistema dibuja el recorrido que ha hecho quien se pone frente a la cámara incorporada en la pantalla. En cada punto detalla la hora a la que ha llegado, muestra una fotografía del sujeto y ofrece la posibilidad de ver un vídeo en el que se descubre lo que hacía en ese punto concreto. Durante el tiempo que EL PAÍS RETINA pasa en las instalaciones, el sistema nunca falla. “Da un poco de miedo”, ríe una de las visitantes chinas después de hacer la prueba consigo misma.
Casi 200 cuerpos de seguridad locales y provinciales han adoptado ya el sistema de Yitu, que se ha bregado en todo tipo de eventos. Por ejemplo, se utilizó en el Festival de la Cerveza de Qingdao, donde registró la presencia de 22 fugitivos que fueron arrestados ese mismo día; en Suzhou, 500 casos criminales se han resuelto gracias a las pruebas obtenidas por Dragonfly Eye; y en la ciudad costera de Xiamen, que lo utiliza en el transporte público, los hurtos en la red de autobuses han caído un 30%. El sistema ha logrado incluso identificar la calavera de un asesinado hace cinco años.
“La IA es una revolución mayor y más rápida que la industrial”, sentencia Zhu. “La gente está enfrascada en un debate sobre si es algo real o una burbuja, pero los avances en reconocimiento facial confirman su enorme potencial. En 2015, nuestro sistema ya logró batir a oficiales de Inmigración en su capacidad para determinar si dos imágenes pertenecen a la misma persona, y la efectividad se ha multiplicado por mil desde entonces. Ahora, nuestro algoritmo puede reconocer a cualquiera incluso con una foto de hace 30 años”, añade este ingeniero originario de la provincia costera de Fujian.
Es un avance tecnológico que China no ha dudado en adoptar para hacer las ciudades más seguras. IHS Markit estima que el país cuenta ya con casi 170 millones de cámaras de videovigilancia instaladas por todo el territorio, a las que se sumarán unos 450 millones más de aquí a 2020. Son de todas las formas y tamaños, y están por todas partes: en postes de luz y de teléfono, colocadas en espectaculares baterías sobre las carreteras, y en el interior de todos los edificios. Como demostró un reportero de la BBC que puso a prueba el sistema de reconocimiento facial en la ciudad sureña de Guiyang, es imposible escapar al Gran Hermano chino: la Policía tardó solo siete minutos en localizarlo e interceptarlo utilizando un algoritmo de reconocimiento facial que lo buscó empleando la red de videovigilancia.
Incluso pequeños puestos callejeros instalan sus cámaras colgadas de un árbol. “Decidimos hacerlo tras descubrir que alguien nos robaba a menudo”, cuenta una frutera de Shanghái apellidada Han. Junto a su marido, cada día monta varias mesas llenas de fruta en un patio del distrito de Hongkou. Es un espacio abierto, de forma que resulta difícil controlarlo. “Las cámaras nos ayudaron a identificar a dos tipos que nos robaban a menudo. Informamos a la Policía y, después de analizar las imágenes, los arrestaron en pocas horas”, cuenta con una sonrisa triunfante. La pareja ha pegado en un muro las imágenes que cerraron el caso con el objetivo de ahuyentar a otros amigos de lo ajeno.
La población china no está especialmente preocupada por la privacidad"
Esta infraestructura público-privada es la idónea para poner en marcha un sistema de seguridad nacional basado en reconocimiento facial y de vehículos. De hecho, en la ciudad de Chongqing ya se ha puesto en marcha un proyecto, apodado Ojos Avizores, que recopila las grabaciones tanto de cámaras públicas como de las que instalan ciudadanos o negocios. “Estos sistemas tienen una fiabilidad del 95 % y van a propiciar una revolución en la forma de trabajar de las fuerzas de seguridad. Nos van a permitir ahorrar recursos humanos y, aunque se darán casos de falsos positivos, mejorarán notablemente la eficiencia de nuestras operaciones”, afirmó el director de tecnología de la policía de Shenzhen, Li Qiang, durante el congreso Huawei Connect celebrado el pasado mes de septiembre en Shanghái.
Un informe de la policía de Chongqing añade que la información recabada por preocupados por la privacidad, como sucede en Estados Unidos y, sobre todo, en Europa. Segundo, porque hay muchos científicos que, como yo, regresan a China después de haberse formado en las mejores instituciones del extranjero. Y tercero, porque hay mucha gente. Eso quiere decir que tenemos muchísimos datos a nuestro alcance, que es de lo que se nutre la IA. El big data, junto a las notas que introducen los expertos para propiciar el aprendizaje automático [deep learning, en inglés], es la base de esta tecnología”, expone Zhu.
No obstante, a la vez que crecen sus funciones y el interés por adoptarlas, también aumenta la competencia en el sector de la IA aplicada a la seguridad. Face++ es otra de las empresas que compiten por un trozo del goloso pastel que se abre en el sector público. Y, además de surtir a gigantes como Huawei de sistemas de reconocimiento facial para desbloquear smartphones —como el Honor V10—, ya ha conseguido hacerse con algunos proyectos gubernamentales que han llamado mucho la atención.
Por ejemplo, el que deja en evidencia a quienes cruzan la calle de forma irregular en algunas de las principales intersecciones de Shenzhen, la meca tecnológica del país. Las cámaras detectan a quienes caminan por una zona en la que no hay paso de cebra o cuando el semáforo está en rojo, el algoritmo identifica a los infractores, y luego el sistema muestra tanto sus caras como sus números de documento de identidad en una pantalla que algunos ya han bautizado como “el tablón de la vergüenza de los peatones”. Además de la humillación pública, recibirán la correspondiente multa.
Aunque el reconocimiento facial es ahora la función más en boga, Yitu, fundada en 2012, inauguró el Gran Hermano chino con otro sistema, el de reconocimiento de vehículos. “La precisión es cercana al 100%”, afirma. “Lee las matrículas, coteja las bases de datos con el modelo y el color del coche identificado, y sirve tanto para determinar si alguien viaja con matrículas falsas como para registrar infracciones de tráfico que descubre”, señala Zhu, que apunta a una importante reducción de maniobras ilegales allí donde el sistema funciona.
Pero no todos están convencidos de que el poder que emana de esta tecnología se utilice únicamente para el bien. Human Rights Watch (HRW) advierte de que el régimen de Pekín lo está utilizando para “violar la privacidad de los ciudadanos y arremeter contra la disidencia”. Sophie Richardson, directora de la ONG en China, afirma que “las autoridades recaban cada vez más información de cientos de millones de ciudadanos corrientes, identifican a los que se desvían de lo que ellos consideran ‘ideología normal’, y utilizan los datos para vigilarlos”. Es una actividad que, según Richardson, “debería cesar hasta que China adopte un marco de protección de la privacidad creíble”.
HRW denomina la suma de todos estos sistemas de vigilancia como “nube policial”, y avanza que no solo sirve para seguir todos los movimientos de la población sino también para predecirlos. “El Gobierno está explorando de forma activa nuevas tecnologías, como la analítica de big data y los sistemas basados en computación en la nube para agregar y ‘minar’ información personal —en la que se cuentan transacciones online, historiales médicos o afiliaciones a diferentes organizaciones— de forma más eficiente”, añade la ONG en un informe publicado el pasado mes de noviembre.
Pero también se corre el riesgo de llevar los sistemas de reconocimiento facial al extremo
La Policía asegura que únicamente accede a los datos de personas que tienen causas pendientes con la ley. El problema, apuntan diferentes organizaciones de derechos humanos, es que el sistema judicial no es independiente y está supeditado a los designios del Partido Comunista, que exige a las empresas de Internet acatar las leyes locales que abren las puertas de sus datos al régimen. Zhu, por su parte, se defiende respondiendo que él no es responsable de cómo se utiliza la tecnología que desarrolla. “Además, no es algo que solo incumba a gobiernos. Empresas como Google y Facebook hacen lo mismo sin que nadie ponga por ello el grito en el cielo”.
Por otro lado, el empresario subraya que la seguridad es solo una de las muchas aplicaciones que tienen los algoritmos de reconocimiento facial. De hecho, los que desarrolla Yitu ya se usan también en cajeros automáticos del China Merchants Bank. “El cliente no requiere una tarjeta para operar. El sistema reconoce su rostro con una cámara especial —aquí no sirven las corrientes porque hace falta un mayor nivel de seguridad— y no necesita más que introducir el PIN para realizar la operación”, explica Zhu.
El gigante del comercio electrónico Alibaba también ha puesto en marcha un sistema similar en su nueva cadena de supermercados Hema, en la que ni se utiliza dinero para pagar ni hay cajeros que cobren. El cliente muestra su cara frente a una cámara, introduce su número de teléfono para verificar la identidad, y cierra la compra sin necesidad de llevar ningún método de pago consigo. Por su parte, la principal aplicación de mensajería instantánea china, WeChat, también adoptó esta tecnología en diciembre, y elGobierno chino anunció que permitirá el uso de las cuentas que hayan registrado los datos necesarios para el reconocimiento facial como documento de identidad electrónico oficial.
Es el primer paso de la futura integración de gran parte de servicios públicos en una identidad electrónica que se verificará con el rostro. En Chongqing, por ejemplo, el Gobierno ya permite que las parejas —incluso si uno de sus miembros es un extranjero residente en China— se casen sin presentar documentos que avalen su identidad, utilizando como sustituto sistemas de reconocimiento facial. Según la agencia oficial Xinhua, esto permite agilizar los trámites, porque el procedimiento que antes llevaba diez minutos concluye ahora en 0,3 segundos.
Pero también se corre el riesgo de llevar los sistemas de reconocimiento facial al extremo. Se demostró el año pasado en el Templo del Cielo de Pekín, donde se puso en funcionamiento un sistema de reconocimiento facial para dispensar papel higiénico en sus baños públicos. Es una medida destinada a evitar el habitual robo del preciado material, pero no ha contentado a todos: algunos critican que 60 centímetros pueden no ser suficiente, y que los 9 minutos que hay que esperar para poder pedir otra porción son excesivos cuando alguien sufre un apretón. Pero eso la inteligencia artificial todavía no lo entiende.
Los ojos indiscretos del sistema
"¡¿Cómo puede ser que no hubiera una cámara delante del maldito hotel?!". Así le reprocha el protagonista de la serie The Tunnel, un inspector inglés, a su colega francesa que la policía de Calais no sea capaz de encontrar imágenes de un sospechoso que ambos están buscando. Su interlocutora se queda estupefacta ante la pregunta. ¿En qué mundo vive ese británico desquiciado?
En uno muy vigilado. Hay un abismo entre Reino Unido y el resto del continente en materia de videovigilancia. Se estima que en las islas británicas hay más de cuatro millones de cámaras. Solo en Londres habría unas 500.000, según cifras facilitadas a Retina por la policía metropolitana. ¿Muchas o pocas? En París, capital azotada en más de una ocasión por el terrorismo islámico y de una población similar a Londres, hay unas 25.000; en Berlín rondan las 15.000.
Madrid y Barcelona, por su parte, cuentan con 219 y 63, respectivamente, ubicadas en la calle y dedicadas a la seguridad, a las que habría que añadir las de tráfico, las del transporte (paradas de metro y de autobús), etcétera. Aun sumándolo todo ninguna de las dos urbes llega a las 10.000 (ni a las 5.000).
En la mayoría de los casos, entre ellos el de España, las cámaras no transmiten imágenes en tiempo real, sino que se acude a ellas en caso de que un juez o una investigación policial detecte que pueden ser útiles (eso reclamaba en The Tunnel el inspector Roebuck). Los londinenses, con medio millón de ojos digitales sobre sus nucas, tienen derecho hasta a pedir ver qué imágenes se tiene de ellos, siempre que especifiquen la cámara y la hora a la que creen haber sido grabados. Todo un gesto a cambio de no perder detalle de sus vidas.
¿Qué pasa en un país como EE UU, donde cualquiera puede comprar un arma de fuego? La policía de Nueva York cuenta con unas 2.000 cámaras, a las que cabe añadir otras 10.000 entre edificios públicos y metro. En caso de que sea necesario, también puede solicitar el visionado de imágenes de otras 4.000 cámaras privadas. Chicago, con más de 17.000, es la ciudad más vigilada del país.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.