Inteligencia artificial, dragones y mazmorras
Ganar una partida de ajedrez o de Go es una victoria de chichinabo. ¿Pueden los algoritmos vencer en los mundos cambiantes de un juego de rol?
No hace falta ser muy listo para ganar a Kaspárov al ajedrez. No lo decimos nosotros. Lo insinúa Sally Davies. Esta antropóloga social, que estudia el modo en que la gente entiende la inteligencia artificial y nuestros esfuerzos para alcanzar un sistema capaz de emular nuestras capacidades, no se ha dejado impresionar por las grandes victorias de los algoritmos.
¿La victoria de Deep Blue ante Kaspárov? ¿La de Watson en Jeopardy? ¿La de AlphaGo sobre Lee Sedol? ¿La de Libratus frente a la élite mundial del Póker? Paparruchas. Desde el punto de vista de Davies, los juegos que elegimos para probar que la inteligencia artificial se nos está acercando intelectualmente pecan de lo mismo: "Tienden a estar muy limitados, con objetivos fijos y caminos bien definidos hasta la victoria y la derrota". No como Dragones y Mazmorras.
- Diversión sin guion
Las historias que se crean en los tableros de los juegos de rol tienen ese no sé qué que los demás juegos no tienen. La narración se construye de forma colaborativa, con un final abierto y desde diferentes puntos de vista. "Primero, la inteligencia tiene que trabajar en escenarios distintos. Los jugadores de Dragones y Mazmorras pueden habitar un sinfín de personajes en los juegos y el jugador individual puede cambiar de roles: el luchador, el ladrón, el sanador... Quienes investigan en inteligencia artificial saben que es súper difícil conseguir que un algoritmo bien entrenado aplique sus conocimientos en escenarios diferentes, incluso cuando la variación es mínima", explica Davies.
Entonces, ¿por qué nos empeñamos en que nuestros algoritmos ganen a los juegos encorsetados? La antropóloga cita a un antiguo profesor de Berkeley, Robert Wilensky. El docente, que falleció en 2013, dedicó toda su carrera a la investigación de la inteligencia artificial. Su teoría es que esta manía es sencillamente una deformación profesional. "Todos ellos eran esencialmente matemáticos de formación. Y los matemáticos hacen dos cosas: probar teoremas y jugar al ajedrez. Así que dijeron: 'Si puede probar un teorema o jugar a ajedrez, debe de ser listo'".
- El cuerpo del algoritmo
Sin embargo, las limitaciones de los ganadores habituales no acaban en la escasa adaptabilidad a escenarios variables. "Dragones y Mazmorras nos recuerda que la inteligencia tiene cuerpo", puntualiza Davies. Los jugadores necesitan actuar para que sus avatares lo hagan y reaccionan al desarrollo de la historia, no solo en el plano estratégico, también responden emocionalmente al curso de los acontecimientos: miedo, estrés, frustración... "Investigaciones recientes sugieren que las interacciones físicas son cruciales en el modo en que comprendemos los conceptos mentales más complejos. Sin embargo, damos mínima atención a la corporalidad de agentes artificiales y a cómo esta podría afectar al modo en que aprenden y procesan la información", lamenta la antropóloga.
El último regalo del popular juego de rol al avance de la inteligencia artificial es su vertiente social. Davies admite la validez de los modelos de aprendizaje que refuerzan con recompensas las estrategias exitosas, pero los considera insuficientes. Su receta alternativa tiene algo de la idea de no dar la caña, sino enseñar a pescar: el profesor debe acompañar al alumno en su aprendizaje de una nueva habilidad. "En el caso de los juegos, esta cooperación se canaliza a través de la historia [...]. En lugar de vencer a adversarios en juegos, podríamos aprender más sobre la inteligencia si intentásemos enseñar a los agentes artificiales a jugar juntos como lo hacemos nosotros: como paladines y elfos".
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