Impulsividad, distracciones, sustancias, ¿cómo es el factor humano en los accidentes de tráfico mortales?
El gran reto es evitar el uso de los de los dispositivos tecnológicos mientras se conduce, pero hay más circunstancias individuales que aumentan el riesgo
Los meses de verano —especialmente los fines de semana y las horas nocturnas― constituyen un factor de riesgo para los accidentes de tráfico graves y afectan especialmente a los jóvenes, sobre todo varones. El número de fallecidos en las carreteras españolas se ha reducido de forma espectacular en las últimas décadas gracias a las diferentes medidas adoptadas: campañas de prevención, carné por puntos, controles de alcohol y drogas y mejora en la seguridad de los vehículos y las carreteras. La vigilancia y la educación vial están en la base de este logro. Sin embargo, según un reciente informe de la Dirección General de Tráfico, en 2023 ha habido en España 1.145 fallecidos en siniestros de carretera. Los muertos en accidentes de tráfico se han reducido, pero ha aumentado, sin embargo, el fallecimiento de las personas más vulnerables: peatones, motoristas y ciclistas (por atropello).
Más allá de una actitud fatalista, muchas de estas muertes son evitables si se hace frente a las distracciones, se respetan las normas de circulación y se utilizan las medidas de seguridad. No debe olvidarse que, cuando le toca a un familiar o amigo, un accidente de tráfico mortal o con graves secuelas físicas para la víctima, deja de ser un dato más de una estadística para convertirse en un rostro humano que deja tras de sí una estela de sufrimiento y dolor.
Ciertos estilos de personalidad de los conductores predisponen a los accidentes más graves. Entre los jóvenes hay un cierto amor al riesgo, así como una necesidad de afianzar la personalidad ante los demás. En concreto, la impulsividad y la búsqueda de emociones fuertes, así como la necesidad de autoafirmación, el exhibicionismo en grupo y la sobrevaloración de su capacidad de control en la conducción llevan al exceso de velocidad y al incumplimiento de las normas, como adelantamientos indebidos, invasión del carril contrario o inobservancia de las señales de preferencia de paso. La ira descontrolada tiene también una influencia significativa en los accidentes de tráfico graves y se asocia con un aumento de comportamientos de conducción agresiva (velocidad excesiva, maniobras arriesgadas, enfados con otros conductores) que reducen las habilidades cognitivas y motoras de la persona e incrementan el riesgo de colisiones.
Distracciones externas e internas
Un accidente mortal puede ser consecuencia de diversos factores. Las distracciones ocupan un lugar destacado porque la conducción no es una tarea meramente automática. Conducir implica mantener una atención permanente, que, a su vez, depende del nivel de activación del conductor y de la cantidad de estímulos a los que está atento. El ser humano no tiene capacidad de multitarea para efectuar tareas complejas con total eficacia. Así, hay agentes externos provocadores de distracciones, como la prisa, la seguridad excesiva provocada por un trayecto habitual, una contemplación absorbente del paisaje, una situación meteorológica adversa o una interacción con el resto de los ocupantes del vehículo, sobre todo con los niños.
Otras veces se trata de agentes internos, como las preocupaciones, los disgustos o una situación de malestar emocional. Ciertos factores fisiológicos, como la fatiga generada por un trayecto largo o una falta de sueño, pueden producir una disminución de la reactividad y alteraciones de la percepción. Pero el gran reto actual es la manipulación de los dispositivos tecnológicos, como el navegador GPS, el móvil o el WhatsApp y las redes sociales. Utilizar el móvil puede causar tres tipos de distracciones: visual (por mirar al teléfono y no a la carretera); cognitiva (por tener la mente concentrada en redactar o leer un mensaje); y manual, por el hecho de teclear en la pantalla. Retirar la mente de la carretera es tan peligroso como apartar la mirada, con la agravante de que solo unos pocos segundos pueden resultar letales.
El papel desempeñado por la ingesta de alcohol, drogas y psicofármacos es fundamental en los accidentes de tráfico mortales. Según la Dirección General de Tráfico, en 2023 el alcohol, las otras drogas o los psicofármacos tuvieron una influencia directa en uno de cada dos accidentes mortales.
Por lo que refiere a las bebidas alcohólicas, estas producen un efecto inicialmente euforizante y una falsa sensación de seguridad, con una sobrevaloración de la propia capacidad y de las posibilidades del vehículo. Pero desencadenan una depresión de las funciones del sistema nervioso central, lo que da lugar al aumento del tiempo de reacción, a alteraciones visuales respecto a las distancias y a somnolencia. La disminución de la percepción de riesgo y la toma de decisiones inapropiadas respecto a la conducción, como el exceso de velocidad o los adelantamientos a destiempo, son el resultado de todo ello.
En cuanto a las otras sustancias psicoactivas, como la cocaína o los estimulantes, generan excitación, sensación de omnipotencia y pérdida de control de los impulsos. A su vez, el cannabis tiene un efecto de alteración de la percepción, con una distorsión de las sensaciones de tipo espaciotemporal y una atenuación de la atención y capacidad de autocontrol. Estos efectos explican el riesgo que el consumo de drogas tiene sobre la conducción de vehículos, que requiere concentración, percepción del entorno y rapidez de reacción para una toma de decisiones adecuada. Una característica peligrosa de la ingesta de alcohol y drogas es la falta de autoconciencia de encontrarse bajo sus efectos, lo que se traduce en la percepción de que “yo controlo”.
Si bien su repercusión en la accidentabilidad no es tan alta como en el caso del alcohol o de las otras drogas, los psicofármacos, como las benzodiacepinas o los antidepresivos, pueden facilitar los accidentes por sus efectos secundarios, tales como somnolencia, visión borrosa, confusión mental o falta de coordinación motora. La influencia negativa de los psicofármacos sobre la conducción depende de la dosis empleada, del tiempo de utilización y de la respuesta específica de cada persona. Lo que agrava el efecto de los psicofármacos es la ingesta adicional de alcohol, que potencia en el conductor el adormecimiento y la pérdida de reflejos. Conviene subrayar que es el alcohol la sustancia que más relacionada está con los accidentes de tráfico.
Por último, hay algunos trastornos mentales, como la depresión, que tienen un efecto negativo en la accidentabilidad porque pueden generar disminución en la atención, aumento de la ansiedad e irritabilidad, demora en el funcionamiento sensomotor, incremento de la fatiga y merma en la capacidad de decisión. En otros casos, menos frecuentes, las personas con una depresión pueden utilizar el vehículo como un medio para suicidarse por medio de una conducción temeraria. Los siniestros de tráfico que parecen ser accidentes pueden, en realidad, ser intentos de suicidio deliberados. En estos casos, la persona fallecida, al atribuirse su muerte a un accidente, evita el estigma que puede recaer sobre sus familiares.
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