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La edad subjetiva: el misterio por el que una persona se siente más joven de lo que es

Llega un momento en el que la edad deja de ser un dato relevante y se produce una discrepancia entre lo que sentimos y lo que marca nuestro DNI. Hablamos con psicólogos sobre este fenómeno y analizamos el contexto cultural, con referentes como Madonna y Paddy Jones.

Una escena de la serie 'Hacks'. Los expertos apuntan a que las relaciones intergeneracionales pueden ayudar a sentirse más joven.
Una escena de la serie 'Hacks'. Los expertos apuntan a que las relaciones intergeneracionales pueden ayudar a sentirse más joven.Cortesía de HBO
Enrique Alpañés

Ana tiene 66 años cronológicos y 40 subjetivos. No fue del todo consciente de esta disociación hasta que fue a vacunarse de covid hace un par de años. Entonces hizo cola rodeada de coetáneos y pensó: “Pero, ¿y esta gente? ¿Seguro que tienen mi edad? ¿Me veré yo así de mayor?”. Cuando volvió a casa, lo comentó divertida (y ligeramente preocupada) con las amigas. A muchas les había pasado lo mismo. A casi todas.

Según un estudio de 2006, publicado en el Psychonomic Bulletin & Review, los adultos mayores de 40 años se perciben a sí mismos, de media, un 20% más jóvenes de lo que marca su DNI. Esta diferencia empieza a gestarse a los 25 años, ya terminado el recorrido académico, cuando se pierde la referencia directa y constante de los compañeros de clase. Al llegar a los 30, alrededor del 70% de la población se siente más joven de lo que realmente es. Y la discrepancia aumenta con el tiempo. Como dicen los autores de un estudio sobre el tema de la Universidad de Virginia, «el envejecimiento subjetivo parece ocurrir en Marte, donde una década terrestre equivale a 5,3 años marcianos».

No es algo matemático ni le sucede a todo el mundo, pero llega un momento en la vida en el que uno empieza a disociarse del número que arde en la tarta de cumpleaños. Psicólogos y científicos llevan estudiando este fenómeno desde los setenta. Algunos se preguntan por los factores culturales que nos empujan a vernos más jóvenes. En un estudio de la Asociación Americana de Psicólogos de 1989 se aseguraba que «es una forma de negación defensiva que permite alejarse del estigma asociado al envejecimiento».

Con esta conclusión se muestra de acuerdo Belén Alfonso (34 años cronológicos, 30 subjetivos) psicóloga especialista en estudios de género. “Es un fenómeno influido por los estereotipos sociales que interiorizamos sobre la vejez y un mecanismo interno de resistencia a identificarnos como una persona mayor por todos los sentidos negativos que están asociados a ello”. Alfonso explica que estos estigmas edadistas persiguen más a la mujer, diana de todo tipo de publicidad contraria al envejecimiento que relaciona conceptos como ser activa, atractiva o válida con ser joven. “En contraposición, construimos un estereotipo de vejez asociado a lo improductivo, la enfermedad, la dependencia, la muerte de la vida sexual, etcétera”, explica. Normal que nadie quiera verse reflejada en ello.

Alfonso no cree que haya que culpar a una persona madura por autopercibirse o presentarse ante el público usando los códigos propios de generaciones más jóvenes, pero sí analizar el contexto social que la empuja a hacerlo. “Tener una edad subjetiva de 20 a los 65, expresa que posiblemente nos autopercibimos como personas enérgicas, fuertes, atractivas y activas, pero ¿por qué no podemos asociar esas cualidades a tener 65 años?”, se pregunta.

Madonna y Maluma, juntos en un concierto en Colombia.
Madonna y Maluma, juntos en un concierto en Colombia.Getty (AFP via Getty Images)

Es lo que le ha sucedido en los últimos años a Madonna. La cantante, de 64 años cronológicos, ha sido criticada por cómo se muestra en sus redes sociales: una mujer segura de sí misma y de su sexualidad. Madonna perrea rodeada de jóvenes que podrían ser sus hijos (a veces lo son), fuma porros, enseña sus vibradores y se une a tendencias virales de TikTok. Cuando se analizan los comentarios de las redes sociales, se concluye que hay muchas personas que ven esto como un gran problema. Entienden que la mujer, llegados los 60, debe taparse y no llamar la atención. Y Madonna rompe con esta idea a cada post. La cantante contestó así a los haters que critican su físico. «Otra vez me veo atrapada en la mirada del edadismo y la misoginia, que tanto domina el mundo en el que vivimos. Un mundo que se niega a celebrar a las mujeres que pasan de los 45 años y que siente la necesidad de castigar a una mujer que sigue siendo fuerte, trabajadora y aventurera. Nunca me he disculpado por ninguna de las decisiones creativas que he tomado ni por mi aspecto o manera de vestir, y no voy a empezar ahora».

Para Belén Alfonso, Madonna “viene a enseñar que la actividad física, el erotismo y ser tendencia en redes sociales no es un comportamiento exclusivo de una edad determinada”. Pero hay también en este caso un contexto social que merece ser tenido en cuenta. El problema no es que Madonna haga lo que le dé la gana; el problema es una industria musical en la que solo se concibe que una diva del pop sea una mujer joven. Una industria que empuja a las mujeres maduras a echar mano de operaciones estéticas y Photoshop para encajar en un canon monolítico.

No hubo ningún canon que pudiera encorsetar a Paddy Jones. Su sitio estaba en la pista de baile. Y en el libro Guinness de los Records, al que entró como la bailarina de salsa acrobática de más edad del mundo. Su historia se hizo viral en el programa Tú sí que vales, en 2009. Tenía un físico acorde a sus 80 años, pero bailaba salsa con una agilidad y una temeridad que muchas las querrían para sí a los 40. Sus vídeos acumulan millones de visualizaciones. Son hipnóticos, tiernos y levemente aterradores.

En la actualidad, Jones tiene 88 años cronológicos. “Pero no me siento tan vieja, yo creo que tengo unos 30”, explica por email con ayuda de su hija. Jones ha vivido una segunda juventud la pasada década. La fama le sobrevino ya jubilada. Bailó en los platós de programas del Reino Unido, Alemania, Argentina e Italia, y dio entrevistas en las que animaba a las señoras a tirar el bastón y a lanzarse a cumplir sus sueños más allá de estereotipos edadistas. Estrujó el jugo a cada año. Y después su cuerpo y su mente dijeron basta. La edad subjetiva puede ayudar a mejorar la calidad de vida, pero al final, la edad real se impone. “Ahora no hago mucho, pero sigo intentando hacer mis sopas de letras y veo la tele”, escribe Jones. “No veo a mucha gente. Mi hija dice que los viejos amigos han fallecido. Así que veo sobre todo a la familia. Ya no reconozco a la gente. Es el alzhéimer lo que me hace olvidar”.

No se puede modificar la edad cronológica, “pero los estilos de vida, comportamientos y las condiciones individuales pueden influir en la biológica [basada en la condición del cuerpo y estado de salud] y en la subjetiva”, señala Bruno Arpino sociólogo de la Università di Firenze. Arpino tiene 43 años cronológicos y prefiere no decir cuántos subjetivos. “Al estudiar el tema, mi respuesta estaría sesgada”, explica. Estudió el asunto como coordinador de Care, Retirement & Wellbeing of Older People Across Different Welfare Regimes (CREW), un proyecto de diferentes universidades europeas centrado en la calidad de vida de las personas mayores.

Este sociólogo asegura que autopercibirse con una edad subjetiva menor a la real puede tener efectos positivos. “Las personas que lo hacen tienden a tener mejores condiciones de salud, a ser más felices con sus vidas e incluso a morir a edades más avanzadas”, explica. Pero hay que coger estos resultados con pinzas, pues no se sabe hasta qué punto son causa o consecuencia. ”Este fenómeno ocurre sobre todo entre personas activas para su edad”, puntualiza. Hay otros factores que pueden ayudar a percibirse unos años más joven, como ser sociable, cultivar aficiones o tener relaciones intergeneracionales.

Todos estos estudios, todas las teorías, parecen resumirse en una idea bastante simple: es difícil encontrar tu sitio al entrar en la edad adulta. Despierta las mismas suspicacias el cuarentón que se la da de bro que aquel que asegura que la música dejó de molar, qué casualidad, el último día que salió de fiesta. Autores que fueron adalides de la modernidad, como Bret Easton Ellis, han escrito ensayos sobre ello, reivindicado un adanismo retroactivo, cuanto menos sorprendente. «El Nueva York al que yo me mudé no es el que dejé, era muy distinto. Empezó a ser un espacio cerrado para ricos y turistas. Todos los jóvenes que conocía se fueron porque no se lo podían permitir. Una ciudad sin jóvenes y sin cultura joven es un museo, como San Francisco», aseguró en una entrevista en EL PAÍS.

Todos somos, en nuestra cabeza, los que mejor se conservan de la reunión de antiguos alumnos del instituto. Es lógico, es sano, pero no es real. Y puede que sea un chasco confirmar que te ves igual de mayor que todos esos viejos de tu edad. Pero al final del día percibirse más joven puede ser bueno para la salud física y mental. Mostrarse combativa como Madonna, bailarina como Paddy. Eternamente joven. Hasta el final.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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