Criptocolegas: la nueva subcultura económica que dice que «las finanzas no son para mujeres»
Si la conversación económica ha sido tradicionalmente de dominio masculino y la criptoesfera promete liberar nuestras carteras de esa lacra con un espacio libre y accesible para todos, ¿por qué la participación femenina en este ámbito sigue siendo tan escasa?
La conversación sobre dinero siempre es compleja. Más si hablamos de nuevos sistemas monetarios surgidos al calor de internet en una nueva era denominada Web3, en la que Facebook ya pertenece al Pleistoceno y las cañas se toman en el metaverso. O como rescataban La hijas de Felipe en uno de los últimos episodios de su podcast: una “confusión de confusiones” tan antigua como la bolsa y que ahora se replica con las criptomonedas y el blockchain. Lo primero son divisas digitales y lo segundo la tecnología descentralizada, sin intermediarios, a través de la que se opera con ellas bajo la promesa de darle más libertad al individuo. Incluso para quienes han decidido invertir dinero en ello resulta nebuloso: “Siempre me ha interesado el tema de la inversión y las finanzas y por eso me metí en las criptomonedas durante la pandemia, que tenía menos trabajo -soy bailaora-, pero ni lo entendí entonces ni lo termino de entender ahora”, cuenta P.L., de 33 años, que reconoce haber consumido incontables horas de YouTube, podcasts y documentales al respecto.
El criptocontenido en internet es infinito: está sobre todo en Twitter, Tik Tok, en Discord, protagonizando directos de Twitch y en hilos y comunidades de Reddit. Espacios que, como apuntaba la analista especializada en cultura de internet Rebecca Jennings en el medio estadounidense Vox, están “dominados en gran medida por personas que ya están bien representadas en la tecnología, las finanzas y la cultura de internet. Lo que quiere decir que es un perfil abrumadoramente joven y masculino”. En datos del Pew Research Center, el 43% de los hombres de entre 18 y 29 años en Estados Unidos han invertido, comerciado o usado criptomonedas; siendo este el perfil más representativo frente a un 19% en el caso de las mujeres de la misma franja de edad. Algo que, como apunta Jennings, también está relacionado con el proceso de conversión acelerada del dinero en algo lúdico que se ha gestado en los últimos años y en el que también participan mayoritariamente ellos, como el juego y las apuestas online: “Se han difuminado las barreras entre lo que es inversión y lo que es puro entretenimiento”.
Es en este caldo de cultivo en el que surge la subcultura del cripto-bro, el criptocolega, que, como se define irónicamente en el Urban Dictionary, es “una persona con una comprensión débil de las aplicaciones de criptomonedas/cadena de bloques, pero que ha formado opiniones muy sólidas sobre cuáles son las ‘mejores’. A menudo se les observa mostrando su participación en criptografía y discutiendo con otros cripto-bros”. En su bio de Twitter pondría algo así: “emprendedor, #HODL (holder), $BTC (bitcoin). Viviendo en la nube. Gym rat (rata de gimnasio)”.
Una versión (aún más) chandalera que el tech bro a la que se le suma el logo de bitcoin en sudaderas, que gesticula exageradamente y de manera espídica como un yuppie ochentero y cuya presencia está coronada por una aparatosa silla de escritorio estilo gamer y luces de neón. La retransmisión la hace, probablemente, desde Andorra. La politóloga y analista Estela Ortiz (Kill Joy) lo retrataba así en su vídeo Criptomonedas y masculinidad a partir de los ejemplos de los youtubers Zartex (“líder de una estafa piramidal”) y el español Víctor Domínguez (Wall Street Wolverine): “Una persona que no entendió que la película El lobo de Wall Street era una ironía y que ha basado toda su personalidad en el protagonista de la película [el corredor de bolsa neoyorquino Jordan Belfort]”.
Masculinidad tóxica, misoginia y la retórica de la valentía
“Señores, ¡aquí se invierte con cojones! Aquí se holdea. ¿Qué es eso de vender? Aquí se holdea y se holdea con cojones (…) En el mercado de las criptos se entra ya lloraíto de casa. ¿Llorar aquí? Coge tu puto dinero y lo metes en una cuenta de ahorro a plazo fijo en el Santander”. Este es un fragmento del discurso de Wall Street Wolverine, con 434 mil suscriptores en YouTube, en el que probablemente sea su vídeo más famoso, que lanzó en mayo de 2021 en plena caída histórica del bitcoin. Holdear es uno de los términos de esa jerga propia de la criptoesfera, tomada del inglés hold (esperar), que llama a los inversores a aguantar aun cuando cae el chaparrón. La tesitura en la que se encuentran probablemente todos los inversores de Luna, la criptomoneda lanzada por Do Kwon, de 30 años, que este mes se desplomaba haciendo desaparecer los ahorros de decenas de miles de personas.
“El holdeo se presenta así como un nuevo mecansimo de reificación de la masculinidad. En un mercado en el que el objetivo último pareciera ganar dinero, el holdeo se revela como un ‘nuevo’ mandato masculino”, explica a S Moda Pablo Santos, sociólogo y coordinador del área de masculinidades de la asociación feminista Otro Tiempo. “Podemos verlo claramente cuando dice ‘aquí se holdea hasta que se va a puto cero’, lo que revela que tal vez lo más importante no sea solo ganar dinero, sino que en este reciente espacio masculinizado hay un nuevo mandato: ponte en riesgo y demuestra tu hombría”.
“Sigo pensando que se puede dar la vuelta y no he vendido nada. Al revés, he comprado más”, contaba a El País un joven inversor al hilo de la caída de Luna. “Cuando un chico sale de fiesta y se gasta 50 euros en copas, algo que afecta a su salud, nadie le pregunta si le parece mal tirar ese dinero. Por lo menos esto no me daña el organismo”. El FUD (Fear, Uncertainity and Doubt), otra de los acrónimos de la criptojerga que se traduce por “miedo, incertidumbre y duda”, tampoco está permitido.
“La fortuna favorece a los valientes”, dice Matt Damon en un polémico anuncio alentando a la inversión en criptomonedas en el que las imágenes, el discurso y el sonido giran en torno a esa misma épica futurista, de riesgo y supuestamente visionaria en la que otras celebrities como Gwyneth Paltrow, Justin Bieber, Reese Witherspoon, Charlie D’Amelio o Kim Kardashian han participado alentando a sus seguidores a invertir. Gestos por los que han recibido críticas: se trata de gente rica que no tiene mucho que perder económicamente pero que, con un post, consigue un efecto de llamamiento que infla los precios de las criptodivisas que promocionan. Táctica que a Kardashian ya le ha costado una denuncia.
“En algunos casos, esto se percibe un poco como si te estuvieran intentando vender un producto para perder peso, también un poco como una estafa. ¿Por qué hay tanta gente que lo está intentando con tanto ímpetu? Quizás es porque no es verdaderamente real”, reflexionaba sobre la percepción de estos mensajes y campañas agresivas Jonah Berger, profesor de marketing en Wharton, en un artículo de Business Insider titulado Por qué hablar de cripto resulta tan molesto. Apuntaba además a esa identidad internetera del cripto-bro con la que, dice, “no todo el mundo quiere identificarse”. Las tasas de engagement (compromiso, interés) respecto a las criptomonedas entre mujeres o identidades no binarias son considerablemente bajas: un 14,23% ellas frente a un 85,77% ellos, en datos de Google Analytics publicados por Coin Dance. Es por eso quizás por lo que la noticia falsa que proliferó las pasadas semanas según la cual una app de citas creada exclusivamente para inversores de NFTs (tokens no fungibles) había fracasado al no darse de alta ninguna mujer, pasó por verdadera entre medios y usuarios de internet.
Cris Carrascosa, abogada y CEO de ATH21 (firma legal especializada en servicios dirigidos a empresas o profesionales que trabajan de alguna manera con criptoactivos o tecnología blockchain), lleva diez años inmersa en la criptoesfera y es la voz femenina más influyente de este ámbito en España -cuenta con 36.400 seguidores en Twitter y su nombre es prácticamente el único de mujer que aparece en los artículos que listan a los criptoinfluencers españoles más seguidos-. “En el entorno que nosotros (ATH) nos movemos, no existen este tipo de perfiles”, dice a S Moda. “Yo aprendí lo que era un cripto-bro hace dos semanas gracias a una alumna de la Universidad de Derecho en la que imparto clases. Creo que es una corriente de personas que intentan crear una comunidad en la que influir y que se han sumado a la moda de los criptoactivos, pero que posiblemente se sumarían a cualquier otra”, reflexiona. No obstante, ha sido objeto de los comentarios misóginos y de acoso que en muchos de estos espacios proliferan en forma de ataques personalizados o en forma de memes o vídeos de contenido machista. Como este, titulado Tips para tías: no vayáis de listas, que circula con fuerte réplica por Tik Tok y Twitter, y en el que el usuario se graba mientras conduce instando a callar y escuchar cuando estas hablen con sus novios sobre criptomonedas: “No nos gustan nada las sabelotodos”.
“He recibido de algunos colegas capturas de pantalla de conversaciones entre cripto-bros en las que se habla con bastante vulgaridad sobre mí. Pero es que honestamente no es mi foco”, comenta Carrascosa. “Creo que parte de la tendencia de los cripto-bros es culpa de quienes les podemos dar importancia. No la tiene. O al menos no para mí. Yo me centro en trabajar, en apoyar proyectos que consideramos serios, en colaborar con personas que han arriesgado mucho para innovar en un sector que está aún por crecer, y no dejo que el ruido me haga perder el foco. Pero entiendo que no todas las mujeres pueden sentirse como yo, que le doy bastante poca importancia a este tipo de actitudes, y desde aquí aprovecho para empatizar con ellas”.
Las mujeres de la criptoesfera
La baja representación de las mujeres tanto en la inversión como en los trabajos del cripto y el blockchain es un problema heredado de los ámbitos de la inversión y las finanzas, que se han organizado bajo un modelo patriarcal. “Socialmente se lanza el mensaje a las mujeres de que están más capacitadas para las tareas de cuidados que los hombres, también en la esfera remunerada, que determinadas profesiones y niveles profesionales no son ‘femeninos’ y que, cuando nos atraen, estamos ocupando espacios ‘masculinos”, explica a S Moda Yolanda Jubeto, doctora en Economía y profesora de Economía Aplicada en la facultad de Economía y Empresa de la Universidad del País Vasco. “Es por eso por lo que se sigue cuestionando nuestra presencia en muchos espacios, sobre todo en los empleos mejor remunerados o en las esferas de poder económico o político”.
“Sí, es cierto que [el patrón de la presencia mayoritaria masculina que se da en los ámbitos de inversión] se repite, completamente. Es una transición natural de la inversión a cripto”, cuenta a S Moda Paola Morán, jefa de colaboraciones externas y ecosistemas en Bit2me, una plataforma de compraventa, gestión y formación sobre criptomonedas. En la plantilla de esta empresa con sede principal en Castellón, el 36% son mujeres y hay 14 de 55 ocupando puestos directivos. Morán se refiere a las criptomonedas como algo más que una inversión, “un cambio de mentalidad” que promete la “libertad financiera” y reconoce que le gustaría que hubiese “muchísimas más mujeres” en este ámbito por la “diferente forma de pensar y trabajar” que, cree, pueden aportar. Ella es una de esas cabezas visibles en la criptoesfera y está trabajando junto a la organización Unstoppable Women para que promover la presencia de mujer speakers (ponentes) del sector.
Como ocurre en tantos otros espacios de los que se ha excluido tradicionalmente a las mujeres, en el cripto y el blockchain también están surgiendo comunidades de mujeres y personas con identidades no binarias que se juntan y organizan con la intención de hacerlos más diversos. Es el caso de Mujeres En Crypto, una comunidad de hispanohablantes creada en Argentina en 2021. Pilar Rodríguez, de 23 años, su impulsora, explica a este medio que esta nació con “el objetivo de crear redes y lazos que ayuden a hacer el onboarding (incorporación) de las mujeres al mundo de las criptomonedas y las finanzas descentralizadas”. Un grupo en el que, en Twitter, se reúnen más de dos mil personas para ayudarse a encontrar trabajo, organizar encuentros y, además, varias de ellas se ocupan de curar contenido para que otras mujeres de la comunidad accedan a educación financiera de calidad y gratuita”.
El blockchain, explica Yolanda Jubeto, “nace en una época de crisis de confianza internacional hacia la banca convencional, que ha mostrado un gran desprecio por la mayoría social. Su falta de ética en la gestión bancaria, ha hecho crecer las ilusiones ante un sistema aparentemente más neutral, como el del blockchain por considerarse sus procesos de transacciones menos manipulables”. La economista muestra sus reservas al respecto sobre el acceso transversal que este modelo promete: “¿El individualismo a ultranza, lo que hay quien llama el anarcocapitalismo, realmente nos va a ayudar a avanzar hacia sociedades más equitativas? No parece muy plausible y realista”. ¿Hacia dónde va entonces una economía más inclusiva, accesible y feminista? La analista cultural Rebecca Jennings lanzaba dos posibles respuestas desde su newsletter, The Goods. La primera: “Intentar construir algún tipo de Web4 para reemplazar la dependencia de las criptomonedas, el blockchain y todo el complejo financiero global comprometiéndose con la diversidad, la inclusión y la igualdad y sin producir millones de toneladas de dióxido de carbono?” O una segunda que pasa por “ir allá donde estén los cripto-bros y derrocarlos en su propio juego”.
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