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Ángela Molina: “Creo que la única vez que me he ido de un rodaje fue porque maltrataron delante de mí a un eléctrico”

Después de 50 años haciendo películas, Ángela Molina no ha perdido un ápice de entusiasmo; tampoco la belleza y el carisma inconfundibles que la han convertido en la leyenda viva española más divertida, intensa, apasionada, valiente, natural, cercana e irrepetible

Ángela Molina
Ángela Molina con top de punto y falda de algodón, todo de ALAÏA.Nico Bustos
Raquel Peláez

La leyenda de Ángela Molina (Madrid, 68 años) no se sustenta solo sobre las 110 películas y 110 mujeres a las que ha dado vida a lo largo de una carrera que ahora llega a sus bodas de oro. Tampoco sobre la adoración que por ella han sentido tantos gigantes (de Buñuel a Tornatore, pasando por Almodóvar), sobre su belleza imperecedera (que sigue cautivando a las firmas de moda, de Zara a Miu Miu, que la invitó a formar parte de su último desfile), ni sobre su osada forma de afrontar el paso del tiempo, que por otro lado, en ella transcurre de forma prodigiosa.

Madre de cinco hijos, abuela, trabajadora incansable, este año tiene tres proyectos a punto de ver la luz: en el festival de San Sebastián estará con Last Breath, donde la ha dirigido Costa-Gavras; a finales de septiembre aparece en la serie Regreso a las Sabinas de Disney +, en la que tiene una colaboración especial, y el 15 de noviembre estrena Polvo serán de Carlos Marques-Marcet, en la que es protagonista. Los 50 años en el cine de Ángela Molina tienen también que ver con una manera de estar en el mundo única y una forma hipnótica, que a veces parece imitar la estructura de las coplas con las que su padre se convirtió en un ídolo, de expresar sus pensamientos. Como cuando al otro lado del teléfono, para esta entrevista, describió el lugar desde donde habla, Ibiza, la isla a la que llegó siendo adolescente y de la que ya nunca pudo irse: “Con esta disposición de estar en medio del mar, pareciera que cuando llegas aquí, el cielo se estrella solo, los amaneceres son imposibles, y cuando se pone el sol encima del horizonte parece que pueda rodar hasta el infinito”.

¿Por qué su familia se fue a Ibiza en lugar de a otro destino más habitual para las grandes sagas de su tiempo, como Marbella?

Pues nosotros en los primeros años de mi infancia estuvimos precisamente en Marbella, en Málaga, porque esas eran nuestras raíces, la tierra de mi padre. Pero entonces él compró en la costa alicantina, en Benidorm. Se había hecho con una sala de fiestas muy potente, con jardines y todo, donde iban a actuar Johnny Hallyday, Charles Aznavour, Lola Flores, Frank Sinatra, Rocío Jurado. El Burro se llamaba. Cuando tenía 15 años o así, le pedí las llaves de la casa a mi madre y le propuse a una amiga, que por cierto se llamaba como yo: “¿Por qué no vamos a una isla que se llama Ibiza, que me encantaría conocer, que no la conozco todavía?”. Y cogimos y planeamos el viaje. Yo lo de los viajes ha sido mi debilidad desde niña. Ya me gustaba más irme de tournée con mi padre que de vacaciones con los hermanos.

¿Y recuerda lo más divertido que le pasó en aquel primer viaje?

Aparte de enamorarnos de todo, gastamos el poco dinero que llevamos y nos quedamos varadas en la isla. Y entonces, como por arte de magia, me encontré al tío de una de mis mejores amigas, que era piloto de Iberia. Él nos dio dinero para seguir unos días más y seguir siendo absurdamente felices.

Esta mención al dinero me hace pensar que lleva 50 años trabajando cuando quizá en realidad no lo necesitaba. ¿Por qué ha trabajado tanto?

Mi padre me dejó muy claro desde que era muy niña que tenía que tener un trabajo que me diera siempre la libertad de sentirme persona, creadora de mi propia existencia y que no tenía que cargar a nadie con la responsabilidad de mi propia vida. Que al contrario, tenía que estar disponible siempre para poder echar una mano a los que amase.

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina con vestido de manga corta negro con falda godet, de COS Atelier, y botas altas de piel, de SENDRA.Nico Bustos

¿Se atrevería a tildar esa forma de pensar de su padre como “feminista”?

En el caso de mi padre era sentido común. No es que yo fuera una mujer y por eso me lo dijese. Nos lo decía a todos. No creo que él lo apoyase en ningún concepto. Simplemente sabía de qué iba la vida, porque a él le había pasado igual. Él había salido de su casa siendo niño porque confiaba en su sueño y al final su sueño llegó a ser su vida.

¿Le llegó a decir a usted qué pensaba sobre cómo había llevado su carrera?

Bueno, es que él era muy especial. Creo que películas mías solo vio una. Me decía: prefiero verte a ti en realidad y no en la ficción porque lo paso muy mal. No quería que se mezclara mi oficio con la vida real porque si él me veía sufrir en la ficción, él sufría. Solamente vino al rodaje de Las cosas del querer y lo pasamos genial. Ojalá hubiese venido a más, pero seguramente él necesitaba esa pureza en nuestra relación.

¿Por qué?

Creo que vio Lola de Bigas Luna y le dolió tanto cómo mataban a ese personaje que tomó esa decisión.

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina con abrigo de piel sintética, de MIU MIU. Nico Bustos

¿Y dónde encontraba usted la validación que él no podía darle?

Para mí siempre ha sido importante, en las historias que yo amo, en las que yo creo, en las que me implico, encontrar el amor del público. Eso es lo que me hace feliz.

¿Cuál es la crítica más demoledora que es capaz de recordar?

Nunca le he dado demasiada importancia a eso. Habrá habido alguna más bien insólita, si acaso. Una vez insinuaron que en una escena de una película de Chávarri en la que hacía un baile antes de suicidarme podría haber estado drogada. Me dolió mucho porque era una consideración que nunca se me habría pasado por la cabeza. Pero la crítica sirve, claro que sí. Y si meto la pata hasta el fondo, intento hacerlo mejor.

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina con prendas de MIU MIU.Nico Bustos

Este año ha estado a las órdenes de un director jovencísimo, Carlos Marques-Marcet, y de otro veteranísimo, Costa-Gavras. ¿Notó diferencias obvias en sus formas de trabajar?

Son generosidades apabullantes y distintas las dos. Costa a sus 92 años me ha descubierto un mundo que no conocía. Su trabajo es de una precisión realmente conmovedora. Te va pidiendo exactamente lo que necesita y luego te hace dar el do de pecho con tu propia libertad. Es excelso trabajar con gente muy veterana, como Liliana Cavani, que tiene cerca de 90, con la que también he trabajado este año. La verdad es que si lo pienso he trabajado con gente muy mayor muchas veces e incluso con gente que estaba haciendo sus últimos trabajos, como fue el caso de Buñuel.

¿Y por qué cree que es?

Porque estoy bendita, porque otra solución no veo [risas].

Esas quejas que muchas mujeres se atrevieron a formular por primera vez en voz alta gracias al MeToo, ¿le llevaron a mirar de otra forma su carrera, a hacer una revisión?

A mí no me ha hecho falta hacerla porque esas cosas jamás me han pasado. Siempre he tenido relaciones muy transparentes. Nunca he pasado por esos lares. Incluso hace poco vi una película con toda esta temática y me pareció bestial. Dije: “Dios mío, qué situaciones, qué cosa tan loca, tan inadmisible”.

No le hablo solo del aspecto sexual, sino también de las relaciones de poder. Antes quizá los directores eran más despóticos, ¿o tampoco tiene ese recuerdo?

Y los que tengo los trato de olvidar [risas].

O sea que algún director despótico sí se ha encontrado.

Pero no conmigo. Con quien tenía al lado, que es lo mismo. Y eso no puede ser, no se puede admitir. Creo que la única vez que me he ido de un rodaje fue porque maltrataron delante de mí a un eléctrico. Y terminó siendo bastante cómica la historia porque el productor vino a decirme: “Ángela, hay que volver. No te preocupes, que yo lo voy a arreglar”. Se fue al rodaje y cuando volví había llegado a los puños con el director, como en un wéstern.

¿Pero usted volvió o no?

Sí, sí, volví. Hablé con él y todo se enderezó. Porque uno se puede equivocar. Yo creo que la comunicación es la llave que nos hace humanos y el sentido común es una especie de luminaria que todos tenemos. Hay que cultivarla porque todos nos necesitamos. Hay personas que tienen tanto carácter que saltan por encima de ellos mismos. Yo he conocido y he trabajado con directores que amo profundamente y que en el set pues chillan, se cabrean. Pero por debajo de eso está el conocimiento que tú tienes de ese ser, lo que tú amas de ese ser. Y lo otro es puro carácter que también sabemos reconocer y forma parte de la historia. O sea, no vamos a ser de repente todos perfectos.

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina con top y falda con estampado en tonos verdes y rosas, de DRIES VAN NOTEN, y botas altas de piel, de SENDRA.Nico Bustos

Y entonces, ¿cuál sería el límite del carácter?

Las injusticias, el no respetar. Si yo respeto y no me respetan, eso es muy duro. Y viceversa.

¿Es usted de las que tiene que estar de acuerdo moralmente con una historia para elegir implicarse en ella?

¿Sabes qué pasa? Que a mí la vida me ha acabado demostrando que cosas que no te imaginas, luego te suceden. Yo puedo ser cualquiera, no ejerzo de juez. No sé y no debo. Si se trata de contar una historia, hay que ser capaz de convertirse en cualquier persona.

En Polvo serán, la película en la que la ha dirigido Carlos Marques-Marcet este año, aparece el tema de la eutanasia, ¿cuál es su postura en la vida real?

La muerte es parte de la vida. Si uno sabe que le espera algo insoportable en cuanto a dolores o penurias, algo que te denigre como ser humano o te convierta en una carga, has de ser libre para decidir sobre tu partida. Es algo con lo que la sociedad ha de contar. Hay que abrir esa puerta a que el ser humano sea libre hasta el final. Solo Dios sabe por qué, pero somos libres.

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina lleva chaqueta de terciopelo bordada, pantalón bombacho y sombrero de fieltro con strass, todo de GIORGIO ARMANI.Nico Bustos

¿Cuál es su espiritualidad?

Eso no se puede resumir tan fácilmente. La espiritualidad es una vida entera: lo que te mueve, lo que te conmueve, tu soledad, tu alma. Todos somos creadores y creados por el creador. Todos somos una unidad. Para mí eso es así.

¿Pero se identifica con alguna religión?

Me gustan todas, mirarlas, cotejarlas, porque son maneras distintas de llegar a Dios y como tengo tanta imaginación, me gustan todas.

¿Y tiene alguna superstición?

Como decía Fernando Fernán Gómez, si tengo al lado a alguien supersticioso no me importa hacer su ritual. Me hacen un poco de gracia. Eso de coger un salero y echar la sal para atrás… me siento como los niños. Ahora, tampoco me pongo debajo de una escalera [risas].

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina con abrigo de terciopelo negro con detalles bordados en piel, de GIORGIO ARMANI, y botas altas de piel, de SENDRA.

En sus momentos más recogidos: ¿Habla con gente que ya no está?

No, yo creo que los que no están siguen estando en nuestro corazón, nos siguen conformando. Ellos no se han ido. Y de hecho, los hemos conocido lo suficiente como para saber que están con nosotros. Lo que es más complicado es sufrir esa ausencia, porque les sigues necesitando y ya no puedes abrazarlos.

Su madre falleció hace relativamente poco. ¿Se reconoce usted haciendo cosas que le recuerdan a ella y que jamás pensó que haría?

Mi madre, si tenía que decirte una verdad, o su verdad, para protegerte o para abrirte los ojos, te la decía sin adornos y si te hacía daño pues tenías tú que recomponerte, porque era lo que ella pensaba que era bueno para ti. Yo a mis hijos los acepto como son, como a mí me aceptaron, aunque fuese vertiginosa. Los adoro, no hay palabras para describir ese afecto, simplemente que a veces les hablo antes de pensar [risas].

¿Y en qué es diferente la Ángela abuela de la Ángela madre?

Los nietos te dan un amor que tú no has cultivado. Es de hecho, el tesoro que te dan tus hijos. Lo que sientes con tus nietos es como si su amor viniera de la sangre más que de lo que vives con ellos. Esa es una dimensión muy dulce. Por eso dicen que el amor a los nietos es tan dulce, porque es un regalo.

Ángela Molina con vestido de seda con textura rugosa, de MIU MIU.
Ángela Molina con vestido de seda con textura rugosa, de MIU MIU.Nico Bustos

Si piensa en sus 50 años de carrera, ¿cuál es el personaje que más le ha hecho sufrir?

Los personajes que más te tocan son aquellos que hacen cosas que tú no has hecho ni piensas que pudieras hacer en tu vida. Esos que dices: Dios me libre. Por ejemplo, matar. Yo tuve que interpretar a una persona que por un ataque de celos había quemado la cara a otra con ácido y quise ir a visitarla a la cárcel para intentar comprender algo. Finalmente no pude porque la cambiaron de prisión. Y el primer día de rodaje en Barcelona, cerca de la Rambla, se me acerca una persona que estaba limpiando los pórticos y me dice: “Yo estuve en la cárcel con la persona que va a interpretar usted”. Y entonces me contó que era una persona muy buena, que lo daba todo, pero que tenía una enfermedad, que cuando estaban dos o más personas juntas siempre pensaba que estaban hablando mal de ella y entonces lo que tenía en la mano lo tiraba. O sea, que era una enferma, tenía una patología muy grave y en vez de meterla a un hospital, la metieron a la cárcel. Yo sufrí muchísimo con ese papel.

Menciona los celos y la verdad es que me llamó mucho la atención saber que su madre nunca fue celosa a pesar de la de mujeres que pretendían a su padre. ¿Usted tampoco lo ha sido?

Yo ya me curé. Sí, he sido celosa, pero luego me curé. Cuando estás con una persona que te ama y que te hace comprender que eso hay que superarlo, pues se supera.

Ángela Molina en el número de S Moda de septiembre de 2024.
Ángela Molina con top de punto, falda de algodón con abertura lateral y zapatos de tacón con tobillera, todo de ALAÏA.Nico Bustos

¿Y qué hay de los celos profesionales? ¿Los ha sentido o ha vivido la relación con otras compañeras con deportividad?

Yo siempre he tratado de comprender a quien he tenido a mi lado y jamás en un plano de competencia. Siento como una especie de rechazo simplemente con la idea de que eso pueda suceder. No podría pensar en esos términos porque mi oficio no trata de eso.

Pensaba por ejemplo cuando Buñuel le hizo medirse con Carole Bouquet en la que acabaría siendo su última película, Ese oscuro objeto del deseo. Tuvo que ser duro…

Para nada. Nos hicimos muy amigas y nos tenemos un gran cariño y resulta que lo que Buñuel creó era mágico para la gente, porque yo recuerdo cuando presentamos la película en Nueva York, que bajando las escaleras del cine, una mujer decía a su marido: “¿Has visto qué curioso que eran dos actrices diferentes para hacer una sola mujer?”. Y decía el marido: “Pues yo no me he dado cuenta”. Él solo había visto a una mujer. Ese es el genio que tiene Buñuel, que te lleva por donde quiere, como quiere. Era así, te lo daba y tú lo disfrutabas. Y lo que a ti te parece duro, a mí me pareció lo más divertido del mundo, sobre todo porque lo fue. Nosotras preparábamos todo el personaje, las dos. Jamás tuvimos en mente nada que fuera ajeno al goce de celebrar lo que estaba pasando.

Y usted cuando se ve en esa película tantos años después, ¿se reconoce o le parece estar viendo a otra persona?

Me he visto desde los 17 años en la pantalla, y tengo 68. Cuando me veo de joven, reconozco un alma con la que me identifico plenamente, pero no me veo a mí, veo al personaje. La persona que interpretas está por encima de ti y esa persona no eres tú.

Créditos

Estilismo Juan Cebrián
Producción Cristina Serrano
Retoque digital Lorenzo Profilio
Asistente de estilismo Rubén Cortés
Asistentes fotografía Federica Falcone y Héctor Fraile

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.
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