Ir al contenido
_
_
_
_

Rachel Cusk: “Estamos repletas de pensamientos masculinos. Tengo que regresar a un estado primitivo para hallar una realidad femenina”

Con su nueva novela, ‘Desfile’, Cusk se posiciona como una de las autoras más leídas y respetadas al abordar lo emergente sin sobresaltos desde una reflexión casi filosófica

Rachel Cusk
El mundo del arte es el escenario de 'Desfile', la nueva novela de Rachel Cusk.LUIS RIDAO

Rachel Cusk (Saskatoon, Canadá, 58 años) pasó su infancia en Los Ángeles y se trasladó a Inglaterra, de donde era su familia, para estudiar Literatura inglesa en Oxford. Debe ser singular cambiar de horizonte, no así de idioma, y tener la posibilidad de apreciar las texturas de la lengua durante ese movimiento. Para el público en español, la autora, que ahora vive en París, se dio a conocer a través de un ciclo formado por las novelas A contraluz, Tránsito y Prestigio. Todas ellas resultan apacibles pero en absoluto placenteras, son una apuesta drástica por el diálogo. Cusk no desea agradar, no acata, se procura un espacio. A aquel tridente se le unieron dos libros de no ficción, Despojos: sobre el matrimonio y la separación y Un trabajo para toda la vida: sobre la experiencia de ser madre, y dos ficciones de una amplia experimentación formal. Ahora regresa con Desfile —publicada en Libros del Asteroide, como sus anteriores libros—, una novela que reflexiona sobre arte y feminidad.

Rachel Cusk nació en Canadá, creció en Los Ángeles y después vivió en Oxford. Ahora reside en París, ciudad en la que la hemos fotografiado para esta entrevista.
Rachel Cusk nació en Canadá, creció en Los Ángeles y después vivió en Oxford. Ahora reside en París, ciudad en la que la hemos fotografiado para esta entrevista.LUIS RIDAO

¿Es posible que una artista mujer trace una línea entre su vida y su obra?

Uno de los problemas con la representación artística es que algo has de hacer con tu identidad. Tienes que dirigirte a algún lugar con ella, algo que resulta limitante para todo aquel que no posea la centralidad identitaria del hombre blanco; te conduce a tener que explicarte de más, y resulta injusto y cargante. Si formas parte de una marginalización, ni siquiera posees libertad artística: has de representar los márgenes de los que procedes. La alternativa sería ignorar esa marginalidad (en este caso, y para este libro, la feminidad), e intentar crear un espacio masculino en los mismos términos, y este escenario es problemático. Siempre he considerado fatigoso este proceso, pero esencial para crear algo a partir de quien tú eres. Sin embargo, a veces utilizamos términos masculinos para referirnos a las mujeres. He escrito mucho en torno a esto, sobre la idea de cómo las mujeres que consumimos cultura estamos llenas de percepciones masculinas: en los libros que hemos leído, las cosas que hemos mirado, la música. Estamos repletas de pensamientos y observaciones masculinas. Cuando pienso en mí misma como creadora, tengo que regresar a algún estado primitivo para encontrar una realidad femenina.

Para mí también fue una sorpresa.

Se trata, un poco, de volver sobre la cuestión de autoridad, ¿no te parece? Esta especie de idea maravillosa de la misoginia interiorizada, ya que no confiar en la feminidad forma parte de la feminidad en sí misma. ¡No reconoces la feminidad como autoridad! Y así, a fin de intentar adoptar algo de ella en tu vida, tu instinto te conduce a imitar a los hombres, que es algo comprensible, por otro lado. En mi escritura intento encontrar autoridad.

'Desfile' (Libros del Asteroide) es la nueva novela de Rachel Cusk.
'Desfile' (Libros del Asteroide) es la nueva novela de Rachel Cusk.

G, artista protagonista de Desfile, es una identidad en constante transformación a lo largo de la novela, asumiendo los cuerpos de diferentes personas que están expuestas a la violencia del mundo.

En el libro hay también hombres que crean. El objetivo era desmentir la idea de que se puede contemplar la feminidad de manera aislada. La sensibilidad femenina nace de la diferencia abrupta con los hombres o de una relación violenta con ellos. Siguiendo a los de la clase de G, de hombre creador, intenté mostrar un desarrollo o evolución desde el primer G, que es el modelo clásico.

¿Ha leído el libro de Celia Paul en el que habla sobre su relación con Lucian Freud [Autorretrato, Chai Editora]? No podía dejar de pensar en él mientras leía Desfile.

Celia Paul es un muy buen ejemplo: vemos a una mujer más o menos abusada por un hombre cuyo arte nace de la violencia. Freud pertenece a esa clase de hombres, y en aquella historia entre ellos influye el cómo llegó ella hasta él. Esto le impide hacer cosas a ella, incluso en su trabajo, ya que no es capaz de recuperarse de él, y gran parte de su obra es la narración de ese dolor que se le causa. El núcleo de mi novela es mostrar cómo una mujer artista se expone a la violencia biológica de su cuerpo. Es necesario regresar al inicio de la feminidad para que nuestro trabajo arranque también desde el comienzo. La figura más reconocible en mi libro es Louise Bourgeois, que fue alguien cuyo viaje empieza en su cuerpo, en su infancia; luego en ella como mujer que desea, su maternidad, el matrimonio. Ella vivió tanto que logró atravesar todo ese material y reconocerse como autoridad.

Cusk, en un café parisino.
Cusk, en un café parisino.LUIS RIDAO

Al leer la novela pensé en ella, porque intentó vivir en un mundo libre de la influencia de la mirada masculina.

Hay una frase en el libro en la que alguien dice: “Ella era tan buena como cualquier otro hombre y tan mala como cualquiera de ellos”. Es algo horrible, pero habla de la libertad de una mujer para ser mala. Louise Bourgeois pudo llegar a ese punto porque vivió lo suficiente. Tal vez, eso sí, no deba considerarse un logro para las artistas ser tan desagradables como pudiera serlo un artista masculino. Es importante que haya igualdad en todos los aspectos.

A lo largo de la novela, la violencia está muy presente, tanto la que se inflige como la que se recibe. ¿Qué papel juega la libertad en la violencia?

Una parte de lo que consigue Desfile es utilizar el arte visual para aproximarse, y mucho, a la violencia más radical que supone vivir. La narrativa no logra esto realmente por sí sola, ya que en ella se necesitan explicar las cosas, establecer una cronología. En una imagen, en cambio, se da la creación de la imagen en sí. Ambas cosas, la libertad y la violencia, se encuentran muy cerca la una de la otra, y hacen que el acto creativo tenga materialidad. Insisto, el arte se acerca más a algunos aspectos de la existencia. En todos mis libros procuro acercarme a una definición de lo que es la libertad, y en este libro la diferencia entre libertad y exposición es mínima.

¿Y qué papel tiene la libertad para usted?

El hombre nace libre naturalmente, y para intentar replicar eso en la vida de una mujer se ha de atravesar una serie interminable de experiencias para desprenderse de los distintos tipos de opresión. El impulso de ser libre es el impulso de liberarse de las limitaciones y de quién puede definir lo que eres. Así que, cuando te liberas de las restricciones, ¿eres libre o ahí es donde empieza el trabajo?

¿Qué valor cree que tiene el trabajo literario?

La literatura es un medio complicado porque está inmersa en la economía del lenguaje, que a su vez conecta con la realidad de modo que no puede alterarse. Un libro no es una pintura. Un libro no puede ser abstracto. Un libro no puede ser silencioso, estático, icónico. El libro mercantiliza lo mejor y lo peor de los seres humanos, además de ser un objeto tan imperfecto como lo somos nosotros mismos, porque también participa en todos los sistemas de creencias, prejuicios y delirios existentes. Un libro es un río que lleva consigo todo. Pero lo que un libro consigue es retener algunas cosas durante un periodo de tiempo en la vida de un lector. Por eso sé que si escribo un libro como el que escribí sobre la maternidad hace 24 años, sé que todavía se está leyendo, que hay mujeres que siguen teniendo bebés y que leen ese libro.

Se refiere a Un trabajo para toda la vida.

Sí, es un excelente ejemplo de algo de lo que ya no formo parte, por cierto. Mis hijas están creciendo. Ya no pienso en bebés con frecuencia. Y, sin embargo, la atención que le dediqué a ese tema hace años fue total. Escribí ese libro en mitad de un periodo vital muy arduo: dos criaturas, sin dinero ni privacidad, ni siquiera paz y tranquilidad. Esta es la diferencia entre masculinidad y feminidad. La vida de una mujer no ofrece las condiciones necesarias para la representación, e intentar crear una estructura representativa a partir del material de tu vida es increíblemente difícil y, a la vez, valioso. Lograr, durante el tiempo que me llevó escribir ese libro, mantener todo aquello en suspenso es algo notable. Cuando alguien que escribe hace eso, genera quietud. En términos cronológicos, es algo poderoso, y no hay muchas personas que lo consigan.

La escritora, paseando por la ciudad del Sena.
La escritora, paseando por la ciudad del Sena.LUIS RIDAO

¿Considera que se ha roto el contrato social? A veces actuamos como vampiros entre nosotras, ¿es porque deseamos pertenecer al club de los chicos?

Es una consecuencia desafortunada de cualquier tipo de opresión que las personas oprimidas, en su camino hacia la no opresión o la libertad, terminen luchando entre sí. En un estado opresor, hay un enemigo común. Expresado así, crea la ilusión de un propósito colectivo, favorece la armonía y el acuerdo. En este contexto, el valor de la literatura radica en generar consenso. Se pueden representar las cosas de tal manera que personas con percepciones y niveles de agresión diferentes puedan encontrar un terreno común. Es aterrador ver a grupos que deberían aliarse pelearse entre sí. Así, vivimos un momento políticamente angustiante: los no demócratas están sentados muertos de risa. Tengo fe en la cultura humana, pero se requiere honestidad, y eso es lo difícil: a veces parece que las personas son demasiado honestas. Si todos guardasen silencio un momento, las cosas funcionarían mejor.

A lo largo del texto, se menciona mucho la palabra “vergüenza”, pero no “culpa”. ¿Es un intento de marcar distancias con la herencia dolorosa?

La vergüenza es un componente clave de la feminidad, y es algo en lo que me identifico con Annie Ernaux. Cuando ella examina su vida, busca los momentos en los que sintió vergüenza y los lugares donde esa sensación persiste. Sabe que debajo de esa vergüenza hay algo que necesita ser representado, solventado, ver la luz. Reconocer y experimenta vergüenza es un proceso doloroso. En lugar de ocultarla, hay que exponerla. Especialmente para las mujeres de mi generación y las anteriores, hay mucha vergüenza en nuestras vidas. Para las mujeres más jóvenes también es así, aunque de una manera un poco diferente. La culpa es un fenómeno cultural impuesto, mientras que la vergüenza es mucho más primitiva y no está relacionada con la moralidad.

¿Es posible liberarnos de la narrativa que nuestras madres proyectaron sobre nosotras? ¿La muerte simbólica de la madre en la novela abre un nuevo capítulo en su escritura?

Sí, y sí: es aterrador deshacerse de una madre. Para alguien de mi generación, la diferencia entre la generación de mi madre y la mía es más grande que la que existe entre mis hijas y yo misma, con lo que ha tenido que ocurrir un cambio a través de ti misma para marcar la diferencia. Al reflexionar sobre ello, es el mejor ejemplo de lo que resulta estresante y asombroso acerca de la feminidad: la feminidad evoluciona. Solo al observar la diferencia entre un par de generaciones, las vidas y las mentalidades tan distintas que tienen las mujeres de diferentes edades, es algo con lo que, como madre, al igual que cualquiera, lucho. Parte de lo que sientes como madre es que has dado tanto… Y si tienes hijas, francamente, has dado para que ellas puedan alejarse de ti y ser libres; serlo más que tú, en lugar de sentirse agradecidas y tratar de compensarte.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_