_
_
_
_

Por qué reivindicar a Helen Rose, la autora del vestido de novia de Grace Kelly, y una de las creadoras más fascinantes de Hollywood

Diseñó el vestuario de más de 200 películas y ganó dos premios Oscar, lo que hizo que las creaciones de Rose fueran las más copiadas por la clase media norteamericana.

12-de-febrero

Grace Kelly se convirtió en princesa de Mónaco al contraer matrimonio civil con Rainiero III, el príncipe constructor, el 18 de abril de 1956 en el salón del trono del palacio real de los Grimaldi. La actriz reconvertida en consorte iba vestida con un dos piezas empolvado y bordado de encaje de blonda que firmó Helen Rose, la discreta diseñadora de vestuario de la Metro-Goldwyn-Mayer a la que Grace había conocido durante el rodaje de Mogambo tres años antes. La mañana siguiente los tortolitos sellaron su amor ante los ojos de Dios, y los de los miembros menos clasistas de la realeza, en la catedral de Nuestra Señora Inmaculada de Montecarlo. La misma en la que ahora están enterrados. El vestido de la novia, de cuerpo de encaje y falda de tafetán de seda con fajín, también era obra y gracia de la diseñadora estadounidense Helen Rose, que la había vestido la víspera. Fue un regalo de la productora cinematográfica para la que trabajaban ambas. Puro marketing. Esta pieza nívea es una de las más copiadas de la historia de la moda nupcial. La sombra de su influencia se alarga hasta nuestros días. La obra de Rose, que también confeccionó el atuendo con el que Elizabeth Taylor se casó en 1950 con Conrad Hilton Jr (tío abuelo de Paris), no sirvió únicamente de inspiración para al sector ceremonial. Tenemos que hablar de la influencia de Helen Rose en el estilo de vestir estadounidense.

Helen Rose nació en Illinois en 1904 en el seno de una familia judía de ascendencia rusogermana de clase media. Su padre, William Bromberg, era copropietario de un negocio de reproducción de obras de Arte y su madre, RayBobbs, costurera. Dos profesiones que acabaron convergiendo en la tarea de Helen. Después de asistir a la Escuela de Bellas Artes de Chicago se empleó como diseñadora de ropa burlesque por 37,5 centavos la hora hasta que se mudó al Oeste después del crack bursátil del 29. En 1930 se casó con Harry Rose en Los Ángeles donde trabajó casi una década dibujando el vestuario de las obras de bajo presupuesto de la productora de los hermanos Fanchon y Marco Wolff. Llegó a vestir a la polifacética Mae West y a sus musculados bailarines elegidos uno a uno por la luz rubia de los días más grises de EEUU. Durante esos años también se ocupó del diseño de The Ice Follies, una suerte de espectáculo itinerante sobre hielo.

Helen Rose trabajando en el vestido de novia de Grace Kelly.
Helen Rose trabajando en el vestido de novia de Grace Kelly.Getty

En 1943 dio el salto al mundo del cine al hacerse cargo del vestuario de Stormy Weather, una cinta musical producida por la 20th Century Fox donde todo el reparto era afroamericano. No fue un rodaje fácil. Helen Rose señaló en sus memorias, “Just Make Them Beautiful”: The Many Worlds of a Designing Woman, que ella misma se ocupó de peinar a Lena Horne después de que un peluquero racista se negase a tocar el cabello de la actriz y cantante negra amparándose en no sé qué norma del sindicato. “Estaban siendo tratados con muy poco respeto. Horne era hermosa, talentosa, elegante e inteligente, pero una mujer negra todavía no se consideraba aceptable en el Hollywood de 1940. Estallé, no podía creer lo que estaba escuchando. Lena realmente cimentó nuestra amistad en ese momento porque nunca perdió la compostura. Se quedó sentada en silencio, sin decir una palabra, comportándose como la dama que es”, escribió.

Dos años después fue reclutada por Louis B. Mayer para formar parte del equipo de vestuario de la Metro-Goldwyn-Mayer que estaba dirigido por Irene Gibbons, con la que no hizo muy buenas migas. La jefa prefería asignar el diseño de sastrería de las películas más importantes a sus tres discípulas: Barbara Krinska, Marion Herwood Keyes e Irene Sharaff.

En 1948 Helen Rose se encargó de la ropa de Elizabeth Taylor, que tenía 16 años, en Una cita con Judy. Gracias a un vestido de gasa violeta, a juego con los ojos de la actriz, Taylor se convirtió en el icono de estilo de las jovencitas norteamericanas. Un par de años después confeccionó para la artista londinense las 47 prendas que vistió en El padre de la novia. Rose se convirtió en la cabeza del departamento de diseño en 1949, cargo que desempeñó hasta 1966. El corsé que Rose dibujó para Turner en La Viuda alegre (1952) fue replicado por la mayor parte de fabricantes americanos y europeos de lencería y bautizado con el título de la película. El vestuario de Mogambo, rodada un año después, influyó en la ropa deportiva durante décadas.

En 1958 se estrenó La gata sobre el tejado de zinc, un drama sureño basado en la obra teatral homónima de Tennessee Williams. A lo largo de sus 144 minutos de duración Elizabeth Taylor sólo viste tres conjuntos: una anodina pareja de blusa y falda de día, una combinación de satén rosa en cuya creación Rose gastó 2.000 dólares y un vestido blanco de cóctel hecho en gasa con escote drapeado en V, cintura remarcada con un cinturón y falda capa. Era la opción B, la primera la había descartado Liz, apoyada por el director Richard Brooks, porque la consideraba un trapo. El sustituto se tornó un pelotazo. Helen Rose vendió miles de copias a 250 dólares del vestido de inspiración griega de la gata. Un año antes la diseñadora de Chicago había lanzado su propia línea de ropa. El vestido estuvo disponible en su catálogo durante seis temporadas. “Descubrí que las mujeres de todo el mundo siempre estaban ansiosas de usar lo que vestían las estrellas de cine”. Dijo la pensante del vestido.

El vestido de gasa de Elizabeth Taylor en ‘La gata sobre el tejado del Zinc’.
El vestido de gasa de Elizabeth Taylor en ‘La gata sobre el tejado del Zinc’.

Las estrellas, como Ava Gardner, Debbie Reynolds, Doris Day o Esther Williams, adoraban a Helen. Muchas se convirtieron en grandes amigas. “Nunca estuve subordinada a las estrellas, ni me asombre. Las traté como al resto, especialmente si eran jóvenes. Comprendí sus problemas; sabían que yo era su amiga”. Resumió en sus memorias publicadas en 1976.

Las prendas de Helen no sólo resaltaban los encantos y escondían los defectos de las actrices, también eran ligeras. Louis B. Mayer le había pedido a Rose que el reparto pareciese hermoso. Nada más. Al productor le importaba poco el confort del casting pero la experiencia de la diseñadora confeccionando atuendos para bailarinas le permitió elaborar diseños funcionales que facilitaban el movimiento de las intérpretes de Hollywood a base de muchos, muchos metros de gasa. Helen era famosa por usar este tejido. “Un hermoso vestido de gasa de Helen Rose, un poco de Dom Perignon, algo de caviar y maldita sea ¡estás casada de nuevo!”, dijo Zsa Zsa Gabor.

El New Look de Christian Dior, inspirado en los vestidos victorianos de Norman Hartnell que vestía la reina madre de Reino Unido, se había impuesto como silueta elegante después de la II Guerra Mundial. La mujer volvió a convertirse en el mayor escaparate de la posición económica del marido. Helen Rose ajustó la tendencia del francés dentro del cine norteamericano y las mujeres estadounidenses adaptaron sus gustos a los de la gran pantalla. A los caprichos de Helen Rose. Muchas de las películas versaban sobre las aventuras y las desventuras de la alta burguesía en la que se miraba la clase media. Vístete para la vida que quieres, no para la que tienes.

La ropa de Hollywood era moda aspiracional más sencilla de plagiar que la Alta Costura europea en la que se basaban todos los diseños de la industria. Los vestidos de Helen Rose fueron los más reproducidos en los grandes almacenes de entonces porque supo adaptar el pomposo New Look  a las necesidades de la clase media estadounidense. El cine sirve de referente para la mayoría de espectadores; en aquella época mucho más numerosos que los de ahora. Las películas recogen realidades pero también las ficciones crean las realidades. La propia Rose ofertó, a través de las revistas apellidadas femeninas, los patrones de sus creaciones para que las cinéfilas los pudiesen copiar.

Helen Rose trabajando en el vestuario de una película.
Helen Rose trabajando en el vestuario de una película.Getty

Helen Rose diseñó el vestuario de más de 200 películas y ganó dos premios Oscar. En 1952 por Cautivos del mal y en 1955 por Mañana lloraré. Su talento, lamentablemente, ha quedado eclipsado por el de su homóloga y coetánea Edith Head que trabajó para la Paramont Pictures y los Estudios Universal, ganó ocho estatuillas doradas de la Academia y se coloreó a sí misma como a un personaje de la moda estereotipado. Rose no tiene una canción (los They Might Be Giants le dedicaron a Head  She Think She is Edith Head) pero Mi desconfiada esposa (1957) está parcialmente inspirada en su figura. En la divertida comedia romántica Lauren Bacall interpreta a una diseñadora que se enamora de un periodista deportivo. Rose se ocupó del diseño de vestuario. Incluido un ficticio desfile para compradores con piezas de Haute Couture. “A ningún diseñador de estudio se le había pedido que hiciese algo como esto, y sabía que los ojos del mundo estarían sobre mí y el departamento de MGM”. Dijo Rose, según recogen Jay Jorgensen y Donald L. Scoggins en su libro de 2015 Creating the Illusion (Turner Classic Movies): A Fashionable History of Hollywood Costume Designers.

Alguna de las piezas de este largometraje forman parte del armario más caro de la historia del cine. No hay sencillo rock que se pueda comparar a este homenaje cinematográfico de casi dos horas de duración. Tras su muerte en 1985, la discreta Helen, legó sus escasos archivos (la mayoría eran propiedad del estudio) a la agente de modelos Marilyn Visel que en 2011 los donó a la Palm Springs Historical Society (organización cultural que vela por la memoria de la zona) que de vez en cuando organiza desfiles con las muestras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_