Una molécula elimina el 'escudo de invisibilidad' de las células tumorales
El compuesto convierte el cáncer en una diana para el sistema inmunitario
Es todavía en ratones, pero su funcionamiento abre una prometedora vía para un nuevo abordaje del cáncer a largo plazo. Tan a largo plazo que desde el descubrimiento de la primera parte hasta ahora ha pasado una década, lo que puede indicar el ritmo del trabajo. Se trata del funcionamiento de una molécula que protege a las células tumorales frente al propio sistema inmunitario del afectado, y, en un nuevo hallazgo, de cómo dejarlo inoperativo.
El trabajo, que recoge al edición digital de Sciencenow de la revista PNAS, se refiere a una proteína descubierta hace más de 10 años: la CD47, descubierta por Irvin Weissman de la Universidad de Stanford. Este compuesto es una especie de salvoconducto que hace que los macrófagos –las células del compuesto inmunitario que se encargan, literalmente, de comerse los patógenos o las células dañinas- las respeten.
Este salvoconducto está también en células que circulan en la sangre, pero en las cancerígenas, en concreto, en las de leucemia, se encuentra sobreexpresada, como si precisamente por su carácter perjudicial necesitaran estar más protegidas. Y lo que se ha encontrado es un sistema que anula esta protección.
El ensayo ha tenido varias fases, como es habitual. En una primera se expusieron células de leucemias y linfomas a macrófagos, y se vio que estos las respetaban: es decir, reconocían la señal que las protege.
En esta etapa in vitro (en laboratorio, para diferenciarla de ensayos en animales in vivo) siguió otra en la que se añadió al cultivo un compuesto –el embrión de un futuro fármaco- que bloquea la CD47. Por seguir son el símil, sería un sello que anula el poder del salvoconducto. Y ase vio que los macrófagos cumplían su papel, y las destruían.
El efecto era tan poderoso que no solo se destruían las células de linfomas, sino también de otros tipos de cáncer, como el de mama, vejiga, colon, cerebro, ovario y próstata.
En una segunda fase, se implantaron estos cultivos tumorales humanos en los pies de ratones –algo habitual en estos trabajos ya que es más fácil seguirlos-, y se vio que cuando se daba al animal el antiCD47 (el sello que anula el salvoconducto, en el símil), el tumor desaparecía. Por ejemplo, en los 10 casos en que se implantaron células de tumor de vejiga, este desapareció, y solo en un caso hubo una afectación de un nódulo linfático (la prueba de una cierta propagación del cáncer). En el caso del cáncer del colon, la lesión se redujo a un tercio, y cuando se probó con cánceres de mama, desaparecieron incluso durante cuatro meses.
El tratamiento afecta también a células sanas
“Hemos visto que incluso cuando los tumores se habían implantado, estos desaparecen o se reducen y se frena la metástasis”, concluye Weissman.
Una de las pegas del descubrimiento es que el tratamiento no es específico: todas las células afectadas –sobre todo las sanguíneas- perdían su protección ante los macrófagos, pero la ventaja es que el animal era capaz de reponer su población después de eliminado el tumor.
En un ensayo en esta fase, solo se puede calificar el descubrimiento de prometedor. Y así lo hace, por ejemplo, Tyler Jacks, del MIT, que indica que “el entorno de un tumor en un humano es más complicado que el de uno implantado en una pata de ratón”. Pero el trabajo va en la línea de una vieja aspiración: que sea el propio sistema inmunitario el que, con ayuda, se encargue de destruir los tumores.
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