El “circuito virtuoso” de la alimentación
842 millones de personas en el mundo pasan hambre y su única preocupación es buscar comida para subsistir La FAO aboga por un apoyo a políticas destinadas a paliar las situaciones de desnutrición en las zonas más desfavorecidas del mundo rural
Leela, junto a su marido, sus padres y sus seis hijos viven en una chabola de un barrio suburbial de Benarés (India). Cada mañana prepara los uniformes de Isop, de 10, Surfaraj, 9, y Jasmine, de 7 años para ir a la escuela. Cursan 2º y 1º de primaria y párvulos respectivamente a pesar de su edad. Emigraron hace unos años desde la zona de Bengala occidental buscando un futuro mejor. “En casa cocino normalmente arroz, lentejas y algunas hortalizas. Cocino carne sólo 1 ó 2 veces al mes. Pescado lo comemos más, una vez a la semana, porque mi madre vende pescado y nos lo da gratis. Pero en casa no entra paneer -queso fresco fermentado de búfala-, ni leche. No tenemos dinero para poder alimentar tantas bocas y son productos caros. Si tomamos alguna vez chai -té con leche típico de la India-, es cuando nos lo prepara mi madre. Nosotros con tantos hijos no podemos comprar leche”, explica Leela, que desde hace unos meses es promotora de salud en el barrio de Sigra, donde vive, con la ONG española Semilla para el Cambio.
Isop, Surfaraj y Jasmine son una pequeña muestra de las 842 millones de personas, uno de cada ocho habitantes del planeta, que padecen hambre crónica, es decir, que habitualmente no comen lo suficiente para llevar una vida sana y activa, según el informe El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2013 (SOFI) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Isop, Surfaraj y Jasmine esperan pacientemente, en fila india, su turno para el desayuno y el almuerzo que reciben, junto a otros 130 niños –un menú planificado cada 15 días a base de leche, queso, diversas frutas y hortalizas, carne, huevo y pescado- entre las clases extraescolares del proyecto educativo de esta ONG española y las clases del colegio RS Montessori. “El proyecto de nutrición se puso en marcha en 2010 cuando vimos la necesidad de mejorar la salud de las niñas y niños escolarizados en nuestro proyecto. Está muy bien proporcionar una educación pero cuando todos los estudiantes están por debajo de la talla y peso o vienen a clase sin estar bien alimentados y enferman fácilmente, no pueden pensar en estudiar ni rendir académicamente”, explica María Bodelón, directora de Semilla para el Cambio.
Alimentos que curan
Son unos productos que no necesitan ser cocinados, tienen sabor a crema de cacahuete y contienen los 40 micronutrientes que ayudan a paliar la desnutrición severa, que sufren unos 20 millones de niños en todo el mundo. Así define Médicos sin Fronteras los llamados alimentos terapéuticos listos para su uso (RUTF, en sus siglas en inglés) que en 2011 se comercializaron alrededor de 32.000 toneladas en todo el mundo. “El impacto psicosocial es menor porque estos niños no necesitan ser hospitalizados y el tratamiento se puede administrar de manera ambulatoria o en su casa. Así las madres no abandonan a sus otros hijos ni sus tareas productivas”, explica Nuria Salse, especialista de nutrición en MSF. Esto ha permitido tratar a 3,2 millones de niños, un 16% de esos 20 millones que necesitan atención nutricional urgente, según estimaciones de la organización médica, que considera esta cifra “insuficiente”, ya que las ayudas alimentarias internacionales siguen priorizando las mezclas de harina enriquecidas que no contienen los nutrientes animales necesarios.
Un niño con esta enfermedad necesita tres dosis de alimento terapéutico durante 46 días. Cada paquete vale 0,25 euros, luego el tratamiento completo tiene un coste de 35 euros. “Además del uso de los alimentos terapéuticos centramos nuestros esfuerzos en la salud preventiva. Gracias a esta política de prevención se ha reducido la mortalidad infantil en un 50%, ayudados por el suplemento nutricional de leche en polvo que contiene proteína animal necesaria para el crecimiento”, asegura Salse.
La desnutrición crónica, conocida como hambre silenciosa, afecta a 165 millones de niños en todo el mundo, de los cuales 55 padecen desnutrición aguda, según datos de Acción contra el Hambre. “Una persona que no come o se alimenta adecuadamente padece daños en las conexiones neuronales, que son más débiles, y la consecuencia es la amputación de su potencial intelectual. Se pueden llegar a perder dos puntos de cociente intelectual”, asegura Amador Gómez, director técnico de Acción contra el Hambre, que estima que la desnutrición tiene un coste equivalente al 2%-3% del PIB mundial, que equivale entre 1,4 y 2,1 billones de dólares por año.
El derecho a la alimentación se recoge en el artículo 25º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y es el primero de los ocho objetivos del milenio para 2015. Aun así siguen existiendo grandes diferencias en la reducción del hambre. La región con una tasa más alta de personas subalimentadas es el África subsahariana, donde se calcula que uno de cada cuatro africanos (el 24,8%) padece hambre. El avance hacia una mejor alimentación también es menor en Asia meridional y África del Norte, mientras que en los países de Asia Oriental, Sudeste asiático y América Latina, se ha producido una reducción mayor del número de hambrientos, según el informe de la FAO. “La nutrición debe estar en el corazón de los planes de desarrollo de un país. Es la hipoteca de futuro de un pueblo. Es de vital importancia hacer hincapié en niños que van desde los seis meses hasta los 2 años. El círculo que conforma la desnutrición, acarrea defensas bajas y niños más proclives a contraer enfermedades, como la malaria, lo que les lleva al punto de partida de la desnutrición”, explica Nuria Salse, especialista en Nutrición de Médicos Sin Fronteras (MSF). La organización lleva a cabo actualmente un programa integral contra la desnutrición y la malaria en Níger.
Los hidratos de carbono, los lípidos procedentes de aceites y la proteína animal son nutrientes fundamentales en la alimentación de cualquier ser humano. “No es posible luchar contra la desnutrición sólo con verdura, fruta y hortalizas, las proteínas también son necesarias. La sensación de hambre se pasa pero ¿lo que comemos es suficiente?”, denuncia Gómez, de Acción contra el Hambre.
Además de una alimentación equilibrada, el informe de la FAO hace hincapié en el desarrollo de políticas económicas destinadas específicamente a los pobres que viven en las zonas rurales. "En los países pobres, la reducción del hambre y de la pobreza sólo se logrará con un crecimiento que no sólo sea sostenido, sino también ampliamente compartido", señala el estudio. En esta misma línea, Nuria Salse (MSF) reclama más políticas enfocadas a evitar situaciones de emergencia alimentaria que se “repiten cada año por las mismas fechas. No es admisible que tengamos que tratar casos de emergencia cuando se pueden prevenir y cuando realmente es insuficiente para paliar el tema de la desnutrición en profundidad”, apunta la experta en nutrición. Para acceder a estos alimentos es necesario que se configure un “circuito virtuoso” de la alimentación “Hay que invertir en agricultura y mejorar el acceso a la tierra y enseñar técnicas agrícolas eficientes: El circuito virtuoso de la nutrición se consigue mejorando las vidas de los más desfavorecidos, contribuyendo a su progreso económico y esto repercutirá, finalmente, en su nutrición”, concluye Gómez.
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