El desamparo de ser paciente de coronavirus en Madrid
Hay muchas cosas que se te pasan por la cabeza: ¿Por qué nadie me llama? ¿Por qué nadie se asegura de que estoy en casa? ¿Por qué no me dan una baja? ¿Por qué nadie me pregunta por mis contactos?
Los síntomas comenzaron el lunes por la tarde. Al principio, fue tan solo un ligero picor de garganta. Luego, dificultad para tragar. Después, dolor de cabeza. Me tomé un paracetamol, lo atribuí al cansancio y esperé que al día siguiente los síntomas hubieran desaparecido. No lo hicieron.
Esa mañana me dolía la cabeza y todo el cuerpo, pero no tuve fiebre. Estaba cansada. Pensé que sería un catarro, o una gripe, una de las tantas que mi sistema inmunitario tiene a bien cazar todos los otoños e inviernos y que me dejan fuera de juego unos días. Aun así, como redactora jefa de Ciencia de EL PAÍS, he leído lo suficiente estos meses para saber que estos síntomas tan inespecíficos podían serlo también de coronavirus. Me autoconfiné, avisé a los amigos con quienes había pasado el fin de semana anterior y empecé a llamar a mi centro de salud. Digo “empecé” porque lo hice durante horas; a veces colgaban, otras veces saltaba a otro número, otras veces escuchaba una música, otra vez incluso escuché una voz en inglés pidiéndome paciencia. Mientras, intenté también pedir cita por la app de Salud Madrid. Mi médico estaría ausente decían durante los siguientes siete días, decía la app, y me daban la cita para el 10 de octubre, algo totalmente inútil tuviera catarro, gripe o coronavirus. En esa app no se puede pedir cita con otro médico, ni escribir un correo al centro, ni pedir que te llamen. Llegue a la conclusión de que no hay manera, si eres sospechoso de coronavirus en la Comunidad de Madrid, de contactar con tu centro de salud, que es lo que supuestamente debemos hacer si los síntomas no son graves y no queremos saturar las Urgencias. Me pregunto cuánta gente con síntomas leves lo deja aquí y sigue con su vida. Al final terminé recurriendo a un truco: pedir cita con mi enfermera, y ahí sí, pude dejar mi móvil para pedir que me llamaran al día siguiente, miércoles.
Los síntomas, mientras, fueron cambiando. Comenzó la tos, apareció la diarrea, el dolor de cabeza no desaparecía ni a fuerza de paracetamoles, se intensificó la fatiga, pero nunca llegó la fiebre (uno de los síntomas más mencionados en todos los estudios), o quizá la enmascaró el paracetamol. Afortunadamente, tengo mucha información a mi disposición y una hermana médico siempre al teléfono. Nunca dejé de pensar que era una simple gripe, nunca dejó de preocuparme que no lo fuera.
Un enfermero de mi centro de salud me llamó el miércoles, tomó nota de los síntomas y programó la PCR para el día siguiente, jueves, a las 9 de la mañana. Tuve la mala suerte de que ese día, a esa hora, diluviaba. Una veintena de personas hicimos cola bajo la lluvia a la izquierda de la entrada del centro de salud a la espera de la PCR. A la derecha estaban los que esperaban analíticas. No nos preocupaba guardar distancia de seguridad, ya que nos estábamos empapando. Estuvimos unos 20 minutos esperando y, mientras, varios ancianos se acercaron al centro de salud porque no se encontraban bien y no conseguían que nadie les cogiera el teléfono para darles cita. No podían pasar al interior a sentarse sin esa cita, y permanecieron fuera del centro de salud, mientras un enfermero desbordado trataba de organizar las PCR, las analíticas y las peticiones de cita, en medio del caos. Me dieron un papel que arrancaba “Usted ha estado en contacto con un positivo…” y consideré inútil explicar que no.
Me sorprendió la calma en el interior del centro de salud comparado con el caos de la entrada. Una barricada de sillas y bancos volcados impedían el paso, y una enfermera repasaba el historial y te indicaba dónde debías esperar a que te llamaran para hacer la PCR. Pasamos de dos en dos y nos hicieron rápida y eficazmente la prueba (hisopos por la nariz y la boca) que, ya saben, es extremadamente desagradable, pero rápida. Cuatro o cinco días para los resultados, me dijeron. También me contaron que hacen cientos de pruebas al día, solo en este centro. No sonó un teléfono en todo el tiempo que estuve allí, ¿a dónde van las llamadas que nadie atiende?
Los síntomas fueron remitiendo, lo cual me convenció de que era un simple catarro y había exagerado. Me arrepentí de haberme hecho la prueba; cuánto tiempo perdido, preciosos y necesarios reactivos echados a perder, mi pareja y yo confinados, y todo, por un simple dolor de garganta… Algunos amigos se burlaron de las excesivas precauciones que habíamos tomado, y les di la razón. Aun así, permanecí atenta a cualquier otro síntoma; sé que a veces el virus ataca con virulencia después de unos días en que simplemente está tomando la medida de tu sistema inmune.
Estábamos dispuestos a pasar el fin de semana en casa cuando el sábado recordé que una amiga nos había hablado de que ella pudo ver los resultados de su PCR gracias a una página que no conocía y de la que nadie me había hablado: Mi Salud. Es una página web de la Comunidad de Madrid en la que puedes acceder a tu historial clínico, siempre y cuando tengas un certificado, DNI electrónico o Clave PIN. Yo lo tengo, accedí, y además de recordar que también me contagié de gripe A en su momento (maldito sistema inmune) allí estaba: un PDF con el resultado de mi PCR, con fecha del día en que la hicieron, hacía dos días. No había dudas: resultado positivo.
Hay muchas cosas que se te pasan por la cabeza en ese momento: ¿Por qué nadie me llama? ¿Por qué nadie se asegura, ya que mis síntomas son muy leves, de que estoy en casa y de que no me salto el confinamiento, o de que no tengo un trabajo que me obligue a salir de casa? ¿Por qué no me dan una baja? ¿Por qué nadie me pregunta por mis contactos? ¿Qué hago si empeoro? ¿A quién llamo? Intenté usar la app de Radar Covid, pero, claro, no funciona en Madrid. Hice memoria de todos mis (escasos, afortunadamente) movimientos durante la semana anterior y avisé yo misma a mis contactos. Sientes una mezcla de desconcierto, desamparo y sí, cierto miedo a empeorar pero, sobre todo, mucha culpabilidad por la posibilidad de haber puesto en peligro a tus seres queridos. Hoy lunes me ha llamado una enfermera del centro de salud a darme un resultado que yo ya sabía. Se ha sorprendido: no conocía la web de la Comunidad de Madrid. No me ha preguntado por mis contactos, y simplemente me ha recordado que debo estar 10 días confinada, según el nuevo protocolo del Ministerio. Sigo esperando la llamada de algún rastreador; espero que alguien me pregunte si vivo o no en pareja, que alguien se preocupe porque le cuente a quién he visto antes de mis síntomas, cuando ya contagiaba y no lo sabía. Espero que la app que debía funcionar para no dejar este rastreo a la voluntad individual comience a funcionar en Madrid. Sé que espero en vano. Me siento desamparada por quien debía haber velado por mi salud y, sobre todo, por la salud de los que me han rodeado y me rodean.
Si viven en Madrid, y también se sienten desamparados, mi consejo es que no salgan de casa (si se lo pueden permitir), no se fíen si solo tienen síntomas leves, apunten sus contactos y prepárense para autogestionar su enfermedad.
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