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Suicidio
Tribuna
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¿Por qué son tan vulnerables muchos adolescentes?

El terrible suicidio adolescente de Sallent conmociona por el dolor que causa y por lo que tiene de síntoma de un fenómeno que no acabamos de comprender

Milagros Pérez Oliva
Mensajes y velas bajo el edificio donde vivían las dos hermanas de Sallent (Barcelona), este sábado.
Mensajes y velas bajo el edificio donde vivían las dos hermanas de Sallent (Barcelona), este sábado.Gianluca Battista

¿Por qué la adolescencia se ha convertido en un factor de riesgo para la salud, incluso de muerte por suicidio? ¿Qué cambios se han producido en las últimas décadas para que tantos jóvenes tengan un sufrimiento emocional que dispara las estadísticas de autolesiones, intentos de suicidio, crisis de ansiedad y diferentes trastornos mentales? El terrible suceso de Sallent, en el que dos hermanas gemelas decidieron arrojarse por el balcón, con el resultado de que una —que según numerosos estudiantes se identificaba como chico transgénero— perdió la vida y la otra resultó gravemente herida, conmociona por el dolor emocional que expresa y causa esa decisión, pero también por lo que tiene de síntoma de un fenómeno que no acabamos de comprender.

La adolescencia y la primera juventud es una edad crítica en la que suelen aflorar las patologías mentales de la vida adulta. El 60% de los casos de enfermedad mental grave presenta los primeros síntomas antes de los 25 años. Pero la incidencia de estas patologías permanece estable. En cambio, la salud mental de los adolescentes y jóvenes está empeorando por trastornos y cuadros depresivos que no son endógenos, sino reactivos frente a un entorno que daña su equilibrio emocional. Las causas pueden ser muchas, pero no es normal que el 42% de los escolares de secundaria de Estados Unidos experimente tristeza y desesperanza persistente y un 22% haya pensado seriamente en suicidarse, como ha mostrado un reciente y alarmante estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, o que un 43,4% de los escolares catalanes de entre 10 a 18 años haya tenido pensamientos suicidas, como ha revelado otro estudio de la Generalitat.

¿Por qué son tan vulnerables un porcentaje tan elevado de adolescentes? Algunos de esos estudios, como el de EEUU, muestran también un aumento de las experiencias traumáticas y de exposición a violencias de todo tipo, que sufren especialmente las chicas. Casi una de cada cinco adolescentes (18%) ha sido víctima de violencia sexual y el 14% ha sido violada con fuerza.

Otro foco de malestar es la enorme presión social que perciben los adolescentes sobre el rendimiento que se espera de ellos, del que dependen futuros éxitos y fracasos. Nunca se había proyectado sobre esta etapa de la vida tanta exigencia. En palabras de Zygmunt Bauman, “el progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas en el que un momento de distracción puede comportar una derrota irreversible, una exclusión inapelable”. Pero la presión no se limita al rendimiento académico y profesional. Se extiende a todo tipo de normatividades: de género, corporal, estética, sexual.

Muchos adolescentes crecen con el imperativo de alcanzar la excelencia en todo y además ser feliz. La felicidad que se exhibe en Tik-Tok solo puede hundir en la miseria emocional a quien siente que su vida no se parece en nada a esos clichés. Todos los que quedan fuera del canon, que son muchos, son señalados como culpables de su fracaso. Y se aíslan. Curiosamente, las estadísticas sobre soledad no deseada y aislamiento emocional tiene forma de U: la mayor incidencia se da en los dos extremos de la vida, entre los más mayores y los más jóvenes.

Todo ese malestar emocional se ha de gestionar y a veces emerge de forma violenta: hacia uno mismo, con autolesiones o tentativas de suicidio, o hacia los demás, en forma de acoso al más débil. Y el círculo se cierra. Que la vida no es fácil lo han experimentado antes muchas generaciones, cada una con sus causas específicas de sufrimiento. Lo que seguramente es nuevo ahora es que toda esa presión cultural y estructural recae sobre unos adolescentes que de niños se han criado muchas veces en un entorno de sobreprotección, en el que no han aprendido a gestionar la frustración o la contrariedad, no se les ha enseñado a defenderse ni han tenido que encarar por sí mismos una situación adversa. De eso, también son víctimas.

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