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El hijo del pederasta francés Le Scouarnec: “Quiero separar al hombre al que se juzga hoy del padre, pero me cuesta llevar mi apellido”

Dos de los descendientes del excirujano acusado de violar a más de 300 niños han sido los primeros de la familia en declarar en el juicio que ha comenzado esta semana

Hijo del pederasta frances Le Scouarnec
Marie France, presunta exmujer del excirujano Joel Le Scouarnec, llega al juzgado en Vannes (Bretaña) este martes.TERESA SUAREZ (EFE)

“Quiero separar al hombre al que se juzga hoy del padre que hizo que nunca me faltara de nada”. Con voz quebrada y manos temblorosas, Daniel, de 38 años, mira de reojo al cristal blindado donde se encuentra el denunciado al que describe como “inteligente, cultivado y volcado en sus hijos”. Ha sido el único momento en el que, al agachar la cabeza, ha mostrado algo de emoción. Joël Le Scouarnec, excirujano francés de 74 años, está acusado de haber violado y agredido sexualmente a 299 pacientes, la mayoría niños, entre 1989 y 2017, en los hospitales donde trabajó.

Con la mirada baja, Daniel, con nombre ficticio, ha sido el primero de los tres hijos del acusado en declarar en el macrojuicio que comenzó ayer en Vannes (Bretaña). Ha relatado una infancia feliz tras haber insistido en que jamás notó nada raro en el comportamiento de su padre. “Nunca tuve conocimiento de los hechos, cuando ocurrieron yo era pequeño y luego adolescente. Lo supe todo cuando fue detenido, en 2017″, ha explicado.

En esta segunda jornada de juicio ha planeado la sombra de las agresiones sexuales dentro de esa familia, pues el hijo mediano de Le Scouarnec, que ha declarado este martes, sufrió abusos por parte de su abuelo paterno. El silencio ha sido protagonista en este caso. Nadie dijo nunca nada durante las más de dos décadas de agresiones. Ni siquiera la exmujer del acusado, a pesar de que sabía que este fue condenado en 2005 por tenencia de imágenes pedófilas. Fue entonces cuando se separaron.

Su hijo dice no haber tenido nunca conocimiento de esta condena y no haberle preguntado a su madre: “He tenido una infancia muy feliz, mi padre ha estado siempre presente en mis estudios, nos íbamos de vacaciones (…) Guardo un gran recuerdo de mi padre, pero ya no estoy en contacto con él desde 2017, así que me gustaría guardar esa imagen suya”.

“Soy alguien en la vida, a pesar de los hechos, y esto es gracias a la educación de mis padres. Entonces, sí quiero diferenciar al hombre del padre. Por eso, gracias a ese padre por lo que hizo por mí. Por protegerme, por no mostrármelo. Aunque me cuesta mucho llevar mi apellido”, ha concluido. En el turno de réplica, el acusado de pederastia se ha dirigido al hijo: “Quizá ya no nos veamos más. Te quiero y quiero pedirte perdón”. Es la primera vez que este le ha mirado a la cara.

También ha declarado Gabriel, de 42 años, que ha descrito una “infancia feliz, con padres que me han inculcado valores”. Ha hecho referencia a los abusos por parte de su abuelo, entre los cinco y los 10 años: “Tengo las imágenes en la cabeza y las tendré toda la vida”. Dice no haberse enfrentado, ya de adulto, a su abuelo, que murió en 2018, un año después de que fuera detenido su padre. De su padre ha dicho: “no le tengo odio porque no tengo nada que reprocharle como padre”.

Los dos vástagos del acusado que han testificado hoy tienen hijos pequeños, de tres, cuatro y seis años. Ninguno de los nietos conoce a su abuelo, “ni lo conocerán”. Una de las pocas personas que ha estado en contacto con el acusado tras su detención ha sido su psicólogo, Pascal Millot, que ha declarado ante el tribunal una absoluta falta de espontaneidad: “Buscaba las respuestas. Es lo primero que anoté en mi cuaderno después de haber hablado dos horas y media con él. Lo percibí como un hombre calculador, con una gran inteligencia, que gestionaba la entrevista con anticipación, como en una partida de ajedrez”.

Bajo esa normalidad descrita por su familia, ese padre cultivado y atento cuando se ponía la bata de médico abusaba de sus pacientes mientras estaban anestesiados o sedados. Lo hizo durante más de dos décadas. Muchas de las penetraciones eran con los dedos y a veces las justificaba como parte de la exploración médica. Eso contribuyó en parte a que sus delitos pasaran desapercibidos. A veces los padres de las víctimas estaban presentes en la consulta.

Entre 1990 y 2016 anotó sus abusos en cuadernos, a modo de diario. Empezó a escribirlos en 1990, pero más regularmente entre 1996 y 2016, alrededor de medio centenar de páginas por año. Fueron descubiertos cuando se le detuvo en 2017 tras la denuncia de abusos a otra menor. La mujer que los encontró se llama Nadia Martineau, agente en Jonzac, ciudad francesa donde vivía el acusado. Es la persona que participó en el registro de la casa de Le Scouarnec. Ella descubrió los cuadernos y los investigó. Es un pilar fundamental de este caso, pero lleva meses de baja por la afectación que le ha causado este caso.

El autor de los diarios ha comparecido tranquilo, con los brazos cruzados y la mirada siempre al frente, salvo cuando el hijo le ha mirado de refilón. Escueto en sus réplicas, Le Scouarnec solo ha sido más extenso para matizar parte del relato biográfico que el psicólogo había hecho de él, cuando contaba que no vota desde hace años: “Tomé la decisión porque no quería estar en un censo, que me llamaran un día para formar parte de un jurado popular y tener yo que juzgar a los otros”.

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