Una escuela divertida y un mundo cuartelero
A los gobiernos les obsesiona tanto hacer llevadero el aprendizaje que están a punto de suprimirlo
Dicen que cada nueva ley educativa deroga la anterior, pero solo lo hace en sus aspectos más anecdóticos, laterales e ideológicos. Los gobiernos más arrimados a los obispos meten más religión, y los más distanciados, la rebajan (sin llegar a quitarla) o la sustituyen por versiones laicas de pensamiento religioso, pero están de acuerdo en lo esencial, y cada ley abunda en el consenso pedagógico de que la escuela es un rollo. Memorizar y adquirir conocimientos es una forma de maltrato infantil, por lo que se invita a los profesores a gamificar (sic) y a entretener a los chavales. Les obsesiona tanto hacer llevadero el aprendizaje que están a punto de suprimirlo. Los niños salen de clase tan felices como libres de conocimientos tiránicos y memorísticos.
Menos mal que por la noche pueden disfrutar de hitos de la pedagogía como Master Chef Junior. La misma sociedad que promueve una escuela hipocalórica admira a un grupo de niños de ocho años abroncados por cocineros famosos. Qué emotivo cuando el niño hace pucheros porque su emplatado es mediocre. Hay que ver cómo asimilan las virtudes del esfuerzo y la meritocracia, con qué humildad reconocen sus fallos. Menos mal que, al día siguiente, en el cole, podrán relajarse en una clase gamificada donde el profesor solo les exigirá que desarrollen su inteligencia emocional. A su aire, como dicen que se hace en Finlandia, donde son muy listos, pero comen fatal. Nuestros niños disfrutan de las ventajas de la educación finlandesa y, además, dominan el recetario de la dieta mediterránea.
Una escuela divertida y un mundo cuartelero, menudo panorama esquizoide. Sé un genio a los diez años, pero, a la vez, no te agobies. Disfruta aprendiendo, pero habla mandarín fluido de una vez, que China es el futuro. Nos merecemos la peor de sus venganzas cuando alcancen la edad del pavo.
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