“Se puede ser trans y tóxico a la vez”: la nueva ‘Queer as Folk’ llega sin pedir perdón, más diversa y fluida que nunca
Stephen Dunn, creador de la última versión del clásico LGTBI+, habla sobre cómo ha actualizado los conceptos de la serie original y ha incorporado a ella los retos y reivindicaciones de una comunidad cada vez más amplia y visible
Una de las acepciones del término gay define algo exultante, vivaz, luminoso. Que la palabra comenzara a usarse para adjetivar de forma peyorativa a la comunidad homosexual entroncaba con la idea de que alguien con lo que se consideraba una sexualidad defectuosa no tenía derecho a mostrar felicidad ni a ser expresivo. El homosexual debía vivir entre la invisibilidad y la tragedia, y ser angelical y asexuado para compensar su defecto. La nueva Queer as Folk, el relanzamiento para la generación Z de un clásico de la televisión LGTBI+, sigue peleando con esa idea, que en ocasiones pervive incluso dentro del propio colectivo, a modo de homofobia interiorizada.
Esa era una de las consignas que se había autoimpuesto el canadiense Stephen Dunn, responsable de este relanzamiento, al encargarse del nuevo relato: “Unapologetic [sin necesidad de pedir perdón] es uno de los términos que más a menudo surgía cuando preparábamos la serie. Queríamos mostrar a nuestros personajes como personas honestas, confusas y defectuosas. Ese tipo de representación es común en el cine y la televisión, pero no tanto cuando se trata de la comunidad LGTBI+. Hay una frase en el capítulo piloto que define la propuesta. Dice: ‘puedes ser trans y tóxico a la vez. Se llama interseccionalidad”, contaba a mediados de julio en conversación telemática.
La serie, que estrena Starzplay en España este domingo 31 de julio, arranca con un evento similar a la masacre homófoba de la discoteca Pulse de Orlando en 2016, la mayor matanza en la historia de Estados Unidos desde el 11-S, para trazar un relato optimista a partir de la tragedia. En el primer episodio, Brodie abandona la carrera de medicina para regresar a su casa en Nueva Orleans, donde se reencuentra con su exnovio, Noah; su mejor amiga, Ruthie, mujer trans que acaba de formar una familia; su hermano Julian, también gay y con parálisis cerebral; y Mingus, adolescente no binario con el que inicia una relación. La fluidez de los personajes alcanza extremos que pueden sorprender al espectador.
El genio que lo cambió todo
La Queer as Folk original es la creación de uno de los grandes genios de la ficción televisiva actual, Russell T. Davies. Antes de conmover con It’s a Sin (drama sobre la epidemia del sida en los ochenta en Reino Unido), relanzar un clásico de la ciencia ficción como Doctor Who e impactar con la distópica Years & Years, el británico creó una pequeña serie que lo cambió todo. “Poner a un gay en una teleserie es una cosa, y otra poner en la pantalla una serie enteramente gay”, comentaba Vicente Molina Foix sobre ella en este periódico. La ideó en 1999 para Channel 4 y se centraba en la vida de varios hombres gay en Canal Street, la zona de ambiente de Mánchester. Sus dos protagonistas eran Aidan Gillen (Meñique en Juego de tronos) y un joven y ahora irreconocible Charlie Hunnam (Sons of Anarchy en televisión y Pacific Rim en cine). Su título se apropiaba de otro término despectivo (queer-rarito) haciendo referencia a un dicho popular: hay de todo en la viña del Señor, que en otras palabras defiende que hay tanta gente rarita como personas existen en el mundo.
Con una trama polémica para la época, en la que un treintañero iniciaba una relación amorosa con un chico de 15 años, personajes imperfectos y escenas explícitas de sexo entre hombres, marcó un hito en pleno cambio de milenio a la hora de retratar a la comunidad gay en televisión. A través de sus desafiantes tramas logró que una gran cantidad de espectadores homosexuales recibieran por primera vez en su vida el mensaje de que no debían pedir perdón por su condición sexual. Uno de ellos fue el propio Dunn: ”las dos versiones de la serie me dieron permiso cuando era joven para sentir que tenía derecho a formar parte de una comunidad, ya que no podía hacerlo en la que vivía”, recuerda. Siguiendo el estilo británico, la ficción duró dos temporadas y contó con solo 10 capítulos, pero inspiró una versión estadounidense de mismo nombre y ambientada en Pittsburgh que duró mucho más en Showtime. Su controvertido protagonista, Brian Kinney (Gale Harold), extendió y popularizó ese concepto de unapologetic en el que se han basado las celebraciones del Orgullo LGTBI+. Y a partir de ahí nacieron otras producciones como The L Word, de temática lésbica.
Frente a todo este legado, Dunn decidió viajar miles de kilómetros y plantarse en Mánchester ante Davies, explicarle su idea sobre una nueva Queer as Folk adaptada al nuevo contexto sexual y social y pedirle permiso para que bendijera su proyecto. “Supongo que le convencí al opinar con pasión, mucha rabia y esperanza sobre lo que está pasando en el mundo y en concreto con todo lo relacionado con lo queer. Mi intención es contar la historia de una comunidad en reconstrucción”, explica. Tras ese encuentro, el británico se incorporó al proyecto como productor ejecutivo en los 10 capítulos que forman esta primera temporada.
Las dos ficciones originales, productos de su tiempo como lo era la comedia Friends, fallaban ante los ojos de las nuevas generaciones a la hora de mostrar diversidad. Más allá de reivindicar los derechos de los hombres gais, y ligeramente los de las lesbianas, todo el mundo en ellas eran blancos, cisgénero y con cuerpos normativos. Ni siquiera la bisexualidad estaba apenas contemplada en ellas. La versión de Dunn va de sobra servida en ese aspecto. Cuenta con un grupo de personajes multirracial, uno de ellos con parálisis cerebral —Ryan O’Connell, conocido por la serie Special, escribe y actúa en esta Queer as Folk—, otros de género fluido e incluso muestra cómo es la sexualidad en personas con discapacidad física. “No es complicado mostrar esa diversidad, simplemente es poco común, por desgracia. Y no solo en pantalla. Muchos lugares LGTBI+ no tienen acceso a sillas de ruedas, pero se consideran inclusivos. Las personas de mi círculo cercano forman parte de la comunidad que se ve en la serie. Son activistas, pero no por elección, sino porque no les queda más remedio”, lamenta Dunn.
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