Auschwitz como nunca se ha visto: el campo nazi, su historia y sus secretos en 33 objetos
Una muñeca, una lata de Zyklon B o la puerta de una de las cámaras de gas, entre los elementos que sirven para explicar el terrible complejo de concentración nazi en una extraordinaria serie de Canal Historia que desciende por primera vez a la ‘zona cero’ del exterminio
Todo es perturbador en este extraordinario documental, Auschwitz en 33 objetos (Canal Historia), que a partir de elementos del más famoso, terriblemente famoso, campo de la muerte nazi (en realidad un complejo mixto de campo de trabajo y exterminio), explica la historia, funcionamiento e inmensa tragedia humana del lugar, símbolo mayor del Holocausto. Nunca se ha visto Auschwitz así. Las imágenes aéreas tomadas con drones, desplazándose con la solemne lentitud de cenizas en el aire, permiten hacerse una idea completísima y sobrecogedora de la extensión del doble campo Auschwitz-Birkenau, su magnitud y los diferentes espacios de (semi) vida y muerte (fueron asesinadas más de un millón de personas, el 90 % judíos). Los 33 objetos seleccionados para contar el campo, hoy Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau y lugar Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, llevan la narración a lo concreto y material, a veces íntimo, del horror. Lo de los objetos es una fórmula habitual de explicar historias que se utiliza frecuentemente en libros, pero aquí funciona con un impacto emocional enorme. Historias como la de la muñeca, la puerta de una de las cámaras de gas (la única que se conserva), el termo que dejó enterrado con el relato de lo que sucedía durante el proceso de exterminio uno de los miembros de los Sonderkomandos formados por prisioneros que acarreaban los cadáveres y luego eran ellos mismos eliminados, la batuta de la orquesta del campo, con rastros de sangre, o la mesa de autopsias de los médicos de las SS, son de las que sólo pueden seguirse apretando los dientes y respirando a fondo.
A destacar con todo de la serie documental (en cinco capítulos), un momento espeluznante, la excepcional —es la primera vez que accede un equipo de televisión— visita a la verdadera zona cero del Holocausto: pese a que las SS destruyeron con explosivos las pruebas más infamantes del campo, las cuatro grandes cámaras de gas de Birkenau y sus adyacentes crematorios, se conservan bajo las ruinas de los siniestros edificios restos del pavimento de una, la II, subterránea. Sobre el suelo de ese lugar dantesco, que normalmente no es visitable, agonizaron y murieron gaseadas decenas, cientos de miles de personas.
La serie, pese a lo duro y descarnado del tema, apuesta por un tono sosegado, huyendo de cualquier tipo de sensacionalismo. Centrarse en los objetos permite que tomen protagonismo los historiadores y conservadores del museo, que es también un centro de investigación además de un lugar de memoria. Su lenguaje científico (aunque a menudo trasluce una enorme emoción) y sus explicaciones sobre la conservación de esos elementos testigos de la historia, como una lata del gas Zyklon B o el zapato de un niño de 4 años, ayudan a hacer menos ardua esta singular visita a Auschwitz. También hay algunas historias de aventuras (la fuga de cuatro presos en un coche de las SS y con uniformes nazis, contada a partir de una matrícula de automóvil; la del púgil famoso que noqueó en combate a un guardia, narrada con sus guantes de boxeo) y de merecido castigo: la de la ejecución del comandante Höss a partir de la horca en que lo colgaron. A destacar la utilización de unos dibujos animados en xilografía que hacen las veces de la reconstrucción en vivo de escenas de la historia del campo y que constituyen una alternativa de mayor seriedad y sobriedad que las acostumbradas teatralizaciones.
“Es difícil decir cuál es el objeto más emotivo de los 33 seleccionados”, explica a este diario Marek Zajac, presidente del consejo de la Fundación Auschwitz-Birkenau, guionista y uno de los expertos que aparecen en el documental. “Sin embargo, si tuviera que elegir sólo uno, señalaría la puerta de la cámara de gas. Se guarda en una vitrina especial con nitrógeno para preservarla para las generaciones futuras. Es terrorífico lo de que esa puerta fue testigo. Recuerdo el momento en que los conservadores encerraron la puerta en la vitrina. Era tarde, incluso puede que ya de noche. Uno de los conservadores me dio unos guantes y me dijo: “Tienes la última oportunidad de tocarla antes de que quede sellada. Me puse los guantes y de repente decenas de imágenes aparecieron en mi cabeza. Familias judías enteras muriendo, niños pequeños, mujeres… Gente muriendo en una agonía terrible, tocando esa puerta… golpeando con los puños en las planchas de madera con la esperanza de que los rescataran… Y retiré la mano. No fui capaz de tocar la puerta, y así debe permanecer. Estoy seguro de que nuestra historia en el documental sobre esa puerta de la cámara de gas no dejará a nadie indiferente”.
Zajac subraya que Auschwitz en 33 objetos responde a la necesidad de encontrar nuevas maneras de explicar el campo para los nuevos tiempos y generaciones. “Eso es muy importante, los jóvenes han crecido en un mundo muy diferente, el digital, el mundo de las redes sociales y los vídeos cortos de Instagram. Tienen una percepción y una sensibilidad diferentes, distintos conocimiento y memoria que sus padres y abuelos. Además, desgraciadamente, se aproxima el tiempo en que no habrá más supervivientes y testigos. Nuestra serie documental se basa en una colaboración única entre el canal Polsat TV y el museo Auschwitz-Birkenau con la colaboración de la productora Inbornmedia. Y es nuestro común objetivo afrontar esos retos. Por eso hemos combinado de manera innovadora diferentes elementos. En primer plano están esos 33 objetos seleccionados de la colección del museo, entre ellos algunos que no se muestran a los visitantes”.
“Cada elemento”, continúa, “ilustra un aspecto importante de la historia del campo: hechos poco conocidos sobre el Holocausto o los perpetradores, los inicios de Auschwitz como campo especialmente para prisioneros políticos polacos, el destino de los gitanos o los prisioneros de guerra soviéticos, y muchos otros temas. En segundo lugar, combinamos estos objetos con los relatos de los supervivientes, que a menudo ilustramos con animaciones. Y tercero: mostramos el fascinante trabajo del equipo del museo, historiadores y conservadores, técnicos de los archivos y colecciones. Todos ellos, como detectives —a menudo usando las últimas tecnologías—, descubren secretos y enigmas escondidos bajo los objetos. Analizando detalles que parecen poco llamativos, sacan a la luz emocionantes historias humanas. Gracias a eso, víctimas anónimas del asesinato de masas recuperan su identidad, nombres, apellidos y rostros. Y décadas después pueden contar al mundo la historia de sus vidas y muertes”.
El documental profundiza en los problemas específicos de conservación que presentan objetos tan singulares como los de Auschwitz… “Al igual que Auschwitz-Birkenau no es un museo ordinario, la conservación en este lugar es algo absolutamente único. Por eso es por lo que el director del museo, Rafal Pioro, ha constituido a lo largo de los años uno de los mejores equipos de su clase en el mundo, que trabajan en uno de los más modernos laboratorios. Para empezar, los conservadores de Auschwitz siguen una lógica completamente distinta de lo usual. No restauran objetos a su estado original. No reconstruyen nada. Tratan de preservar los objetos y edificios en la condición en que quedaron a fin de asegurar su autenticidad. Si preservan una maleta robada a las víctimas por los SS, dejan todos los daños, porque son la prueba de que los equipajes (de los que el museo guarda alrededor de 3.800) fueron registrados en busca de dinero y objetos de valor. Tratan de preservar incluso los restos de barro o musgo en las maletas, pues son prueba de que permanecieron a cielo abierto por largo tiempo, arrojadas al suelo tras la muerte de sus propietarios”. Los conservadores han tenido que desarrollar nuevos y únicos métodos de conservación. “Sabemos cómo cuidar las esculturas de una catedral gótica, pero nadie había nunca preservado… cepillos de dientes. Aquí son evidencias preciosas de un crimen, y a menudo la única traza de la vida y la muerte de sus propietarios. Se los aborda como reliquias y se los preserva con gran cuidado. Por último, los conservadores de Auschwitz cuidan objetos, edificios y ruinas. Pero no se trata sólo de cosas materiales, se trata de gente. Los conservadores también cuidan de las historias de las víctimas y de los perpetradores”.
Marek Zajak recuerda que al 75 aniversario de la liberación del campo, en 2020 acudieron más de 200 supervivientes de todo el mundo. “Los testigos son y seguirán siendo el punto de referencia más importante para contar la historia de Auschwitz y del Holocausto. A lo largo de los años, ellos han hecho un gran esfuerzo para dejar memorias, relatos, libros, entrevistas y grabaciones. Es una fuente inestimable. Sin embargo, eso no cambia que cuando no queden testigos se producirá un complejo desafío. No será fácil, pero habrá que buscar nuevas formas de explicar”.
Uno de los retos del museo y lugar de memoria de Auschwitz es cómo preservar su trascendencia humana e incluso espiritual frente a las presiones y falta de sensibilidad del turismo de masas. ¿Cómo conciliar la experiencia emotiva íntima de visitar el campo y museo con el gentío? “Por un lado, hemos de felicitarnos de que tanta gente de todas partes quiera visitar Auschwitz, y experimentar el lugar auténtico. Por otro lado, claro, eso trae problemas. Ante todo, el museo debe poner restricciones al número de visitantes, para asegurar la salvaguarda de la gente y los objetos. Pero le aseguro que todo el mundo puede experimentar Auschwitz en paz y tranquilidad. A menudo es suficiente con acudir entre semana y no el fin de semana. Un fenómeno fantástico es el de los grupos de estudiantes, gente joven que vienen con tiempo. Pueden presenciar encuentros con supervivientes, visitar los archivos y leer testimonios”.
El presidente del consejo de la Fundación del campo, no considera muy acertados en general los intentos de acercarse a Auschwitz y el Holocausto desde la ficción literaria y cinematográfica. “Con pocas excepciones, la mayoría de películas y libros de ficción son dañinos y vulgares, de mal gusto. Propagan un falso retrato de la historia. Desafortunadamente, muchas de esas obras son muy populares. Son máquinas de hacer dinero, pero perjudican y ofenden la memoria. A menudo se presentan bajo frases como “basado en hechos”. Pero muchos de sus autores nunca han contactado con el museo, jamás han visitado sus archivos… Sin duda la verdad es más interesante. Nuestro documental es la mejor prueba de que la vida y la historia han escrito los mejores guiones, y de que las historias reales son las más emocionantes y emotivas”.
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