Live Aid: cuando el rock se movilizó por África, pero sin África
El festival benéfico celebrado hace 38 años fue definido por Joan Baez como el Woodstock de otra generación. Memorable para quienes lo siguieron, aunque alguna cosa chirriaba
“Este es vuestro Woodstock”, dijo Joan Báez a la multitud que llenaba el estadio JFK de Filadelfia el 13 de julio de 1985. Era Live Aid, el primer macroconcierto humanitario que siguió por televisión una audiencia global: se estimaron 1.500 millones de espectadores. El festival había empezado en Wembley, Londres, al mediodía local: 16 horas después se echaba el telón en Filadelfia. Phil Collins voló en el Concorde para actuar en los dos estadios. Live Aid era una iniciativa del músico irlandés Bob Geldof para recaudar fondos contra la hambruna en Etiopía, que causó conmoción esos años y ya había motivado un par de canciones que juntaron a grandes artistas de uno y otro lado del Atlántico: We Are The World y Do They Know It’s Christmas?
No era como Woodstock, si acaso para los presentes, porque el mítico festival de 1969 —Báez estuvo allí— no se seguía por la tele sino pisando barro. Pero los que éramos jóvenes en 1985 no pudimos apartar los ojos de la pantalla (la de La 2 en España) aquel largo día de verano. El acontecimiento se recuerda en un reciente capítulo del Sofá Sonoro de la SER, disponible en podcast. El cuádruple DVD que recoge 10 horas de actuaciones no se ofrece en ninguna plataforma de televisión, pero la mayor parte del contenido está de forma fragmentaria, en 239 vídeos, en el canal oficial de Live Aid en YouTube. La fecha del 13 de julio se estableció, por iniciativa de un grupo de radios brasileñas que hizo fortuna en emisoras de otros países, como el día mundial del rock.
Live Aid was held in both London and in Philadelphia to raise money for the famine in Ethiopia. Live Aid was broadcast in 150 countries with 13 satellites for TV audiences everywhere. July 13, 1985. pic.twitter.com/V6NnJIwPsd
— Classic Rock In Pics (@crockpics) July 13, 2023
Queen dio uno de los conciertos más recordados de la historia en apenas 20 minutos, lo que se replicó minuciosamente en el último tramo de la película Bohemian Rhapsody. U2 se consagró en menos tiempo aún: tocó solo dos temas, entre ellos un hipnótico Bad estirado por la banda durante 12 minutos mientras Bono saltaba al foso para sacar a una espectadora de la multitud, abrazarla y bailar con ella.
No todo fue tan brillante. Dylan apareció junto a Keith Richards y Ronnie Wood, pero hizo una interpretación perezosa, o de mala gana, de Blowin’ in the Wind; él es así. Tampoco se lucieron Led Zeppelin, con el viajero Collins en la batería, así que se ocuparon de borrar las huellas y su turno no aparece en la grabación oficial (aunque queda rastro de ella). Hubo mucho más: el regreso de los Beach Boys, McCartney (al que falló el micrófono en Let It Be), Jagger con Tina Turner, Neil Young con Crosby, Still y Nash, The Who, Bowie, Elton John, Santana, Sting, Dire Straits...
Sobre los fines que se perseguían, vinieron años de polémica. Existían indicios de que el dinero recaudado no llegó a quienes tanto lo necesitaban. La BBC se disculpó con Geldof tras informar de que una guerrilla etíope dedicó la mayor parte de la ayuda a comprar armas. Visto con ojos de hoy, alguna cosa más chirriaba. Live Aid fue una constelación de estrellas, pero todas del mismo perfil: hombres blancos anglosajones. Con contadas mujeres (además de las citadas Báez y Turner, estuvieron Madonna, Sade o Chrissie Hynde). Y sin un solo artista africano al que se creyera digno de figurar allí. Incluso escaseaban los afrodescendientes, que tanto han aportado a la música norteamericana: por eso se negó a participar Stevie Wonder; Michael Jackson alegó problemas de agenda. Por África, para África... pero sin África.
Tres años después, el 11 de junio de 1988, otro macrofestival televisado desde Wembley exigió la liberación de Nelson Mandela, encarcelado en la Suráfrica racista, en el día de su 70 cumpleaños. Muchos de los de Live Aid repitieron, pero además estuvieron los que debían haber estado y a nadie se le había ocurrido invitar: los músicos africanos. Bob Geldof convocó una nueva edición de su festival, llamada Live 8, en julio de 2005, con más sedes y un poquito más de diversidad, para presionar a la cumbre del G-8 en favor de los países pobres. La fórmula se repitió en 2007, pero ya sin la organización del irlandés, esta vez promovido por Al Gore para apoyar la causa climática, y se llamó Live Earth.
Geldof acabó confesando que estaba harto de su personaje, que no quería ser el “santo Bob”, que la presión de este circo le había arruinado la vida y costado el matrimonio, que nadie lo veía ya como un músico. Sabe que no será recordado por ser el autor de I Don’t Like Mondays. Pero hizo historia, como mínimo, del rock. Es más dudoso que un festival así sirviera para cambiar el mundo. Al menos ayudó a concienciar. ¿O a tranquilizar conciencias? Lo cantó Bowie allí mismo: “Podemos ser héroes solo por un día”.
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