‘Ourika’, todo sobre el tráfico de drogas
Tras sus siete capítulos sabremos todo lo necesario, incluso más, sobre la elaboración, tráfico y venta del cannabis, lo que no enriquece el acervo cultural pero permite conocer mejor lo establecido
Si había alguna duda sobre el componente didáctico de las series de televisión, la contemplación de Ourika (Prime Video) las despeja: tras sus siete capítulos sabremos todo lo necesario, incluso más, sobre la elaboración, tráfico y venta del cannabis, lo que, ciertamente, no enriquece el acervo cultural pero permite conocer mejor lo establecido.
No está clara la relación que puede existir entre el consumo de drogas y las dificultades para la supervivencia en una sociedad desarrollada, al margen del presunto placer que proporcionan, pero los creadores de la serie, Clément Godart y Elie Yaffa, dirigida por la chilena Marcela Saïd y el francés Julien Despaux, inician la trama con varias secuencias de los disturbios en los suburbios de París en 2005, unos incidentes que comenzaron tras la muerte de dos jóvenes musulmanes al escapar de la policía y que aumentaron su violencia al llamar “escoria” a los manifestantes, un visionario comentario del entonces ministro del Interior Nicolas Sarkozy. Y es en ese ambiente en el que la ficticia familia de los Jebli tratan de consolidar su imperio como traficantes de cannabis, superando las redadas policiales y la inevitable competencia con otras mafias.
En Ourika son dos los escenarios principales: un mísero y lejano pueblo marroquí en el Rif y el cosmopolitismo de un París visto desde uno de sus suburbios. Driss Jebli, el menor de los dos hermanos, tendrá que dejar de lado su anhelo de estudiar Economía para ponerse al frente del negocio familiar, el cannabis. Su hermano mayor está en prisión por una redada comandada por William, un joven y ambicioso inspector de policía. Son los dos protagonistas de una trama de ficción sobre la que se pueden aportar algunos datos reales de interés: según la Oficina Francesa de Drogas y Toxicomanías (OFDT), en el país hay cinco millones de consumidores habituales de cannabis y su mercado de estupefacientes produce anualmente un volumen de negocios estimado en 3.100 millones de euros. Son datos que explican las luchas entre las mafias por consolidar, o expandir, los territorios que controlan y la capacidad corruptora entre los más distinguidos estamentos sociales, y antes de rasgarse las vestiduras, en el hipotético caso de que así lo hicieran, habrá que asumir que en España, y según un informe de la consultora Cannamonitor, el tan mencionado consumo de hachís generó unas ventas en 2022 de 2.138 millones de euros. Nada nuevo bajo el sol.
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