‘Eric’: ave, Abi Morgan
No sé de qué experiencias personales alimentó los guiones ‘Shame, The hour’ o ‘The Split’, algunas de sus mejores obras, ni necesito saberlo para admirarlas a ellas, a ella, y, sobre todo, a su tremenda versatilidad como guionista
En tiempos de crisis es útil ser escritor. No lo digo yo, lo dice una escritora: una de las que con más acierto ha alimentado la televisión y el cine actual. Abi Morgan acaba de estrenar Eric, el último ejemplo de la buena racha actual de Netflix (Ripley, Mi reno de peluche y esta en los últimos dos meses), que, cuando se lo propone, es capaz de ofrecerle a sus espectadores material de primera. Para no destripársela en exceso a quien todavía no se haya acercado a ella, Eric es la historia de Vincent (Benedict Cumberbatch), una especie de Jim Henson, creador de un programa de televisión infantil con marionetas, que sufre la desaparición de Edgar, su hijo de nueve años en el Nueva York de los ochenta. Esto lo enfrenta a la enorme crisis que sufre su matrimonio con Cassie (una estupenda Gaby Hoffmann) y a sus peores demonios autodestructivos. Pero conforme se avanza por sus seis episodios, Eric se revela mucho más que una historia personal marcada y pasa a convertirse en un dibujo de los bajos fondos (y de los altos, a veces más bajos que los otros) del Nueva York de entonces y aborda asuntos que siguen resonando hoy mucho más allá de las márgenes del río Hudson, como el problema de la vivienda.
Cuando Abi Morgan dijo que en tiempos de crisis es útil ser escritor, se refería a la suya personal: desde 2018 ha tenido que enfrentar la esclerosis múltiple de su marido, que le llevó a estar más de un año en coma inducido, y su posterior recuperación, en cuyos albores él ni siquiera la reconocía, junto con el cáncer de mama que sufrió ella. Todo esto, siguiendo la estela del everything is copy de Nora Ephron, lo contó en su libro This Is Not a Pity Memoir, aún sin traducción en España. Para Eric, rescató parte de su propia experiencia como niñera en el Nueva York de aquella época y de haber crecido entre bambalinas de diferentes teatros por el trabajo de sus padres, actriz y director teatrales. No sé de qué experiencias personales alimentó los guiones Shame, The Hour o The Split, algunas de sus mejores obras, ni necesito saberlo para admirarlas a ellas, a ella, y, sobre todo, a su tremenda versatilidad como guionista. No dudo de la utilidad personal de la escritura, pero la suya además es un regalo para el resto.
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