_
_
_
_

Sean Combs, el depredador con cientos de víctimas que levantó la liebre del Me Too musical

Las mujeres de las que abusó el músico, sobre el que recaen denuncias y acusaciones federales que pueden condenarle a una vida en prisión, alzan la voz alentadas las unas por las otras y por una legislación que las beneficiará en los próximos meses, creando un movimiento de sororidad y demandas

Sean "Diddy" Combs
Sean Combs en un evento en la universidad de Howard, el 20 de octubre de 2023, en Washington DC.Shareif Ziyadat (Getty Images for Sean "Diddy" Co)
María Porcel

El patrón es horrendo y se repite una y otra y otra vez. Cita, bebida, droga, inconsciencia, violación. Después: abandono, olvido, vergüenza. Pero ahora se le añade un último término que prende una mecha de esperanza: denuncia. Son ya más de 130 las personas, en su mayoría mujeres, que han tenido la valentía de presentar una demanda contra el antes ultratodopoderoso y megaconectado Sean Combs, rapero, productor musical, empresario y padre artístico de figuras como Usher y Justin Bieber. Tras recibir un goteo de denuncias en poco más de 10 meses, el caso ha dado dos pasos de gigante. El primero cuando a mediados de septiembre Combs fue detenido y acusado de tráfico sexual, asociación ilícita y transporte para ejercer la prostitución, con cargos que le pueden tener el resto de su vida en la cárcel. Y segundo, el clavo que remacha su tumba pública y mediática: las nada menos que 120 denuncias que llegaron el martes. Entre ellas había 25 de menores de edad, algunos acusándole de abusos cuando tenían nueve años.

En Estados Unidos, el caso de Combs —de 54 años, conocido como Puff Daddy o Diddy— ha pasado de la sorpresa a la indignación. El productor cinematográfico Harvey Weinstein, que cumple 16 años de cárcel, ha sido denunciado por unas 80 mujeres, y sumando. Combs lleva ya 131 denuncias, pero los abogados texanos que presentaron estas últimas 120 afirmaron el martes que en apenas 10 días habían recibido hasta 3.285 llamadas de personas que aseguran ser sus víctimas. Si el caso de Weinstein provocó hace siete años un terremoto de movilizaciones en las redes y en las calles que se convirtió en el movimiento Me Too, el de Combs, que seguirá creciendo, puede llegar a superarlo en impacto. “Para mí, de hecho, es una continuación del Me Too”, argumenta quien lleva 15 años como portavoz del Centro Nacional de Recursos contra la Violencia Sexual (NSVRC, en sus señas en inglés), Laura Palumbo. “Todavía queda mucho más que añadir a ese caso, en muchos contextos: en la industria musical, entre militares, en campus universitarios”, opina la experta.

El Me Too tuvo lugar en un contexto muy específico, en el que denuncias como estas desde y hacia miembros poderosos de la industria del entretenimiento resultaban sorprendentes. Hoy día, no lo son tanto, pero no dejan de sobrecoger por su atroz patrón de conducta y por sus larguísimos tentáculos. Quizá hoy las mujeres no salgan a recorrer las calles de Estados Unidos ni se vistan de negro en las galas de premios, pero hacen algo tanto o más valioso: la denuncia. Y el poder les da una respuesta igual de meritoria: escucharlas, en muchos casos. Las quejas no han caído en saco roto a lo largo de este año, porque en marzo arrancó una investigación federal que puso patas arriba las propiedades de Combs y que ha acabado con el ganador de tres Grammys encerrado en una prisión en Nueva York.

Sean "Diddy" Combs
Sean Combs, fotografiado en una de sus fiestas blancas, en esto caso celebrada en Bridgehampton, Nueva York, en julio de 2004.Dimitrios Kambouris (WireImage for Bragman Nyman Cafa)

Esa impunidad es el núcleo de unos casos donde los patrones se repiten. Las víctimas describen al artista millonario como un depredador: él les hacía falsas promesas de una brillante carrera —en general, en la industria musical, pero su poder daba para tocar muchos sectores: la moda, los eventos, las relaciones públicas, entre otras— para luego abusar de ellas de la manera más violenta y abandonarlas a su suerte, obligándolas a guardar silencio al verse solas contra su imponente figura. Pero también destaca una gran red de colaboradores, amigos y trabajadores que sabían de los abusos y no solo no los destaparon, sino que los encubrieron durante décadas.

En el documento de 14 páginas donde se enumeran los cargos contra Combs, se habla de algo llamado freak-offs, una especie de fiestas u orgías de varios días organizadas por él con la connivencia de muchos otros donde drogaba y violaba a mujeres, que a menudo grababa. Las víctimas, si no estaban demasiado agotadas o intoxicadas como para pensar en escapar, temían por su reputación, su seguridad y su futuro como para hablar de nada. En los comportamientos criminales de Combs, y en especialmente en estas fiestas, ha habido colaboradores. Y muchos formarán parte de las demandas. El abogado texano que anunció las 120 demandas, Tony Buzbee, lo dejó claro en su rueda de prensa: “Llegará el día en que demos más nombres que el de Combs, y hay muchos nombres, la lista ya es larga, y por supuesto que sé quiénes son los individuos”, explicó, dejando caer que los nombres eran populares. “Por la naturaleza de este caso vamos a asegurarnos del todo antes de hacerlo. Pero los nombres que daremos, asumiendo que nuestros investigadores los confirmen y corroboren, les impactarán”.

Paris Hilton and Sean "Diddy" Combs
Paris Hilton y Sean Combs en una de las fiestas blancas celebradas por el rapero, en Saint Tropez, Francia, en el verano de 2006.Jon Furniss (WireImage for MAC Cosmetics)

Estos días las redes sociales y algunos tabloides ansiosos de morbo han desgranado el pasado de Combs, repasado fotografías de sus fiestas y recordado vídeos de algunos de sus colaboradores y amigos, en busca de pruebas que, si no confirmen, al menos dejen entrever quién está en el ajo o quién sabía de sus delitos. No hay nada. Nadie se ha pronunciado sobre él, más allá de algunos de sus hijos, los cuatro que tuvo junto a la modelo Kim Porter, que han defendido a su madre, fallecida en 2018 a causa de neumonía. Los jóvenes, de entre 33 y 17 años, explican que, en contra de lo publicado por algunos medios, ella jamás escribió un libro de memorias acusando de nada a Combs, del que se separó en 2007.

Como todo hombre poderoso en la industria, Combs ha tenido innumerables amigos con los que ha posado en decenas de fiestas. Un repaso a sus archivos le muestra bebiendo champán en juergas organizadas por él junto a Leonardo DiCaprio, Mariah Carey, Lil Kim, Tommy Lee, Jonah Hill, Mel B, las hermanas Olsen, Donna Karan, su entonces novia, Jennifer Lopez (salieron juntos entre 1999 y 2001) o quien fue su íntimo amigo, Ashton Kutcher, y su entonces pareja, Demi Moore. En la inmensa fiesta por su 50 cumpleaños, celebrada en diciembre de 2019, se fotografió con varias hermanas Kardashian, Naomi Campbell, Beyoncé y Jay Z, Fergie, Pharrell o Vanessa y Kobe Bryant, que moriría seis semanas después. Pero las fiestas, con fotógrafos y prensa —al menos en parte— son algo muy distinto de esos freak-offs, mucho más clandestinos.

Ashton Kutcher, Kim Porter, music producer Sean "P Diddy" Combs and actor Leonardo DiCaprio
Ashton Kutcher, Kim Porter, Sean Combs y Leonardo DiCaprio, en un partido de la NBA en Los Ángeles, en febrero de 2004.Vince Bucci (Getty Images)

También están las entrevistas o clips que hoy se ven con otra luz. Usher, que vivió con él cuando tenía 15 años, contó en 2004 a Rolling Stone que Combs le había iniciado “en una nueva mierda totalmente diferente: sexo, específicamente”: “Siempre había chicas alrededor, abrías la puerta y veías a alguien, o a varios en una orgía”. Tras ello, apenas ha vuelto a hablar de su relación con él, pero en una entrevista de 2016 hablando de esa época, Howard Stern le preguntó si llevaría a sus hijos “al campamento Puffy”, respondió: “Demonios, no”.

Ocurre igual con Bieber: estos días ha resucitado un vídeo de 2020 donde el cantante, que pasó parte de su adolescencia con Combs —este llegó a tener la custodia del cantante durante algunas horas— , habla entre lágrimas de lo duro que fue para él estar en la industria en su juventud. Al ser preguntado sobre Billie Eilish, de entonces 18 años, llora y afirma con tristeza: “Quiero protegerla. No quiero que pase por nada de lo que yo pasé. No se lo deseo a nadie”. Pero no hay una palabra sobre Combs ni su entorno. Ningún famoso lo ha hecho, más allá de las acusaciones que, desde hace años, mantienen contra él los músicos Eminem y 50 Cent, que afirman que está relacionado de algún modo con el asesinato de Tupac Shakur en 1997. Precisamente, la familia del fallecido rapero acaba de contratar un abogado para tirar del hilo, según Rolling Stone.

Todo ello afectará a Combs, más allá incluso del juicio. Su imagen pública quedará dañada para siempre, pase lo que pase; también su fortuna, estimada por algunos medios económicos en alrededor de 1.000 millones de dólares. Para Brett Christenson, doctor en Pennsylvania State University, especialista en marketing, consumo y música, si llega a darse una conexión con el Me Too (y eso parece, pues “ambas implican ataques, acoso sexual y figuras de poder”, señala), la caída de Combs y el auge de los movimientos populares serán cuestión de tiempo: “Cuando avance el caso y se presenten las pruebas, habrá impacto. Al final, tanto el Me Too como el caso de Combs implican gente herida y una esperanza común de sanación, así como una visión de que los límites vayan más allá”, aventura. Afirma que esto supondrá “un giro absolutamente definitivo para él, públicamente, legalmente y en muchos aspectos. Tendrá un efecto en cómo la gente consume su música y en cómo se usa comercialmente. Es conocido como músico, pero Combs está en muchas industrias, así que afectará más que a la música”.

Sean "Puffy" Combs and Jennifer Lopez
Sean Combs y Jennifer Lopez, en una entrega de premios en diciembre de 1999.Kevin.Mazur (WireImage)

Lo que se ve, en cualquier caso, parece la punta del iceberg. Los abogados amenazan con dar nombres y con sumar centenares, si no miles, de víctimas. Hay varios Estados donde los delitos sexuales pueden tardar en prescribir o no hacerlo. En California, uno de los pioneros, el Proyecto de Ley 813 del Senado, aprobado en 2016, eliminó esa caducidad en las violaciones. En Nueva York, una iniciativa de su gobernadora en 2022 dio un año de plazo extra para presentar ante la ley delitos sexuales ya prescritos. Esa excepción, llamada Ley de Supervivientes Adultos, funcionó imparable entre noviembre de 2022 y noviembre de 2023.

Deborah Tuerkheimer, abogada, ex ayudante del fiscal en Nueva York especialista en violencia de género y ahora profesora en la universidad de Northwestern, explica que sigue habiendo denuncias porque “Combs ha sido acusado penalmente en virtud de leyes federales que permiten a los fiscales acusar de un patrón de conducta indebida que se extiende en el tiempo y el espacio”. Detalla que se necesita que el presunto delito tenga lugar en una jurisdicción concreta y que esté en plazo. De ahí que muchas víctimas presenten denuncias en Nueva York (donde tenía su estudio y presuntamente cometía los abusos) gracias a una excepción legal de 2022, la llamada Ley de Violencia de Género, que permite hacerlo, independientemente de cuando ocurriera, hasta el 1 de marzo de 2025. Lo que implica que, en los próximos meses, es probable que haya más denuncias. “Si es declarado culpable, puede ser condenado a cadena perpetua”, aclara la también autora de Credible: Why We Doubt Accusers and Protect Abusers.

Por su parte, la defensa de Combs tiene poco que decir. Afirman en la prensa que no pueden “abordar cada acusación sin fundamento” en lo que se llaman “un imprudente circo mediático”. El juicio tendrá lugar, inicialmente, el 12 de noviembre, y ahí se sabrán más datos del caso. Hasta ahora solo se conocen, y no a fondo, las 11 demandas y algo de las otras 120. La más detallada, y probablemente la más importante, porque ha permitido tirar del hilo, fue la primera: la de Casandra Ventura, su novia durante años. En noviembre de 2023 hablaba de secuestros, palizas, abusos, persecuciones, violaciones y amenazas contra su vida y la de su familia. A aquellos que decidieran no creer a las víctimas podría parecerles hasta rocambolesco, si no fuera porque una atroz grabación de un hotel filtrada seis meses después confirmaba todo punto por punto. Cassie —como se la conoce artísticamente— retiró la demanda por un acuerdo extrajudicial un día después, pero que ella tuviera ese arrojo fue clave.

Sean Combs (a.k.a. Diddy) and Cassie
Sean Combs y Cassie actúan juntos en los MTV Europe Music Awards celebrados en noviembre de 2006 en Copenhague, Dinamarca.Dave Hogan (Getty Images for MTV)

“Estos casos de alto perfil sí que tienen un impacto. Cuando tienen alta cobertura mediática, generan un diálogo cultural y una conversación”, afirma Palumbo, de la NSVRC. “No es solo que impacten en los supervivientes, sino en la conversación como sociedad: la gente cree, apoya a las víctimas. Entre familia, amigos o vecinos surgen oportunidades de aumentar la conciencia y el impacto”, asegura la experta, que desgrana que en Estados Unidos una de cada cuatro mujeres (casi 34 millones) han sufrido una violación o un intento de ella a lo largo de su vida, cifra que sube al 46% si se habla de reportar contactos sexuales no deseados. En hombres, son uno de cada cuatro.

Purna Sen, entonces portavoz de ONU Mujeres, lo afirmó de manera casi visionaria a este diario hace más de cuatro años: “Se equivocan quienes creen que hemos llegado al post-Me Too, estamos viviendo su pleno desarrollo”, aseguraba. “Es el movimiento de las mujeres más grande y efectivo que ha habido nunca contra el acoso y la violencia sexual”. Hoy día, las expertas lo siguen viendo así. “Las acusaciones en los casos penales y civiles cuentan una historia de complicidad generalizada entre una serie de actores”, asegura la profesora especialista en violencia de género Tuerkheimer. “Este es un rasgo distintivo del movimiento Me Too: muchos denunciantes se unen para describir no solo los abusos, sino también una cultura de impunidad. La rendición de cuentas es un paso importante para cambiar esa cultura”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_