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LIBROS / MÚSICA

¿Puede un japonés tocar bien la guitarra flamenca? ¿Quién decide qué es un concierto?

Del paleolítico a la electrónica y en medio de la polémica sobre la música en directo, Wade Matthews recorre la historia de los instrumentos desde un punto de vista cultural y antropológico además de técnico

El luthier Carlos Arcieri, con un violín Stradivarius en el Palacio Real, Madrid.
El luthier Carlos Arcieri, con un violín Stradivarius en el Palacio Real, Madrid.Samuel Sánchez

He aquí un ensayo que nos lleva a plantearnos infinidad de preguntas que nunca nos habíamos hecho acerca de los instrumentos musicales: ¿Puede un japonés llegar a tocar bien la guitarra flamenca?, ¿tiene género un instrumento musical? o ¿por qué un pincel no equivale a un clarinete? A todas ellas trata de dar respuesta desde distintas perspectivas el músico e investigador Wade Matthews en las páginas de El instrumento musical. Evolución, gestos y reflexiones (Turner).

Por la facilidad con la que despierta curiosidad en los lectores, este ensayo no ha de clasificarse como un estudio dirigido exclusivamente a los melómanos, pues también sabrán valorarlo aquellas personas interesadas en la antropología y la historia cultural. En definitiva, este es un libro para quienes se sienten atraídos por los seres humanos, sus inventos y habilidades.

El autor distingue entre los gestos operativos, necesarios para hacer sonar el instrumento, y otros tantos de distinto carácter, como los expresivos, que ayudan al público a entender las intenciones de los intérpretes

El ensayo repasa los instrumentos musicales desde la época en que eran meros huesos agujereados ―hace aproximadamente cuarenta mil años, según los ejemplares encontrados en la cueva alemana de Hohle Fels― hasta hoy, cuando la electrónica los ha convertido en máquinas generadoras de sonidos de toda índole.

Pero como ya he dejado caer más arriba, este no es solo un libro de historia de los instrumentos musicales: es, al mismo tiempo, una observación detallada acerca del vínculo entre las personas y las herramientas con las que accedemos a la música, verbo elegido por Matthews para condensar las funciones de estos objetos musicales, incluyendo en esta categoría la voz humana.

Matthews rastrea tanto en el origen de los instrumentos como en el de la sorprendente variedad de habilidades fisioneurológicas necesarias para hacer música, y para ello nos hace viajar atrás en el tiempo, describiendo una escena muy pertinente: “En la elaboración de una punta de lanza de sílex, el humano neolítico ya empleaba y desarrollaba la coordinación muscular, la escucha y, sobre todo, desde la perspectiva del músico, la coordinación muscular guiada por la escucha. ¿No serán estas las habilidades necesarias para tocar las flautas encontradas, por ejemplo, en Hohle Fels?”, se pregunta el autor, si bien descarta que nuestros ancestros desarrollasen estas capacidades solo para fines musicales.

Un miembro de Electronicos Fantasticos! durante un concierto en Tokio el 2 de septiembre.
Un miembro de Electronicos Fantasticos! durante un concierto en Tokio el 2 de septiembre.FRANCK ROBICHON (EFE)

La sección del ensayo titulada “Orígenes I” recorre además los mitos de los orígenes de ciertos instrumentos musicales como el arpa gaélica irlandesa, que figura hasta en el escudo del país, lo cual nos lleva a debates propios del campo de la etnomusicología y la organología. De hecho, Matthews dialoga –y a veces discute– a lo largo de su libro con dos textos que se ocupan también de los objetos que empleamos para hacer música: el fundacional estudio de Peter Schaeffer titulado Tratado de los objetos musicales (Alianza) y el escrito por Bernard Sève (El instrumento musical. Un estudio filosófico, Acantilado), centrado principalmente en los instrumentos acústicos occidentales.

El capítulo dedicado al gesto musical contiene refinadas observaciones acerca de todo tipo de intérpretes: los de jazz, los de rock y los de clásica, cuya gestualidad a la hora de abordar el instrumento es característica de lo acotado de su repertorio. El autor distingue entre los gestos operativos, necesarios para hacer sonar el instrumento, y otros tantos de distinto carácter, como los expresivos, que ayudan al público a entender las intenciones de los intérpretes.

Con el nacimiento de la música electroacústica la idea de instrumento se va haciendo cada vez más difusa

En esta completa sección solamente se echa de menos un análisis de la figura del director de orquesta, cuyos gestos son particularmente llamativos en su interpretación músical. Quizá porque no es posible considerar instrumentistas a quienes dirigen orquestas o coros, estos no figuran en este ensayo, si bien para profundizar en sus movimientos y ademanes escénicos tenemos el libro de Mark Wigglesworth titulado El músico silencioso. Por qué hay que dirigir a la orquesta (Alianza). Wigglesworth, que también es director, considera que los gestos son para los directores solo un medio de lograr un fin, igual que los dedos lo son para un instrumentista: “(…) Aunque a veces resulte tentador desear que un músico responda musicalmente igual al mismo gesto, la variedad, siempre cambiante, de toda la gente involucrada en ellos siempre será más interesante que cualquier máquina musical.”

Matthews dedica la segunda mitad de su ensayo a los instrumentos digitales. Como ya hizo en la primera parte, no se limita a examinarlos, sino que explora “la evolución de las tecnologías y los conceptos que desembocarían en ellos”. Comenzando por el Telharmonium, un instrumento de doscientas toneladas patentado por Thaddeus Cahill en 1897, y siguiendo con los primeros sintetizadores como el RCA Mark II, Matthews va trazando una historia de los instrumentos electrónicos en paralelo a la de su hardware, su software y el contexto sociocultural en el que se desarrollaron.

La evolución de la notación musical en sintonía con la de los instrumentos musicales también tiene su espacio en este libro, especialmente su adaptación al nacimiento de la música electroacústica, donde la idea de instrumento se va haciendo cada vez más difusa. De hecho, en las páginas finales del libro Matthews llega a preguntarse, en sintonía con el músico Atau Tanaka, si hoy en día, el concepto de instrumento musical no será más bien “una metáfora útil que define contextos creativos para la tecnología, delimita exigentes escenarios de uso y vincula la innovación con la tradición artística.”

Cierra el ensayo la figura del DJ, ese instrumentista contemporáneo que, con sus gestos y tecnología analógicos, controla una serie de sonidos de origen digital, pero que, en cualquier caso, consigue que los pies se nos vayan al compás de la música igual que lo harían los instrumentistas de la banda de una verbena de pueblo.

Obras mencionadas

Wade Matthews: El instrumento musical. Evolución, gestos y reflexiones. Turner, 2022

Bernard Sève: El instrumento musical. Un estudio filosófico. Acantilado, 2018.

Pierre Schaeffer: Tratado de los objetos musicales. Alianza, 2003.

Mark Wigglesworth: El músico silencioso. Por qué hay que dirigir a la orquesta. Alianza, 2021

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