_
_
_
_

U. S. Girls, cuando el pop sale del útero

La líder de la banda, Meg Remy, grabó su nuevo álbum en las distintas etapas de su embarazo de gemelos. El resultado es su disco más conceptual, exquisito y mordaz hasta la fecha

La cantante Meg Remy, alias U. S. Girls, en un retrato promocional.
La cantante Meg Remy, alias U. S. Girls, en un retrato promocional.Emma McIntyre
Laura Fernández

Hace un frío de mil demonios fuera. Fuera es algún lugar de Toronto. “Ayer ni siquiera salimos de casa, puede que hubiera 30 grados bajo cero”. La que habla es Meg Remy (Chicago, 1985), la mujer detrás de U. S. Girls, referente cada vez más visible de un pop experimental que bebió, en sus inicios, de lo punk —Remy siempre quiso ser una riot grrrl y en cierto sentido lo es— y hoy pisa fuerte en un inexplorado terreno tan cambiante como exigente. Su paleta de sonidos se ha ampliado tanto que prácticamente podría decirse que cada canción de este Bless This Mess (4AD / PopStock!), su octavo álbum y el más orgánicamente conceptual de todos, inaugura su propio género. Uno exquisito, salvaje, mordaz.

Si no hubiera cerrado la puerta del estudio en el que acaba de descolgar la videollamada, y en el que pueden verse guitarras colgando de las paredes, un par de teclados en un extremo y, de fondo, un radiador marrón enorme, probablemente sus gemelos corretearían por ahí. Acaban de cumplir los dos años. “Sí, acaban de llegar a la adolescencia del bebé, los famosos terrible two”, dice. “Creo que sé por qué nos molesta tanto a los padres que no paren quietos. Son libres y nosotros ya no lo somos. Y nos molesta no poder serlo”, añade. No, Bless This Mess no es un disco sobre la maternidad, pero sí, dice, es un disco sobre “el proceso” que le llevó a ella. “Cuando me quedé embarazada le dije a mi marido: ‘¡Hagamos un disco!”, recuerda. Su marido es el compositor, músico y actor Max Turnbull, alias Slim Twig. Quería descubrir Remy, por ejemplo, de qué forma podía afectarle a su voz el crecimiento de los niños en su interior. “Recuerdo que estaba a punto de salir de cuentas cuando grabamos ‘St. James Way’ y que acabé llorando en el estudio. Aún nos quedaban dos días de grabación, pero no podía más. En esa canción parece que me ahogo. Apenas tenía aire. Lo recuerdo como una especie de delirio. Nada parecía real. Pero es un documento histórico en muchos sentidos. Está cantando alguien que tiene dentro a dos personas y se está ahogando”.

Bless This Mess —literalmente, “bendito desastre”— es, pues, un viaje. Un viaje que da comienzo en Grecia, con la ochentera ‘Only Daedalus’, corte retrodisco que trata sobre “imaginar cómo sería salir con un tipo que inventa cosas, cómo de frustrante y a la vez cómo de fascinante” (y no un tipo cualquiera, sino el padre del mismísimo Ícaro). “Se habla mucho de Ícaro y poco de su padre, que fue un tipo listo, según el mito griego. Ícaro es el símbolo de la ambición y cómo la ambición puede destruirte. Ícaro quiso tocar el sol, pero ¿y su padre? Su padre se quedó en tierra, creando cosas sencillas, y no le fue tan mal”, dice. El sarcasmo en la letra está por todas partes, como es habitual. Pero no, no tiene que ver con su propia metamorfosis, porque ella no está simplificando nada.

Meg Remy salió de cuentas en el estudio y después usó su sacaleches como base de percusión de una de sus canciones

Al contrario, su sonido es cada vez más complejo y también más colectivo. “Cuando pienso que hace 15 años, en mis primeros temas, golpeaba una lata con baquetas y recitaba cosas, no puedo creérmelo. Era mucho más underground. Me obligaba a mí misma a no hacer ciertas cosas porque quería pertenecer a una especie de club de gente que hace cosas raras. Y si algo sonaba a Katy Perry, lo descartaba de inmediato. Hoy me lo permito todo, y eso me ha hecho crecer enormemente. Todo me supone un reto”, dice. En la lista de colaboradores del álbum figuran, entre otros, Beck, Basia Bulat y Ryland Blackinton (Cobra Starship). “A algunos ni siquiera los conozco en persona, nos escribimos y nos pasamos pedazos de temas que se han convertido en canciones que jamás hubiera podido imaginar”, confiesa.

Como ‘Tux’, el tema funk, de un flow de otra época, que le dedica a un esmoquin de alquiler. “Ha sido divertido escribir sobre un objeto inanimado”, dice. O el pandémico y divertidísimo ‘Screen Face’ —con una videollamada a punto de colgarse porque el teléfono de alguien se está muriendo, “y yo también”, canta Remy— y el fascinante ‘Pump’, el juguetón cierre, de una gran amplitud pop jazzística y soul, en el que la percusión la pone el sacaleches de la propia Remy, y que habla de haberse convertido en alimento para sus bebés. “Insisto en que no es un álbum sobre la maternidad. Porque aún no era madre cuando lo concebí. Y no sé en realidad si se puede escribir sobre ello. Es algo tan nebuloso y está tan en constante evolución que no sé si algún día dejará de ser un misterio”, dice.

“Hace 15 años era mucho más ‘underground’. Si algo sonaba a Katy Perry, lo descartaba de inmediato”, afirma la cantante

Y, sin embargo, algo ha cambiado. Y ella quería registrar ese cambio. Desde la portada del álbum, en la que aparece a punto de salir de cuentas. “Por fin voy a salir de gira, ¡mi primera gira en tres años!, y sólo pienso en ir cómoda. Ni de coña vuelvo a ponerme las plataformas que me ponía, ¿estaba loca?”, dice, y se ríe. Lleva puesto una especie de chándal gris y está repantigada en lo que parece un pequeño sillón. ¿Qué escucha estos días? “Max no deja de escuchar música nueva y de todo tipo, así que estoy expuesta, y mis hijos también, cada día, a un montón de nuevos sonidos. Últimamente, eso sí, estoy más abierta. Escucho mucho jazz y en general tengo una concepción bastante holística de la música, no sé bien por qué”, responde.

También dice haber caído hace poco en la cuenta de “lo bueno que ha sido siempre Garth Brooks”. “Desde niña me ha fascinado, pero hubo un tiempo en que me decía que era un tipo soso y no gran cosa, y me avergonzaba un poco de que fuese uno de mis referentes. Ahora veo que fue un genio. Cantó canciones compuestas para mujeres y creó un estilo propio que no era ni una cosa ni la otra. La intensidad que consigue es alucinante. Y me gusta la idea de haber crecido hasta el punto de darme cuenta de algo así”, sentencia. Tal vez lo haya escrito en su diario y algún día acabe dentro de una de sus canciones. Porque es así cómo las escribe, rescatando todo tipo de cosas que alguna vez se le han pasado por la cabeza y ha encerrado en su diario, un archivo de esa locura, también bendita, que desprende todo lo que ella toca.

Portada del libro 'Bless this Mess', de US Girls

U. S. Girls

'Bless This Mess'
4AD / Popstock!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Laura Fernández
Laura Fernández es escritora. Su última novela, 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus' (Random House), mereció, entre otros, el Ojo Crítico de Narrativa y el Premio Finestres 2021. Es también periodista y crítica literaria y musical, y una apasionada entrevistadora de escritores y analista de series de televisión.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_