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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Mandarino’, una bellísima crónica de Indias con renovados signos de transgresión estética

El hambre empuja a un pueblo a la búsqueda del pez dorado en el río Paraná. Una historia narrada con fórmulas innovadoras por el argentino Ezequiel Pérez

Vista aérea del río Paraná, cerca de la ciudad argentina de Paraná, en septiembre de 2023.
Vista aérea del río Paraná, cerca de la ciudad argentina de Paraná, en septiembre de 2023.SEBASTIAN LOPEZ BRACH (NEW YORK TIMES / CONTACTO)
Marta Sanz

“Me dicen Mandarino porque tengo el mi pecho partido en gajos. Con una de las mis manos detengo la mi lengua y marco los límites de lo que desespera nombrarse. (…) Yo soy Mandarino: el que nació con hambre”. Además, Mandarino es el Cronista Mayor del Desamparo y Cartógrafo de una Sola Línea. Su vida, su narración y su viaje se superponen en un mismo trazo sobre el lomo reptiliano del río Paraná. Una comunidad busca el pez dorado y un puerto en el que asentarse, y el hambre, en el sentido recto y en sentido poético de la palabra, está en la raíz de la búsqueda, la aventura, la curiosidad. Mandarino es Cartógrafo de una sola línea, pero esa línea adopta la forma abierta de una parábola en la que la naturaleza adquiere una dimensión telúrica y no se tiene miedo a que, del relato, como de las parábolas y las alegorías, se desprenda una enseñanza. Geometría y retórica, geografía y poética. Aprendizaje y placer.

Ezequiel Pérez, a través de la hermosísima voz de Mandarino, retoma tradiciones literarias que no gozan hoy de gran popularidad y las convierte en renovados signos de transgresión estética: junto a la ya mencionada resonancia moral de la parábola destacan las fórmulas de la crónica de Indias a partir de las que se genera una neolengua, concentrada y musical; una neolengua excéntrica y contestataria frente a la uniformada asimilación del actual imperio literario; una neolengua en la que el léxico de la navegación no solo alude a proas y popas, sino también a “circunnavegaciones”. Cada vivencia de Mandarino, cada momento de su aventura en el Paraná, encuentra su correlato en la vibrante práctica de la escritura. También en la institución literaria circunnavegamos en torno a un centro tratando de saciar el hambre, desdibujando los límites, contradiciendo la idea misma de centralidad, buscando un nombre… Mandarino afirma: “Fijar las cosas, las puede fijar cualquiera; la cosa está en habitarlas”.

Quizá acometer los rigores de un género u otro puede cambiar la propia mirada, porque la realidad transforma las palabras, pero acaso las palabras y sus combinaciones, la norma literaria y las reglas del arte, también pueden cambiar la realidad

Fuera de los lugares comunes sobre el lenguaje artístico, Pérez nos lleva a pensar en la vivificación del territorio de la escritura, en el latido interno que anima las palabras. Los matices del lenguaje en la prosa de Pérez muestran reflexión y un oído finísimo en la ejecución del relato. Mandarino pregunta: “¿Cómo se escribe una voz, Abuelo?”, y nos damos cuenta de que el narrador se desenvuelve no solo a través del registro de la crónica, sino también en diarios, cartas, un libro de maravillas: una mirada única, pero en transformación, va cuajando en voces distintamente moduladas según el género con el que se trabaja y la presencia de distintos destinatarios. Quizá acometer los rigores de un género u otro puede cambiar la propia mirada, porque la realidad transforma las palabras, pero acaso las palabras y sus combinaciones, la norma literaria y las reglas del arte, también pueden cambiar la realidad: Mandarino aprende que conocer la realidad del río no se puede separar de los relatos sobre el propio río. Complementariamente, las manchas del cielo se parecen tanto a lo real que podrían ser ficciones. Los dibujos de la naturaleza, los meandros, las nubes, la hipótesis de que las antípodas no están bajo nuestros pies, sino sobre nuestras cabezas, esa cartografía lírica, funciona como una metáfora de la realidad y sus representaciones.

En todo el libro hay un homenaje a las mujeres, un eco de antiguos matriarcados, que comienza en María Teresa León y se hace personaje en La Mansa, capitana de las expediciones. En el reverso de la escritura, que se vuelve sobre sí misma a través de la modesta épica de acciones y narraciones desencadenadas por la falta de alimento, encontramos una bellísima historia de ilusión y desilusión, del vínculo entre individuo y comunidad, de la necesidad de ese viaje a solas que únicamente es posible y pleno si se emprende desde la conciencia del arraigo y la pertenencia.

Portada de 'Mandarino', de Ezequiel Pérez. EDITORIAL ETERNA CADENCIA

Mandarino

Ezequiel Pérez
Eterna Cadencia, 2024
144 páginas. 17,50 euros

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.
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