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FOTOGRAFÍA

Andrei Tarkovski, la vida como un sueño

Se subasta por primera vez la colección de Polariods realizada por el cineasta durante el rodaje de Nostalgia, su penúltimo largometraje

' Church in the water', Cittaducale, Octubre, 1982 Durante el rodaje de Nostalgia.
' Church in the water', Cittaducale, Octubre, 1982 Durante el rodaje de Nostalgia.Andrei Tarkovski

Descubrió su gusto por la fotografía, cuando un amigo, el poeta y guionista Tonino Guerra, le regaló una cámara Polaroid en 1977. Andrei Tarkovski (Moscú, 1932- París, 1986) era ya un consolidado director de cine, que había alcanzado velozmente la fama, tras conseguir el Leon de oro en Venecia, en 1962 con su primer largometraje, La infancia de Ivan. Se encontraba entonces en Bagno Vignoni, en la Toscana, por indicación de Fellini, buscando localizaciones para el que sería su sexto y penúltimo largometraje, Nostalgia. Poco a poco el gusto se transformó en casi una adicción. “Tarkovski pensaba mucho sobre el paso del tiempo, y quería conseguir una sola cosa: detenerlo-aunque solo fuera por un instante, en las imágenes de la Polaroid”, escribía Guerra en Instant Light, un libro que publicó la editorial Thames & Hudson en 2006 sobre su fotografía.

“Siempre llevaba su cámara con él. Y cuando viajaba guardaba su colección de Polaroids en su maleta. Nunca se separó de ellas. Asociaba la fotografía a la memoria”, señala Daria Chernenko, jefa del departamento de arte ruso de la casa de subastas británica Bonhams. El próximo 6 de octubre saldrán a subasta un total de 257 imágenes pertenecientes a la colección del célebre autor, realizadas entre 1979 y 1984, que hasta ahora habían permanecido en propiedad de su hijo. Se estima que alcanzaran un total de 700,000 euros. La colección se divide en tres grupos; las imágenes realizadas para la preparación de Nostalgía, las que tomó durante la filmación en Italia y las realizadas a su vuelta a Rusia. “Existía algo en la inmediatez que le ofrecía la cámara que se adecuaba mucho a sus necesidades a la hora de buscar localizaciones. A esto se sumaba que le gustaba el color saturado, al tiempo que difuso (con un toque ligeramente retro), que otorgaba a cada una de las instantáneas un aire de misterio”, escribe Mark Le Fanu, crítico de cine en el catálogo editado por Bonhams.

Sin título, 1981
Sin título, 1981Andrei Tarkovski

Finalizado el rodaje, ya de regreso a Rusia, el artista continuó tomando imágenes. Esta vez su mirada se posó en los más cercanos, en su esposa Larissa y su hijo Andrei, en Dakus, su perro; en las escenas cotidianas de su casa de campo en Myasnoe, a pocos kilómetros de Moscú, la misma que recrearía en la película. “Existe una curiosa peculiaridad en las imágenes” señala Le Fanu. “Las fotos tomadas en Italia parecen, en ocasiones, haber sido tomadas en Rusia, mientras que las tomadas en Rusia tienen algo de la alegría, de la luminosidad, de la dulce far niente italiana”. En Italia añoraba sus raíces y en Rusia añoraba Italia y su libertad. Había en ellas algo premonitorio. Pronto llegaría el exilio y estas imágenes de Rusia se convertirían en una preciada evocación de su tierra para el autor.

“Al contrario que Solzhenitsyn y Sakharov, nunca fue un disidente explícito: si hubiese podido quedarse en Rusia y trabajar allí lo hubiese hecho con gusto”, destaca Le Fanu. Sin embargo, desde el estreno de Andreí Rublev, su segundo largometraje, en 1969, el exilio se vislumbró como un destino lógico para este cineasta, cuya creatividad se impuso como una amenaza para las autoridades soviéticas. La obra narraba la vida de un pintor de iconos, monje piadoso del siglo XV e hizo saltar las alarmas del aparato represor soviético por su supuesta alabanza de los valores cristianos, mientras recibía las alabanzas de la crítica europea, siendo premiada en Cannes.

Bargo Vignoni (San Quirico d´Orcia) La Toscana, 1979
Bargo Vignoni (San Quirico d´Orcia) La Toscana, 1979Andrei Tarkovski

Durante el rodaje de Nostalgia, Tarkosvki se planteaba ya definitivamente su exilio, mientras hacía frente a las ya constantes e innumerables trabas a las que le sometía la burocracia soviética, algo que se había convertido en habitual en cada una de los películas. Al tiempo sentía la misma melancolía que el protagonista de la película – un musicólogo ruso, que viaja a Italia a investigar la vida de un compositor llamado Sosnovsky, inspirado en el músico ucraniano Maksym Berezvsky. La libertad llegó, pero tenía un precio. El cineasta abandonó definitivamente su patria, en 1984, junto a su mujer. Su hijo permaneció en Rusia retenido. Solamente volverían a verse en vísperas de la prematura muerte del autor, víctima de un cáncer de pulmón, dos años más tarde. Dejaba tras sí siete largometrajes.

“Su verdadero don eran sus ojos y su perfeccionismo”, reconocía su hijo Andrei. “Desechaba cualquier instantánea que no estuviera a la altura de sus extremadamente altas exigencias artísticas”. Difusas como los recuerdos, técnicamente imperfectas, las Polaroids de Tarkovski representan un precioso complemento a su obra cinematográfica e inciden en su búsqueda del aquello que se aleja de la lógica objetiva. Nos hablan del significado de la vida a través del sueño y de la memoria. “Inventó un nuevo lenguaje, fiel a la naturaleza del cine, capturando la vida como una reflejo, la vida como un sueño”, diría de él Ingmar Bergman.

“La melancolía de ver las cosas por última vez es el mayor misterio y la esencia poética que estas imágenes nos dejan. Es como si Andrei quisiera transmitir rápido a los demás su propio disfrute. Y estos se sienten como en una cariñosa despedida", escribía Guerra en Instant Light.

 

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