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Valerón cierra su carrera futbolística y abre la leyenda

El mediapunta canario de Las Palmas anuncia su retirada a un mes de cumplir los 41 años

Valerón, durante un partido con el Deportivo en 2011.
Valerón, durante un partido con el Deportivo en 2011.EFE

A un mes de cumplir los 41 años de edad cuelga las botas Juan Carlos Valerón, uno de los futbolistas con más sutileza, clase y talento que han pisado los campos españoles en los últimos dos decenios. Se va feliz, asegura, tras dejar un legado más rico en categoría que en títulos. Nunca ganó una liga, jamás levantó un título europeo, apenas alzó una Copa del Rey, la del “Centenariazo” en 2002, y lo hizo tras caer antes en tres. Jugó 46 partidos con la selección española y conoció el sinsabor de las eliminaciones en Holanda, Corea y Portugal unos años antes de que la Roja entregada a su estilo empezase a conquistar el mundo. Y sin embargo nadie puede discutir la fuerza de su relato futbolístico, ovacionado en todos los campos, incluso en los de los rivales más encarnizados que se oponen a la camiseta que defiende.

Valerón se marcha tras disfrutar de un epílogo en casa. “Han sido los tres años más bonitos de mi carrera”, apunta. Los pasó en Las Palmas, club al que, según asegura su presidente Miguel Ángel Ramírez, quedará unido como “capitan de honor y embajador”, también ligado a las categorías formativas en lo que puede ser un primer paso a un inmediato futuro como entrenador que el propio Valerón no quiere confirmar ni desmentir. “Por ahora no pienso en eso”, despeja. Dicen quienes le han tratado en un vestuario que entre sus principales valores se encuentra el del dictado ante situaciones de máxima ansiedad. “Es el mejor psicólogo deportivo que conozco”, asegura su hermano Miguel Ángel, que le precedió en el camino a la elite, pero que tuvo que dejar el fútbol tras las secuelas de una lesión en un partido de Copa contra el Barcelona.

Me siento bien con lo que estoy haciendo y no podría soñar un mejor final que despedirme con mi gente"

Valerón también tuvo que luchar contra ese infortunio que le llevó a pasar temporadas en blanco y a sufrir tres operaciones en su rodilla izquierda. A la postre el injerto de un cadáver y la participación de un panel de más de veinte expertos en medicina y readaptación consiguieron llevarle de vuelta a los terrenos de juego. También su constancia. Más indomable mentalmente de lo que apuntaba su en apariencia frágil condición, hombre de palabras justas, de timidez y respeto, con un profundo amor por la pureza futbolística. “El carácter es pedir la pelota y jugarla”, deja dicho mientras otros promueven el retorno del balón en largo y el esfuerzo en la segunda jugada. Tampoco amante de los extremismos: “A veces la calidad se confunde con el juego bonito y vistoso, para mí la calidad es el rendimiento y tener categoría”.

Ahora se va del campo, pero nunca del fútbol. “La decisión es mía. No ha sido diferente al final de otras temporadas, hablé con el club, con técnicos y compañeros y tras una reflexión creo que es el momento idóneo. Me siento bien con lo que estoy haciendo y no podría soñar un mejor final que despedirme con mi gente”, apunta el 21, dorsal que quiere que en Las Palmas herede Jonathan Viera. Antes tendrá minutos para despedirse de su gente este domingo en el partido contra el Athletic. “Quería irme sin hacer mucho ruido”, dice. Pero su leyenda se lo impide.

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