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El eurocomunismo y el movimiento obrero

Miembro del Secretariado Unificado de la IV Internacional

Históricamente, el eurocomunismo representa una nueva etapa en el proceso de socialdemocratización de los partidos comunistas de Europa occidental, comenzado en 1935 con el VII Congreso de la Internacional Comunista y acentuado durante el período 1944-1947, y después del final de la «guerra fría». Se trata de un giro a la derecha caracterizado por llevar a los dirigentes de los PC a revisiones teóricas fundamentales. El abandono. de la teoría marxista del Estado, el rechazo del concepto de dictadura del proletariado, la aceptación del mito de la «vía parlamentaria al socialismo», son las principales manifestaciones

Pero el giro a la derecha no termina ahí. La realidad de la lucha de clases tiene una lógica implacable, a la que nadie puede escapar. El rechazo de toda prueba de fuerza frontal con la burguesía y el Estado burgués conduce inevitablemente a la capitulación ante los intereses capitalistas, al abandono de la defensa de los intereses, incluso inmediatos, de los trabajadores, así como de las reformas sociales mientras el régimen capitalista esté en crisis.

El verdadero rostro del reformismo aparece claramente siempre que la supervivencia de la economía capitalista y el Estado burgués se ve en peligro inmediato. Entonces los reformistas constituyen la última línea de defensa de la burguesía. Este papel, que ayer fue representado por la socialdemocracia, lo será mañana por la socialdemocracia y los PC conjuntamente. La aceptación y la defensa política de la austeridad por Berlinguer, bajo los más diversos pretextos, es en realidad la aceptación y la defensa de la necesidad de aumentar la tasa de beneficio capitalista para salir de la crisis en el marco del régimen capitalista. Los trabajadores españoles están advertidos: si no se oponen resueltamente, será aplicada la misma política en España.

Si el rechazo de toda prueba de fuerza global con la burguesía y la ilusión de un «Estado democrático» sin naturaleza de clase es el pilar estratégico clásico del reformismo, que los partidos eurocomunistas se han apropiado, el mito de la «economía mixta», cuya inconsistencia total ha demostrado una vez más la crisis actual, es la tesis económica socialdemócrata tradicional que los PC aceptan ahora. La idea de la «democracia avanzada» como «etapa de transición al socialismo», realizada mediante el «desmantelamiento del poder de los monopolios» gracias a una «gran alianza antimonopolista», es el fundamento mismo de la estrategia eurocomunista.

Se trata de una utopía total basada en un rechazo del ABC del marxismo en lo que concierne a la naturaleza de la economía capitalista. El ejemplo de Portugal nos ofrece una demostración aplastante del carácter falaz de toda esta estrategia. En este país, los monopolios han sido nacionalizado. Sin embargo, el carácter capitalista de la economía portuguesa no puede ser discutido sinceramente por nadie.

Mucha de la confusión que reina sobre la cuestión del eurocomunismo ha sido creada por el hecho de que numerosos comentaristas establecen una relación causal entre el giro a la derecha de estos PC y la actitud más crítica que adoptan de cara al estalinismo y la dictadura burocrática en la URSS. Se trata o bien de un malentendido o bien -tanto por parte de los burgueses más reaccionarios y menos inteligentes como por parte de los estalinistas impenitentes- de una falsificación histórica manifiesta.

En realidad, los partidos comunistas estrictamente ligados a la dirección burocrática de la URSS han aplicado una política en todos los países que fueron ubicados en Yalta y Potsdam dentro de la zona de influencia capitalista, tan derechista como es hoy la de Berlinguer. Con el apoyo y la bendición de Stalin, el PC británico se ha pronunciado desde entonces por la «vía parlamentaria al socialismo». Los PC francés e italiano han liquidado activamente las huelgas y han concentrado su esfuerzo en la reconstrucción del Estado y el Ejército burgueses y de la economía capitalista en 1944-1947.

Todavía hoy, el PC finlandés, incluida su fracción incondicionalmente pro Moscú, apoya una política de austeridad peor que la que defiende Berlinguer.

Si el Kremlin, efectivamente, se siente furioso e inquieto por el fenómeno eurocomunista, si ataca tan violentamente a Santiago Carrillo, no es porque los PC de Europa occidental practiquen una política de colaboración de clases con la burguesía. Es porque lo hacen cada vez más en función de sus propias necesidades -necesidades electoralistas, integración en la sociedad burguesa- y menos en razón de las necesidades diplomáticas del Kremlin. El hecho de que hagan esto en un clima de ascenso de las luchas y de la conciencia de clase del proletariado occidental, que comporta un poderoso componente antiburocrático, es lo que obliga a las direcciones de los partidos eurocomunistas a tomar sus distancias con respecto a las peores manifestaciones de la dictadura burocrática y la represión en la URSS y las «democracias populares».

Esto acentúa la crisis del estalinismo y aporta argumentos importantes a las nuevas oposiciones políticas comunistas y socialistas, antiburocráticas, dentro de estos países. Aunque consideramos que el proceso de socialdemocratización de los PC es una regresión, creemos que sus críticas al estalinismo y a la ausencia de democracia socialista en la URSS representan un progreso que debemos estimular y acentuar.La contradicción principal del eurocomunismo reside en que intenta combinar una política de derecha con una orientación más democrática en un período de crisis capitalista y exacerbación de la lucha de clases. Sin embargo, la burguesía y la socialdemocracia de derecha están obligadas a acentuar la represión y a limitar las libertades democráticas en una fase semejante. Es significativo que el congreso extraordinario de la UGT acabe de rechazar el derecho de tendencia, principio elemental de la democracia sindical y obrera. ¿Qué van a hacer a este respecto los dirigentes eurocomunistas? ¿Cómo van a justificar el pluralismo político afirmado para la burguesía y el rechazo del pluralismo político en el seno del movimiento obrero,de cara a las tendencias obreras que rechazan la colaboración de clases y que organizan la resistencia obrera contra la austeridad y los «pactos sociales»? He ahí el dilema en que se ven. Todos los militantes comunistas y socialistas deberán tomar posición al respecto.

Ignazio Delogu, miembro del comité central del PC italiano, ha aludido al Gobierno de la República Española entre julio de 1936 y marzo de 1939 como «modelo» de la participación gubernamental eurocomunista (EL PAIS, 2 de agosto de 1977). El ejemplo es particularmente significativo y nefasto. ¿Hay que recordar a Delogu la represión sistemática contra el POUM y la izquierda de la CNT organizada por ese Gobierno a partir del principio de 1937? Santiago Carrillo ha condenado como un «crimen abominable» el asesinato de Andreu Nin. Nos alegramos de que lo admita, aunque sea demasiado tarde. Pero este «crimen abominable», ¿no se sitúa en la lógica de un esfuerzo de restauración del orden capitalista contra una clase obrera radicalizada y militante? De la misma forma, el asesinato de Karl Liebnecht y Rosa Luxemburg por los Freikorps introducidos por el socialdemócrata Noske en Berlín desde diciembre de 1918, ¿no estuvo dentro de la lógica de la política de restauración del capitalismo alemán aplicada por la socialdemocracia?

Es por esto por lo que los marxistas revolucionarios rechazamos la alternativa: «o dictadura burocrática con partido único, o pluralismo político con mantenimiento del régimen burgués». Los marxistas revolucionarios creemos que la posición de principio de Marx, de Lenin, de Trotsky y de Rosa Luxemburg sigue estando, más que nunca, de actualidad. La única vía para asegurar la abolición de la explotación capitalista y garantizar el disfrute de las libertades democráticas para todos, en primer lugar para la gran masa de los explotados, es la conquista del poder político por la clase obrera, poder basado en los consejos obreros y en el pluralismo político (comprendidos los partidos de oposición, la prensa de oposición y el acceso de todos los, partidos políticos a todos los medios de comunicación), cultural e ideológico garantizado constitucionalmente para todos.

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