Chile, a cal y canto
Tres hechos acaecidos últimamente en Chile ofrecen claro reflejo de lo que está ocurriendo bajo la dictadura personal de Pinochet. En primer lugar, la deportación a 4.800 metros de altitud de doce personas acusadas de actividad política, pecado nefando desde que en 1973 la Junta Militar declarara fuera de la ley a todos los partidos políticos. Entre los afectados por esta «vacación» se encuentran líderes sindícales, el ex presidente del Senado, Reyes, y los parlamentarios Aldwyn y Velasco, de la democracia cristiana.En segundo lugar, el rechazo vigoroso del ministro de Asuntos Exteriores, almirante Carvajal, en calidad de portavoz gubernamental a la decisión argentina con respecto al laudo arbitral de la Corona británica, al que declara nulo e inválido, sobre la disputa de límites jurisdiccionales que Chile mantiene, desde el siglo pasado, con Argentina sobre el canal de Beagle -concretamente sobre las islas Picton, Lennox y Nueva, en Cabo de Hornos-, y en la que se esconden intereses económicos y estratégicos de importancia singular. Y en tercero, el anuncio efectuado por Exxon Minerals, filial de la multinacional norteamericana, de una inversión de 1.100 millones de dólares para la adquisición de la mina de cobre «La Disputada de los Condes», a efectos de diversificar su objeto social y expandir las actividades de esta última, de propiedad francesa y nacionalizada en 1971 (en la actualidad el 86,5% del capital pertenece a la Empresa Nacional de Minería y posee dos depósitos en donde se presumen unas reservas de 188 millones y de 301 millones de toneladas de mineral, respectivamente.
Exxon Minerals lleva ya gastados siete millones de dólares a lo largo de treinta meses de exploración, y de considerar correcta la comprobación de los libros contables de la empresa materializará la inversión anunciada.
De una lectura de los hechos se llega a unas conclusiones que, más que otra cosa, y por lo clásico de su estructura, responden a la constante histórica de las dictaduras: represión implacable en todos los frentes internos, orquestación de campañas psicológicas frente a conjuras y enemigos del exterior y penetración, sutil o descarada, del capital multinacional que con la protección gubernamental y aseguradas las regalías de antemano, ayuda a consolidar la permanencia del sistema al tiempo que ahonda, aún más, la dependencia económica del país al capital foráneo.
Una sola fuerza política: la militar
Es claro que el 75 % de los votos favorables a Pinochet en el referéndum del 4 de enero, y a pesar de todos los repudios obtenidos, del cese del contralor de la República, Héctor Humanes, y de la disparidad de criterios en la cúspide de la Junta con ocasión de la convocatoria a la consulta popular, el margen de maniobra de Pinochet en el interior del país se ha visto acrecentado. En Chile no existe relación de fuerzas, sino que sólo hay una, la de las armas del poder militar que acabó violentamente, en septiembre de 1973, con el régimen legalmente constituido, el de Salvador Allende.
Sin embargo, Pinochet no está solo. Su base ideológica, la creación de una nueva democracia institucional, se articúla por decretos leyes y actas constitucionales, siguiendo el modelo brasileño, y se entronca con la Declaración de Principios y la del Objetivo Nacional, explicitadas, una vez asaltado el Palacio de la Moneda, con nítida fractura de la Constitución de 1925. La proclama de «no más elecciones y consultas en diez años» y de la posibilidad de poner en órbita un «Movimiento de Unidad Nacional» se ven respaldadas por los grupos oligárquicos -llamados, pirañas y cocodrilos- y por las instituciones financieras e industriales internacionales dominantes, fundamentalmente las alemanas y las norteamericanas. Esto último pone en cuarentena la aplicación de la doctrina Carter, así como la fuerza disuasoria que pueden ejercer Washington y las Naciones Unidas sobre el poder económico real, el de las multinacionales allí establecidas y sobre los militares en el Poder.
Economía en crisis
Por otra parte, la situación económica no parece haber remontado la difícil coyuntura. Continúa la inflación de tres dígitos, el paro es de dos, la inversión privada continúa inapetente y el precio del cobre en el mercado mundial es, en coste real, el más bajo desde 1958, con lo que el primer renglón de la exportación chilena y auténtico pilar de todo el sistema no aporta las divisas necesarias para el saneamiento global. Las medidas sugeridas por los «Chicago boys», los expertos del Nobel Milton Friedman, han sido soportadas en su mayor parte por las clases trabajadoras y, al igual que los créditos exteriores recibidos, no han bastado para impulsar la economía social de mercado que dice quiere implantar la Junta.
Por decreto-ley 2.052 se ha anunciado el Presupuesto General del Estado para el año 1978, con unos gastos totales de 8.159 millones de dólares, del que el 21,9% se destina a Defensa y el 53,6% a Sociales, en el que aparece incluido el 20% correspondiente a Educación. Dentro de la disposición reseñada se contempla, como medida popular, el establecimiento del salario mínimo (2.000 pesos/año) y tres reajustes automáticos de los sueldos en marzo, julio y diciembre. Finalmente, del presupuesto en divisas el 15,3% se destina a Defensa y 1.000 millones de dólares al pago de la Deuda Externa, cuya refinanciación se negocia anualmente.
Regreso a una democracia limitada
Como salida alternativa a la vigente dictadura, la tesis de una democracia limitada regída por elementos civiles y apadrinada por la Casa Blanca va tomandó cuerpo -y se negocia- en las fuerzas de oposición, cuyas principales cabezas malviven en el exilio. Como punta de lanza de la misma: la creación de una Gran Alianza o Frente Humanista, en el que quedarían integrados todos los partidos y las centrales sindicales. A este frente amplio el Partido Demócrata Cristiano pone una reserva inicial: se acepta el conglomerado de la Unidad Popular salvo al Partido Comunista y a los minoritarios que se hallan a su izquierda. Nuevamente, pues, surge la falta de realismo político, por no decir miedo o intransigencia, por parte de los hombres de Eduardo Frei, padrino de la revolución en libertad. Conviene recordar del ex presidente Frei que sus orígenes políticos provienen de la fundación, en 1939, de la Falange Nacional, grupo escindido de la Juventud Conservadora y de corte fascista, y que, en connivencia probada con la CIA, fue uno de los importantes promotores del golpe militar que ocasionó la caída del régimen anterior y la muerte de Allende.
Ahora bien, para la cristalización del Frente Humanista deberían darse uno de estos dos supuestos: o el levantamiento Popular, con apoyo masivo de los sindicatos, o el consenso militar ante una necesidad de cambio de régimen. Ambas cosas, hoy por hoy, impensables. Como certeramente señaló Juan Aldebarán en Triunfo de 7 de enero de este año: «Es más fácil montar una dictadura que desmontarla.»
Por las planicies blancas del salitre y por los verdes que terminan en Tierra de Fuego abrasa el sol mediocre e injusto del totalitarismo. Chile se encuentra cerrado a cal y canto. El trienio allendista, tan lejano como una posible recuperación de las libertades públicas. Mientras Pinochet continúa manejando irracional y arbitrariamente el timón del país -¡ay de Los Alamos; ay de Tejas Verdes!-, un millón de chilenos, el 10% de la población, sueña en el dramatismo del exilio con volver a pisar las calles de Santiago nuevamente. La batalla de Chile está siendo muy dura y... ¿será larga?
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