Un documento impresionante
Es tan insólita la forma en que Yilmaz Güney asegura dirigir sus películas (Yol desde la cárcel; ahora, su nuevo título, desde Suiza, aunque los equipos técnicos rueden en Turquía), que corre el riesgo de transformar en anécdotas incomprensibles el auténtico valor de los filmes. Se oculta demasiado el nombre de su ayudante, Serif Goren, realizador de Yol, y en la polémica de si Güney, ahora auspiciado por potentes productores europeos, es el auténtico autor de sus películas, se pierde un tiempo precioso. Sea o no él quien crea sus obras, el resultado de éstas es lo que importa. Yol, como ya reconoció el jurado del último festival de Cannes, es una espléndida película.En una cárcel de régimen semiabierto, varios prisioneros disfrutan de una semana de vacaciones. La película sigue el periplo de cinco de ellos, aunque dedicando especial atención a dos: aquellos que reencuentran a sus esposas y sufren junto a ellas de las presiones familiares, a su vez producto de tradiciones culturales tan primitivas como crueles. Uno de los esposos debe matar a la mujer que, en su ausencia, se traicionó; el otro, que por cobardía dejó morir a su cuñado, se enfrenta al clan familiar, que no le perdona. En ambos casos, una violencia impresionante, nacida de la conservación de un sentido del honor que sorprende a los espectadores occidentales, cierra los recorridos de sus protagonistas.
YOL
Realizador. Serif Goren. Dirección, guión y diálogos: Yilmaz Güney. Fotografía: Erdogan Engin. Música: Sebastian Argol y Kendal Intérpretes: Tarik Akan, Serif Sezer, Halil Ergun. Drama. Turca, 1982.Local de estreno: Alphaville 1.
Güney y Goren asisten también a la toma de conciencia política de un tercer prisionero que se traslada a la zona de Kurdistán: la represión de los militares es allí un continuo sonido de metralletas, un angustioso desfile de cadáveres anónimos, de silencios y odios. Los kurdos defienden su libertad entregando lo único que tienen: la vida.
Los restantes casos narrados por los autores sólo sirven de hilo conductor a las imágenes que componen un impresionante documental de rostros y calles, de ciudades y pequeñas circunstancias, en los que la supervivencia adquiere cada día características de tragedia. Es en la captura de esas imágenes donde parece difícil que Güney, desde la cárcel, haya podido intervenir. El montaje definitivo, que él sí ha realizado, reúne esas estampas en un clima que apasiona desde su comienzo.
Yol, es, en conjunto, el resumen de la vida de un país aplastado por la dictadura fascista pero envuelto también, desde su origen común, en una filosofía represora que atenaza a cualquiera de sus habitantes. Impresiona, en este sentido, el papel jugado por la mujer; a veces, incluso con humor, la película nos define los términos de la tradición que convierte a la mujer turca en simple esclava de su esposo. Sin la menor posibilidad para pensar, sentir o disponer por su cuenta, las mujeres que aparecen en la película sufren de forma fundamental la vileza de una religión basada en el absurdo. Los rostros de esas mujeres calladas cuyos ojos tienen una sutil capacidad de expresión, jalonan la acción de los cinco prisioneros, ofreciendo datos y emociones sorprendentes. Todos, adultos y menores, son víctimas de lo que deben controlar. Hasta los viejos se aferran a sus costumbres amenazando con regresar después de muertos si algún superviviente no ha cumplido la ley de la venganza, del honor redimido por la sangre. Rara vez se ha descrito con tal precisión y violenta ternura la realidad de una sociedad que no es, finalmente, tan opuesta a la nuestra.
Babelia
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