La crisis ha fortalecido a las compañías transnacionales
Desde entonces ha circulado mucha agua bajo estos puentes. Las multinacionales se han asentado como una realidad de hecho con la que hay convivir y el análisis de la problemática con ellas relaciona da ha perdido gran parte de la carga explosiva, la emotividad, la demagogia, suelen decir los estudiosos del tema, de que contó en otro tiempo.Pocos españoles discuten hoy la importancia de las empresas multinacionales en la vida económica española. Mientras la inversión nacional se muestra retraída y des confiada, a pesar de los constantes ejemplos de realismo del PSOE, las inversiones extranjeras confían en España y mantienen la economía con el nivel de inversión indispensable para seguir funcionando
En efecto, en 1984 las inversiones extranjeras de capital privado en nuestro país se elevaron a 353.107 millones de pesetas, un 34% por encima de los 264.183 millones de 1983, mientras las inversiones nacionales descendían en un 3,3%. De aquella suma 165.950 millones fueron inversiones directas; 47.974 millones en cartera, y nada menos que 140.182 millones en inmuebles. Guillermo de la Dehesa, secretario general de Comercio, dejó meridianamente clara su posición sobre el tema en un reciente seminario sobre empresas multinacionales celebrado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander: "España no tendría industria del automóvil, por ejemplo, si no hubiera sido por la penetración de capital extranjero".
Relaciones fluidas
Las mutinacionales nos quieren, no hay duda. El abogado Rodrigo Uría destaca el hecho de que nunca hubo en España unas relaciones tan fluidas entre las multinacionales y el poder público como con el actual Gobierno socialista. Desde los tiempos de Arbenz, los grandes conglomerados transnacionales han aprendido mucho en términos de negociación y consenso. La luna de miel española contrasta con lo que el economista británico John Robinson, miembro del europeo Research Associates de Bruselas, califica de "uneasy repationship" y que puede traducirse libremente por "difícil convivencia".
A partir de 1970 las transnacionales han señalado su frustración ante la incapacidad de la CEE para llevar a cabo la integración económica prometida, un objetivo que está en el punto de mira de los intereses de las multinacionales desde 1968.
Posteriores presiones políticas y sociales para controlar su actividad dentro de la CEE han llenado de intranquilidad a las casas matrices. La llamada directiva Vredeling fue el punto culminante de fricción. Los grandes bosses hicieron saber su sentencia: Europa deja de tener interés por las multinacionales y debía ser abandonada a toda costa.
En cuanto a España, las excelentes relaciones actuales se traducen en saneados beneficios para las cuentas de resultados. En 1984, las repatriaciones de beneficios de las multinacionales instaladas en España alcanzaron la cifra de 45.409 millones de pesetas, frente a 35.557 millones en 1983. A esta suma habría que añadir una cantidad no especificada, pero importante, representada por los pagos efectuados al exterior en concepto de asistencia técnica y royalties, en realidad beneficios enmascarados, que en 1984 alcanzaron los 81.000 millones de pesetas.
Ocurre que las multinacionales, como todo hijo de vecino, tratan de escurrir el bulto al 35% de imposición que de acuerdo con el impuesto de sociedades grava las rentas de inversión. Por el contrario, la transferencia de servicios está gravada solamente con un 18% (y hay, por tanto, una diferencia del 17%) y si existe convenio de doble imposición por medio, ese tipo puede quedar reducido a entre un 5% y un 10%.
Rentabilidad elevada
De acuerdo con los datos de Comercio, la rentabilidad de las inversiones extranjeras ha pasado en España del 15% en la década de los setenta al 25%. de la inversión total en los últimos años. Ahí está el caso de IBM España, cuyos beneficios hacen palidecer de envidia a los grandes de la banca privada española.
Pero, ¿está España tan atada de pies y manos ante las multinacionales como la última avalancha de inversión foránea parece sugerir? Guillermo de la Dehesa lo niega en redondo: "España no se está vendiendo al exterior. La tasa de penetración del capital extranjero es aquí inferior al de la mayoría de los países europeos (Reino Unido, Holanda, Bélgica) y muy similar a la de Francia e Italia, aunque superior a la de EE UU, RFA y Japón". En todo caso, asegura, "es una inversión absolutamente necesaria para el futuro de la economía española".
En una época de creciente interdependencia, de mundialización de las economías y dado el nivel alcanzado por la división internacional del trabajo, el que posea la tecnología posee la llave del futuro, de la riqueza y del desarrollo. Y la tecnología está mayoritariamente en manos de las grandes multinacionales.
Según John Dunning, profesor de Economía en la Reading University y uno de los expertos a nivel mundial del tema, "las grandes multinacionales no sólo se han convertido en más importantes con la crisis, sino que están creciendo más rápidamente en los últimos 10 años que en el decenio anterior".
Ha sido precisamente la crisis la que ha forjado algunos de los cambios más espectaculares ocurridos en la idiosincrasia de las multinacionales en los últimos años. Por ejemplo, la pérdida de importancia de las multinacionales norteamericanas ante el empuje creciente de las japonesas y europeas. Incluso países del Tercer Mundo o de nuevo desarrollo, como Hong Kong, Corea del Norte, Taiwan y la India, se asoman al mundo con sus propias transnacionales.
Actuar en el exterior
Las empresas multinacionales son cada vez más internacionales. Si en 1962 el 25% de la producción total de las empresas multinacionales se efectuaba fuera de las fronteras del país de origen, ese porcentaje había pasado en 1982 al 39%. Las grandes multinacionales amplían sus operaciones fuera de sus fronteras mediante el sistema de las inversiones cruzadas, típicas del momento actual entre Estados Unidos y Japón.
Un fenómeno surgido de la crisis ha sido el desplazamiento del centro de interés geográfico de las multinacionales. El Tercer Mundo ya no interesa. La amenaza para el Tercer Mundo no puede ser más directa. No ya un gap sino un verdadero abismo puede abrirse entre una minoría de naciones ricas y una mayoría de pueblos depauperados y condenados ad eternum a la miseria. Es un fenómeno que explica el interés de las multinacionales europeas por Estados Unidos y el hecho de que EE UU, el tradicional gran exportador de capitales, se convirtiera por primera vez e en importador neto de capitales.
Paralelamente al cambio geográfico se está produciendo un cambio de actividad sectorial. El control de las materias primas ha pasado a segundo plano. El petróleo o el mineral de hierro ya no quitan el sueño a ningún magnate en Wall Street. Más aún, las multinacionales, tradicionalmente muy fuertes en el sector manufacturero, metidas a menudo en industrias ya maduras, están cambiando rápidamente su focus hacia actividades de alta tecnología, la electrónica, la informática, etcétera, y el sector servicios, el nuevo campo por conquistar por las transnacionales.
Las multinacionales, esas "criaturas en constante evolución", según Dunning, están ahora demostrando más que nunca su capacidad de adaptación y de ajuste al cambio, "lo que suele crear problemas a los gobiernos". Incluso el concepto de control por una multinacional de sus filiales ha cambiado. Ya no importa tanto ostentar la mayoría del capital, ni siquiera participar en él. Un ejemplo bien cercano: General Motors ha forzado a más de 40 empresas españolas de la industria auxiliar a formar contratos contractuales para la compra de tecnología con empresas, filiales o no de la multinacional, que son sus suministradoras en Europa.
Que nadie tiemble. Las multinacionales están aquí para ayudarnos a salir de la pobreza. "Las decisiones de las multinacionales son cada vez menos centralizadas", asegura Guillermo de la Dehesa, "y los ejecutivos de sus filiales son cada vez más nacionalistas". Estamos salvados. Son de los nuestros.
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