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Tribuna:EL DESMANTELAMIENTO DE LOS EUROMISILES
Tribuna
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Italia y la 'opcion supercero'

No se escucha la voz de Italia en el debate europeo sobre la opción supercero. Y la espinosa cuestión de la opción supercero, además, no aparece nunca, prácticamente, entre los temas políticos que se discuten hoy en Italia. La explicación más obvia sería que en estos días la atención de los italianos, tanto la de los profesionales de la política como la del hombre de la calle, se ha visto absorbida completa mente por la campaña y los resultados de las elecciones del 14 de junio. Pero en realidad, las razones de la distracción de los italianos, pese a las decenas de misiles de crucero instalados en la base siciliana de Comiso, son más complejas y profundas.Ante todo, hay una razón técnica, según me ha explicado uno de los mayores expertos en estos problemas, el secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano, el embajador Renato Ruggiero: "Nos concierne la opción cero que se refiere a los llamados euromisiles, o sea, los misiles de alcance intermedio como los Pershing 2 y los de crucero. La opción supercero o doble cero, que incluye también a los misiles de corto alcance, sobre los que se discute en este momento, no nos concierne directamente".

Consenso generalizado

Ésta es la voz de los encargados de los trabajos, es decir, es prácticamente la postura oficial del Gobierno italiano. Es una postura que no ha provocado debates ni disensiones. Los partidos la han aceptado con mucha tranquilidad, y lo mismo el hombre de la calle y también los periódicos, que han dedicado muchas páginas a analizar la postura de los demás países, pero sin convertir el asunto de la opción supercero en un tema de discusión interior.

Y esto es así porque -es la razón más profunda y real de la distracción italiana sobre el asunto- desde hace tiempo se da en Italia un consenso generalizado sobre política exterior, que va de los partidos en el Gobierno a la oposición comunista. Las divergencias, cuando existen, son de detalle, a veces de forma, pero no de fondo.

Se trata de un consenso que dura ya 10 años, que se ha ido formando lentamente, de manera casi imperceptible, de forma paralela a la cada vez más neta adhesión del Partido Comunista Italiano (PCI) a las opciones básicas en materia de política exterior del país y, en particular, a la pertenencia de Italia a la Alianza Atlántica.

Si queremos fijar una fecha para el comienzo de este proceso de maduración filoatlantista del PCI, creo que aquélla es la de la ya histórica entrevista de Enrico Berlinguer, el fallecido secretario del PCI, concedida al Corriere della Sera en vísperas de las elecciones políticas de 1976. En la entrevista, Berlinguer dijo que la OTAN ofrecía más garantías de democracia que el Pacto de Varsovia, que se sentía más seguro "de este lado que de aquél". A esta declaración de principio siguió, un año más tarde, una actitud de hecho de gran importancia: los representantes del PCI en la Unión Europea Occidental (UEO) votaron en favor de una resolución para llegar a la estandarización del armamento europeo. No fue un voto con efectos prácticos, pero establece un precedente significativo respecto de una línea de la que el PCI ya no se alejará.

Además, la maduración del PCI se completó precisamente en el momento en que se decidió poner en práctica la decisión de la OTAN, en 1979, de instalar en algunos países europeos, entre ellos Italia, los llamados euromisiles. La oposición del PCI fue más técnico-dialéctica que política y, sea como sea, no presentó los truculentos elementos de antiamericanismo que en el pasado habían caracterizado su postura.

Indiferencia y aceptación

Así, pues, igual que no hubo grandes traumas cuando se instalaron los misiles en Europa, en Italia tampoco hay grandes discusiones cuando hoy se trata de retirarlos. Porque en el ámbito de las fuerzas políticas existe este consenso generalizado sobre la política exterior. Y en el campo de la opinión pública existe una aceptación, ya inconsciente, de la pertenencia de Italia a la OTAN, y también una convicción psicológica muy difundida de que el riesgo de guerra es muy remoto y que la disuasión del equilibro del terror ha funcionado muy bien hasta ahora.

Ante esta escasa reacción de la población, los partidos se muestran muy contentos porque así evitan el debate sobre la opción cero, sobre todo ahora que están muy ocupados con otros problemas. Pero, como observa Cesare Merlini, presidente del Istituto Affari Internazionali (Instituto de Asuntos Internacionales), hay además una razón político-diplomática que explica la falta de una voz italiana en el debate europeo sobre la opción cero. "Los italianos", dice Merlini, "han tratado de conciliar siempre las posturas europeas con las de EE UU, y siempre han dado preferencia a una postura mediadora. Se han encontrado frente a un estado de divergencias respecto de las posturas de EE UU y de Europa y, además, con una postura europea sobre la opción supercero que parecía más rígida que la de EE UU. Y, en situaciones de este tipo, los italianos acaban tomando una postura marginal, satisfechos de quedar fuera del debate".

A esta observación de Merlini podemos añadir otra, que surge claramente de los ambientes políticos y diplomáticos italianos, aunque nadie quiere asumir la responsabilidad de expresarla oficialmente. Hay en estos ambientes como un sentimiento de frustración por la tendencia que parece estar surgiendo de un diálogo tripolar -Francia, RFA, Reino Unido- sobre las cuestiones de seguridad, respecto del cual Italia está siendo marginada. Y el orgullo ofendido de Italia, que se considera potencia europea a todos los efectos (sentimiento que en los últimos cuatro años el dirigente socialista Bettino Craxi contribuyó a reforzar), se manifiesta así en una casi involuntaria marginación. Algo así como si dijese: "Aquí estamos; si quieren, ya saben dónde encontrarnos".

Paolo Garimberti es experto en temas internacionales y editorialista de La Repubblica.

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