Oratoria feminista
Pienso que a las mujeres que adquirimos compromisos en la lucha contra el franquismo y que en estos momentos mantenemos que todavía la utopía es un arma imprescindible para transformar las injusticias y desigualdades que existen en la actualidad en nuestro país nos ha llegado el momento de quitar de una vez la careta a compañeros de viaje que hoy intentan aprovechar aquel compromiso adquirido en la lucha por los derechos de la mujer, como por las libertades de todos, para pasar factura hoy. Lo explico: hace unos días, la Comisión Mujer y Trabajo de la Universidad Popular de Almendralejo (Badajoz) me propuso, como a otras compañeras, que participara en un seminario de dos días que iban a realizar sobre la problemática de la mujer. Seminario que habían proyectado y conseguido aprobar con gran esfuerzo y con pocos recursos económicos. Acepté inmediatamente a colaborar con ellas. No sólo por el gran esfuerzo que para ellas había supuesto su realización, sino también porque yo había conocido este pueblo, como otros de la comarca, en una investigación que estaba realizando hace dos años para un trabajo histórico y descubrí, con gran vergüenza por mi parte, el desconocimiento tan grande que hay sobre las mujeres de las zonas rurales a todos los niveles. Y cuál fue mi sorpresa cuando acudo al citado seminario y me encuentro que las otras supuestas conferenciantes no habían acudido. Y me cuentan, con gran asombro por mi parte, que existen unas tarifas, no sé cómo llamarlo, entre el grupo de estas profesionales de la tribuna y oratoria feminista, que van desde las 50.000 a las 100.000 pesetas, más gastos de viaje y estancia. Una de las supuestas conferenciantes exigió el hospedaje en el parador de Mérida. Como es lógico, las mujeres de Almendralejo no podían hacer frente a estos gastos. Todo esto me pareció escandaloso. Y desde lo más íntimo de mí misma centré parte de mi intervención en que su problemática, es decir, la de su entorno local, mejor que ellas, que lo estaban viviendo, nadie lo iba a conocer. Que desde su propio conocimiento de la realidad cotidiana de todos los días deberían realizar un programa a reivindicar. Que no pensaran que las profesionales de la oratoria feminista les iban a solucionar nada. Que fueran concienciando a las mujeres desde la necesidad de solucionar sus problemas cotidianos, y que, en todo caso, nosotras éramos las que tendríamos que aprender de ellas.
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