El presidente de EE UU agradece a la ex república soviética de Bielorrusia el desguace de sus misiles
ENVIADO ESPECIALMinsk, la capital de la antigua república soviética de Bielorrusia, que hace 20 años vio también a otro presidente norteamericano, Richard Nixon, recibió ayer al presidente Bill Clinton. La visita, que no tenía más objetivo que el de certificar el respaldo norteamericano por la rapidez con la que este nuevo país renunció a su armamento nuclear, sirvió más bien para que el pueblo exteriorizara sentimientos sobre el nuevo orden internacional al que se somete: mucha gente en la calle, muchas caras de ilusión, pero también alguna bandera roja y algún grito de "Yanquis, go home".
Por suerte, los que saludaban al ilustre visitante no escuchaban los comentarios de los periodistas norteamericanos que acompañaban a su presidente, porque si lo hubieran hecho seguramente se habrían manifestado de forma diferente.Entre las gracias con las que los reporteros estadounidenses comentaban el paisaje, sin duda pobre y desolador, de la ciudad de Minsk, un corresponsal en la Casa Blanca decidió que, al famoso grito de que los yanquis se fueran a casa, lo mejor era contestar: "Cuanto antes mejor
La guía que los bielorrusos habían mandado al autobús de la prensa con intención de llenar algunas de nuestras enormes lagunas informativas sobre este país fue conminada -con estas palabras- a cerrar la boca y dejar que los informadores pudieran reposar.
El deseo general, en fin, parecía ser llegar al hotel en el que esperaban teléfonos directos con Estados Unidos, documentación preparada por la Embajada norteamericana y funcionarios de este país dispuestos a suministrar a los periodistas el material necesario para completar sus crónicas.
Entre ese material está la firma por parte del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el de Bielorrusia, Stalisnav Shushkevich, de un acuerdo que tiene por objetivo promover la inversión norteamericana en este país.
Este acuerdo se enmarca en la política del Gobierno estadounidense de compensar económicamente a Bielorrusia por el desmantelamiento de los misiles nucleares y la reconversión de su industria militar. Bill Clinton ha anunciado una ayuda adicional de 25 millones de dólares (unos 3.600 millones de
Estados Unidos y Bielorrusia firmaron en octubre de 1992 un acuerdo de asistencia norteamericana en el proceso de desnuclearización. Posteriormente, el Gobierno de Minsk ratificó el Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (START) y el Tratado de no Proliferación Nuclear.
En ese contexto, Washington entregó al Gobierno de Minsk una ayuda de 59 millones de dólares (8.550 millones de pesetas). Este año Bielorrusia está todavía pendiente de la parte que le tocará del monto total aprobado por el Congreso norteamericano para las antiguas repúblicas soviéticas.
El Gobierno de Estados Unidos quiere observar antes si las autoridades bielorrusas, que siguen siendo las mismas del régimen comunista, cumplen con un programa económico de desarrollo del libre mercado.
En Bielorrusia, fronteriza con Polonia, no se han celebrado elecciones ni se ha aprobado una Constitución democrática desde que se desmembró de la antigua Unión Soviética en diciembre de 1991.
Las fosas de Kuropaty
Durante sus seis horas de estancia en Minsk, Bill Clinton acudió a visitar las fosas comunes de Kuropaty, donde fueron enterradas alrededor de 50.000 víctimas de la represión desatada por Stalin, y el obelisco, que rinde homenaje a los más de dos millones de bielorrusos muertos durante la Segunda Guerra Mundial.
El Gobierno soviético había venido manteniendo la tesis de que la matanza bielorrusa fue perpetrada por la Alemania nazi, que invadió el territorio en 1941. El político de la oposición Zenon Poznyak, que fue el primero en revelar lo que ocurrió en Kuropaty, acompañó a Clinton en su visita.
La visita del presidente norteamericano a Minsk sirvió de colofón a la cumbre de Moscú, que fue coronada con un acuerdo tripartito entre Estados Unidos, Rusia y Ucrania para el desguace de todo el arsenal nuclear de este último país. Clinton y el presidente de Rusia, Borís Yeltsin, también acordaron que sus misiles nucleares no apuntarán a sus respectivos territorios.
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