Higuita 'for export'
La actitud de Higuita en Wembley, al despejar con una complicada pirueta un balón que podría haber detenido fácilmente, se presta a varias lecturas. La experiencia tiene, en primer lugar, un aspecto comercial que sale totalmente fortalecido. Higuita elaboró un producto de consumo con todas sus características, sobre todo la frivolidad. Eligió para eso el mejor momento (un partido amistoso) y el mejor lugar (Wembley, posiblemente el mayor templo del fútbol). Tuvo un éxito absoluto. La imagen está dando la vuelta al mundo y le sacará buen provecho.En lo estrictamente futbolístico se trata de un error. Un error serio, diría, porque despeja a cualquier parte una pelota que pudo haber detenido y darle un destino apropiado. Es decir, un balón en posesión de Colombia lo divide y terminó en poder de Inglaterra. También se equivoca porque hace difícil lo sencillo, justo al revés de lo que distingue a los grandes jugadores: hacer fácil lo complicado.
Y, por último, hace una pésima inversión. Pone todo su talento para no ganar nada. Arriesga todo (un gol en contra y quizá el partido) para nada. Un portero tiene que exponer todo su talento para salvar el gol, no para regalarlo.
Existe en el fútbol una cuestión fundamental de convivencia: códigos de solidaridad. Se trata del respeto al esfuerzo del compañero, que Higuita despreció. Sus compañeros tienen derecho a sentirse ofendidos porque puso en juego absurdamente su ilusión y su empeño. Además, burló el sentimiento de miles de aficionados colombianos pendientes de ese partido.
Y por último, la disputa ideológica entre quienes defendemos la alegría del fútbol y aquellos que se limitan al resultado. Nuestro mensaje se ve permanentemente sometido a exámenes. El utilitarismo no pierde ocasión de crear confusión, que nos vemos obligados a aclarar. Esta actitud de Higuita les va a venir de maravilla para que vuelvan a decir que lo único importante es ganar y no dar espectáculo.
"Crear", dice José Antonio Marina en Ética para náufragos, "es producir sorpresas eficientes". La sorpresa de Higuita fue, precisamente, todo lo contrario a la eficiencia. No fue entonces una creación, ni el espectáculo que dio tiene algo que ver con el fútbol.
Higuita, a quien admiro por su atrevimiento y su manera de desdramatizar el juego, está sirviendo, en los últimos años de su carrera, como argumento para desbaratar todo lo que él mismo significó.
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