La noche más larga de Fernán-Gómez
El escritor, actor y director pasó el estreno de su 'Tartufo' escondido en una popular taberna
"¿Estáis nerviosos? ¿Se os va a olvidar el texto? ¿Queréis huir o que se os trague la tierra?" Las respuestas a esas preguntas, que formuló Fernando Fernán-Gómez en el escenario del teatro Albéniz segundos antes de que se levantara el telón para el estreno de El Tartufo, de Molière, cuya versión ha realizado el popular escritor, actor y director, fue un rotundo sí. Contestaron sin titubear todos los componentes del reparto encabezado por los actores José Luis Pellicena, Roberto Quintana y María Fernanda D'Ocón.Al comprobar que sus compañeros las estaban pasando canutas, Fernán-Gómez les arengó: "Pues entonces es que todo va bien", tras lo cual les deseó la tradicional mierda que los cómicos se dicen esas noches; el escritor eligió el merde francés. Hecho esto, Fernán-Gómez, huyó del teatro porque no deseaba someterse al sufrimiento de seguir la representación en el interior de la sala. Fue un estreno sonado con las más altas personalidades entre los espectadores.
El escondite elegido por Fernán-Gómez y su compañera de viaje vital, la actriz y escritora Emma Cohen, fue El Anciano Rey de los Vinos, una vieja taberna cercana al teatro. Allí se produjo un espectáculo paralelo con aromas de antesala de parto. Frente al escritor desfilaban, entrando y saliendo y comiditos por los nervios, el productor Juanjo Seoane, que en cada aparición espetaba: "Se ríen, los espectadores se ríen", el escenógrafo Alfonso Barajas, el iluminador Josep Solbes, el director Alfonso Zurro y la directora del Albéniz, Teresa Vico. Fernán-Gómez sólo abandonó el escondrijo durante el descanso, momento en el que se acercó al escenario y, junto al resto de la compañía, saludó y charló con las autoridades. Todos rieron cuando el autor contaba que la presencia de los espectadores le resultaba insoportable: "Se llama al público el monstruo de mil cabezas, porque ver desde el escenario el patio de butacas lleno es una tortura indescriptible. Claro que, cuando el monstruo sólo tiene seis cabezas, entonces es casi peor...". En la segunda parte de la función volvió a su guarida, que sólo abandonó definitiva mente para recibir los calurosos aplausos finales. Le entregaron una placa de la Comunidad de Madrid en homenaje y reconocimiento a su aportación a las artes escénicas. Después, Fernán-Gómez sacó varios folios de su bolsillo (siempre ha confesado que no sabe improvisar), y leyó: "Respetable público, queridos compañeros, amigos, familia y afines, en mi propio nombre y en el de la compañía dedicamos este trabajo a la memoria del cómico y poeta teatral Moliére. Gracias".
Lo peor ya había pasado, y Fernán-Gómez, que dejó los escenarios hace 13 años, tras comprobar que no soportaba a los espectadores, se refugió en la garita del guardarropa, donde recibió calurosos elogios, incluidos los de su hija Elena y sus nietos.
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