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La oposición dice tener las firmas para un referéndum sobre la reelección de Fujimori

El centro de Lima fue ayer escenario, por segunda vez en siete días, de una multitudinaria manifestación estudiantil contra los intentos del presidente peruano, Alberto Fujimori, de presentarse a una tercera reelección en los comicios previstos para el año 2000. La oposición dice contar ya con las firmas suficientes para reclamar la celebración de un referéndum sobre los planes presidenciales.

Los estudiantes, que la semana pasada fueron violentamente disueltos por la policía en una de las peores batallas campales limeñas de los últimos tiempos, pudieron llegar ayer pacíficamente hasta las puertas del palacio de Gobierno, en la plaza de Armas. Aunque su movilización tiene un carácter eminentemente espontáneo, se enmarca dentro de la campaña de rechazo de la oposición contra la perpetuación de Fujimori en el poder, cuyo eje central es la exigencia de un referéndum sobre una tercera candidatura del presidente. Los promotores de la consulta popular aseguran haber reunido ya todas las firmas necesarias (1.200.000), el 10% del censo electoral, según establece la ley.

Acosado en varios frentes, Fujimori movió sus peones hasta sacar su último as de la manga en una jugada que muchos califican de maestra. En las últimas semanas, el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), que controla el asesor presidencial Vladimiro Montesinos, hizo un diagnóstico muy crítico de la coyuntura peruana. El malestar de amplios sectores de población inmersos en la pobreza, el descontento creciente por la pretendida reelección presidencial, las movilizaciones en la calle, la recogida de firmas en favor del referéndum, las dificultades en las negociaciones de paz con Ecuador, las denuncias de violaciones de derechos humanos y la baja popularidad de Fujimori en las encuestas (apenas un 30%) componían un cuadro clínico que requería una intervención urgente.

Cambio de imagen

Fujimori leyó atentamente el informe. Aquella misma noche se recluyó con Montesinos hasta altas horas de la madrugada. Al día siguiente, la decisión estaba tomada. El presidente pidió la dimisión a su primer ministro, Alberto Pandolfi, como paso previo a un cambio de imagen en el Gobierno. Pandolfi no podía creer lo que le pedía su presidente y no tenía ni idea de lo que se preparaba. Quedaba un interrogante. ¿Quién sería el sustituto, la cara nueva del cambio de imagen?Fujimori pidió a su asesor nombres para el puesto de primer ministro. Sólo le presentó uno: Javier Valle Riestra, abogado y antiguo miembro de la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), que había destacado en la defensa de los derechos humanos, y crítico, aunque no enemigo, del régimen. No era mal expediente para encabezar la remodelación del Gabinete

Valle Riestra y Montesinos, también abogado de profesión, habían colaborado en dos o tres juicios en los que el jefe del SIN utilizó su enorme influencia en el poder judicial para obtener las sentencias apetecidas. Así habían entablado una buena relación en los últimos tiempos.

La estrategia tenía dos ejes. La antigua vinculación de Valle Riestra con organizaciones de derechos humanos aportaba credibilidad a la operación de maquillaje democrático. Y su gran capacidad verbal y el afán de protagonismo desplazarían a Fujimori del centro de todas las críticas. Valle Riestra pasaría a ser el nuevo blanco de las iras de los opositores, así el presidente podría darse un respiro y concentrarse en su objetivo de la reelección, desbaratar el referéndum y continuar su campaña a la caza del voto que inició a raíz del fenómeno del Niño, con la visita a poblaciones, reparación de caminos, o inauguración de hospitales y escuelas.

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