"Soy muy cabezota, pero también débil como una gota de agua y pesimista"
Joane Somarriba es la mejor ciclista española de todos los tiempos, título avalado por dos victorias consecutivas en el Giro. También es una campeona accesible, sincera y, sobre todo, apasionada. Tanto que contagia ilusión.Pregunta. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos ligados a una bicicleta?
Respuesta. Recuerdo a mis hermanas y a mí misma en el garaje de casa, cada una con una bici, haciendo equilibrios y compitiendo delante de mis padres para ver quién aprendía antes.
P. ¿En sus inicios, competía contra chicos?
R. Sí, y a veces en alguna carrera acababa con los mejores y se solían mosquear.
P. Suele comentar que de adolescente no tenía amigas, tal era su afición por el ciclismo.
R. Mis amigas son mis tres hermanas, que son más amigas que hermanas. Además, mi madre estaba sola porque mi padre navegaba y se unía a nosotras a la hora de salir a ver carreras. Yo no he salido como lo hacen los jóvenes de mi edad, ni he ido a discotecas o pubs, he llevado otro tipo de vida que me ha llenado mucho.
P. ¿Es consciente de que ha dejado de tener experiencias que sólo la juventud ofrece?
R. Puede ser, pero no me da pena. Me lo he pasado muy bien en mi juventud y no siento añoranza alguna. Es más, a veces me da pena cuando veo a chicas de diecisésis años tiradas por el suelo, borrachas, sin control alguno. Entonces pienso que he tenido mucha suerte de estar vinculada a este deporte.
P. ¿Por qué no hay más casos como el suyo?
R. Este es un deporte sumamente duro e ingrato, porque sólo tienes un mes bueno al año y el resto es una puesta a punto nada evidente. Una chica de 17 años, que estudia y anda en bici tiene que privarse de muchas cosas, a veces a cambio de nada, así que es lógico que abandonen.
P. La falta de infraestructura profesional en España le obligó a emigrar a Italia. ¿Cómo ocurrió?
R. En 1997 corrí el Giro con la selección española y un par de meses después me llamó el equipo de Fabiana Lupperini, pero les di largas y ellos insistían: en realidad me resultaba difícil marcharme de casa porque andaba muy apegada a mi familia, a mi tierra. Ramontxu [González Arrieta, su marido, ciclista profesional del Euskaltel] y mi familia me hicieron ver que era la oportunidad de mi vida y me marché.
P. ¿Como fue la experiencia?
R. Viví muchos meses en Italia y lo pasé fatal. Me metieron en una casa con corredoras de otras nacionalidades y la convivencia resultó complicadísima.
P. ¿Qué aprendió en Italia?
R. Me di cuenta de que para ganar tenía que cambiar de mentalidad. El primer año, todo el equipo debía trabajar para Lupperini y yo, en particular, me moría en la carretera por ella, y además era feliz con recibir un simple "gracias" de su parte. Llegué incluso a tener victorias en mi mano y dejarme coger para ayudarla. Cuando ella logró la maglia rosa solía comentarle: "¡Jo!, qué difícil debe ser conseguir el liderato, conservarlo, vivir toda esta presión". Si ella me hablaba yo me sentía la mujer más feliz del mundo y, en cambio, los directores deportivos me decían que tenía que pensar más en mí misma, aprovechar mi clase. Al cabo de esa temporada, el Alfa Lum me llamó y me hablaban de ganar un Giro y yo me reí por dentro, pensaba que eran unos fantasmas. Pero ese año firmé y gané mi primer Giro.
P. ¿Le costó mucho ponerse en la piel de una ganadora?
R. Todo fue sorpresivo. Antes de la etapa reina del Giro 99 yo era una ciclista anónima y la prensa no hablaba de mí, pero en el puerto más duro ataqué y empecé a abrir hueco junto a dos compañeras, distanciando a las favoritas. A la llegada, lloré, reí y me vestí de rosa.
P. Estuvo a punto de no volver a montar sobre una bicicleta...
R. Aquello fue terrible. Me operaron de una hernia discal, pero salió mal y tuve que estar mucho tiempo ingresada, enganchada a dos máquinas. Después de la operación no podía andar, ni siquiera mover los brazos. No podía llevar una vida normal. En esos momentos me sentí muy sola.
P. ¿Qué hubiera sido de su vida si no llega a recuperarse?
R. Mis padres tienen un restaurante y seguramente hubiera acabado como cocinera. Mi padre es cocinero y siempre me ha inculcado el gusto por la cocina.
P. ¿Tiene tiempo para disfrutar con actividades intelectuales?
R. Con lo que más disfruto, mi gran vicio, son las sobremesas en familia. Soy una apasionada de los míos. No tengo tiempo para mucho más, pero los martes, que mi familia no trabaja, madrugo, entreno y como con ellos.
P. ¿Es tan obstinada como parece?
R. Sí, soy muy cabezota. Pero al mismo tiempo soy sumamente débil, como una gota de agua. A nada que las cosas se me tuerzan caigo en picado, soy totalmente pesimista.
P. ¿Cómo supera esa contradicción?
R. En este Giro empecé con gripe y enseguida me hundí y me resigné a trabajar para mis compañeras. Creo que mi pesimismo se explica porque a lo largo de mi vida profesional he tenido muy mala suerte.
P. Parece obvio que compite por pasión.
R. Me sigue moviendo la pasión, pero empiezo a estar cansada de esta vida. Psicológicamente tengo ganas de disfrutar más de la vida, de los veranos, de las vacaciones... y no llevar esta vida tan sacrificada que te obliga a vivir por y para la bici.
P. ¿Cómo es ganar dos Giros?
R. Es algo increíble. Al terminar el domingo respiré y me dije: "Qué emoción, qué bonito. Quiero disfrutar de este gran triunfo".
P. Apenas se ven imágenes del Giro femenino en España. Así, es difícil que este deporte progrese.
R. Es muy injusto, sabiendo que en Italia ofrecen una hora de Giro a diario. Además, este año era favorita, salía con el dorsal número 1 y nadie se ha preocupado de recordarlo.
P. Y luego está el oportunismo de la prensa y de los políticos.
R. Lo tengo asumido. Hasta que no me vestí de rosa no me llamaban apenas los medios.
P. Sin embargo, la fama es agradable.
R. Nunca entendí a otras campeonas que no sonreían, que no les gustaba firmar autógrafos, que no tenían nunca una palabra simpática. Con lo bonito que es que te reconozcan, que te cuiden.
P. ¿Qué opina de Jeannie Longo, considerada la mejor ciclista de la historia?
R. Deja mucho que desear como persona. No es un buen ejemplo y es triste su compartamiento altivo.
P. ¿Habla mucho de ciclismo con su marido?
R. Solemos hablar, pero lo justo, aunque cuando le conocí me solía decir que él corría por trabajo, dándome a entender que no le gustaba lo que hacía. Ahora sé que le gusta tanto como a mí.
P. ¿Seguirá en el Alfa Lum?
R. Probablemente... [no llega a terminar la frase]. El año pasado rechacé ofertas jugosas porque creía que tenía una deuda moral con el equipo, que luego no se portó muy bien conmigo. Pero yo dormía con la conciencia tranquila.
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