'Deseo continuar con la coalición rojiverde'
Ante las elecciones del próximo domingo, el canciller Gerhard Schröder habla de la frustración inicial en la campaña electoral, de cómo empezaron a subir los votos en los sondeos y de sus promesas para un segundo mandato.
Pregunta. Los sondeos han experimentado un giro drástico. Los principales institutos de opinión sitúan ahora al SPD [Partido Socialdemócrata de Alemania] por delante de la Unión [Cristiano Demócrata]. ¿Es una situación momentánea o el anuncio de una fulminante victoria del SPD?
Respuesta. Estas valoraciones se refieren siempre a situaciones momentáneas. Ahora bien, la gente cada vez se va percatando más de que la oposición no constituye una alternativa real. Y no cabe duda de que eso tiene una importancia definitiva. Tanto en las encuestas actuales como en la decisión que se tomará más adelante.
'La capacidad de reaccionar ante los retos es uno de los rasgos de mi personalidad'
'Mi actitud de no participar en la guerra contra Irak seguirá tras las elecciones'
P. Usted negó categóricamente en el Parlamento que Edmund Stoiber estuviera capacitado para ser canciller. ¿A qué viene de repente ese duro ataque personal?
R. Yo siempre les he dicho: tenéis la voluntad de gobernar, pero, en vista de los cambios constantes en vuestra forma de ver las cosas y teniendo en cuenta que nunca ha habido un intento claro de definir posiciones -ésta ha sido probablemente la estrategia del señor Stoiber-, existe una falta de concordancia entre voluntad y capacidad. He utilizado a menudo esa frase en la campaña. Mi declaración del otro día no suponía nada nuevo.
P. Pero, en presencia del candidato de la oposición, esa frase tiene un tono casi despiadado.
R. Si recapitulo todas las descalificaciones personales que he tenido que oír, mi comentario me parece de lo más afable.
P. La CDU/CSU está reflexionando sobre la posibilidad de poner sobre el tapete la política de inmigración en los últimos días de campaña electoral. También con objeto de radicalizar el tono imperante.
R. Eso sería obrar a la desesperada y pondría en tela de juicio la paz interna que, gracias a Dios, hemos mantenido hasta ahora. Porque, en este sentido, hay algo que tengo que reconocer abiertamente a mi oponente: hasta el momento, nadie ha intentado hacer campaña electoral utilizando en su propio beneficio a personas que no se pueden defender. Espero que las fuerzas razonables de la CDU/CSU logren imponerse.
P. ¿Cuáles podrían ser los motivos capaces de lograr que la oposición se quedara sin resuello en la recta final?
R. Creo que han echado las campanas al vuelo demasiado pronto. Han pecado de exceso de confianza en sí mismos.
P. ¿Puede ser que precisamente en los momentos difíciles, cuando existe el peligro de entrar en guerra, cobre vigencia el antiguo lema de [el canciller Konrad] Adenauer: 'Nada de experimentos'?
R. Precisamente es en esos momentos cuando los electores se plantean la cuestión de quién es realmente el más capacitado para reaccionar como es debido.
P. Al comenzar la campaña electoral, las encuestas arrojaban unos resultados magníficos para Stoiber y detectaban considerables problemas de movilización entre los seguidores del SPD. ¿Ha cundido a veces una sensación de resignación?
R. Incluso aunque las cosas no vayan todo lo bien que uno espera, hay que dar ánimos a aquellos que acuden a los mítines. Ahora bien, no siempre se consigue.
P. En vista de los resultados de las encuestas de junio y julio...
R. ... por supuesto, yo también pensé: ¿todavía seremos capaces de dar la vuelta a la tortilla?
P. En realidad, era casi imposible no darse cuenta de la sensación de decepción que se respiraba en el ambiente.
R. Pero es que los políticos tampoco son máquinas. Por lo menos yo no lo soy en absoluto. Ahora bien, siempre he tenido la seguridad relativa de que podríamos generar un estado de cosas que trajese consigo un cambio decisivo. Yo no he sentido resignación en ningún momento.
P. Pues ha tenido motivos más que suficientes: el escándalo de los bonos de viaje, la quiebra de [la empresa constructora] Holzmann, la salida de [el ministro de Defensa Rudolf] Scharping del Gobierno, la debacle de Telekom. ¿No tuvo la sensación de que la campaña electoral rebasaba sus fuerzas?
R. La capacidad de reaccionar con especial vigor ante los retos es uno de los rasgos de mi personalidad. Por lo demás, me remito al dicho 'si a uno no le gusta el calor, que no se meta en la cocina'.
P. Y entonces llegaron las inundaciones. ¿No será que Dios es socialdemócrata?
R. Habría hecho todo lo posible para que los afectados por las inundaciones no hubiesen tenido que pasar por esto. Pero no cabe duda de que en situaciones de este tipo queda muy claro quién es capaz de reaccionar de manera rápida, efectiva y adecuada.
P. Lo cierto es que este acontecimiento relegó a un segundo plano el balance económico negativo de su mandato. Basta echar un vistazo a los resultados de la última encuesta de Emnid-Umfrage. El año 1998, a la pregunta de la evolución de la situación económica en el futuro, un 23% de los encuestados decía que mejoraría. En el año 2002, sólo un 13% opina así. Si nos fijamos en la evolución del paro, en 1998 un 32% pensaba que aumentaría, y hoy comparte esa opinión un 47%. Desde luego, esto no es precisamente una demostración de confianza.
R. La situación que usted describe tiene mucho que ver con influencias coyunturales que un Gobierno no tiene nunca bajo control. La gente se da cuenta de ello y saca conclusiones en consecuencia. Creo que ésa es la verdadera información que se esconde tras estas cifras. Ahora bien, esto nunca puede convertirse en una excusa.
P. Pero suena como si lo fuera.
R. ¿Cómo puede decir eso? Tras el 11 de septiembre de 2001, tuvimos que hacer frente a unas cargas extraordinarias en materia de política exterior y también en el ámbito económico. La gente se ha dado cuenta de que, independientemente del esfuerzo que realice el Gobierno, es imposible influir sobre estos factores externos.
P. Si esto es así, entonces la promesa de que las reformas de la comisión Hartz [sobre la reforma laboral para reducir el paro] pueden reducir a la mitad las cifras de parados no tiene ni pies ni cabeza.
R. Yo no he hablado en ningún momento de cifras. Pero lo que sí que prometo a los y a las votantes es que las propuestas de la comisión Hartz se incluirán tal cual en el nuevo acuerdo de coalición. Eso forma parte de las medidas nacionales que la gente tiene todo el derecho del mundo a exigirme, incluso en una situación económica como ésta.
P. La Comisión Hartz ha sido un elemento integrante de una campaña electoral en la que han desempeñado un papel muy importante las promesas de todo tipo. ¿No ha sido demasiado osado decir a las víctimas de las inundaciones que a ninguno de ellos le irá peor que antes?
R. No, no es nada osado. Ya hemos empezado a trabajar en ese sentido y seguiremos haciéndolo con el mismo ahínco.
P. El tema de más éxito en su campaña electoral es la no participación de los alemanes en acciones de guerra contra Irak. Primero: ¿seguirá conservando su vigencia esta declaración tras las elecciones? Segundo: ¿no fomenta con ella un nuevo antiamericanismo?
R. Respondo con un sí a la primera pregunta y con un no a la segunda. Porque creo que tanto en Norteamérica como aquí se sabe que, tras el 11 de septiembre, he logrado la necesaria solidaridad con Estados Unidos en la lucha contra los talibanes. Con la cuestión de confianza he puesto en peligro mi propia existencia política. Y en EE UU se han dado cuenta de ello.
P. ¿Qué opina de que el ministro iraquí de Asuntos Exteriores elogie al Gobierno alemán?
R. Cuando se toma una decisión correcta, nunca se está a salvo del aplauso del lado equivocado, y ése es sin duda el lado equivocado.
P. En su primera legislatura dio un gran valor a las mesas redondas y al consenso. Pero, ¿no es cierto que los grandes cancilleres de la historia alemana -Konrad Adenauer y Willy Brandt- demostraron que hay que desechar el consenso a corto plazo para hacer transformaciones? La integración en Occidente y la reconciliación con el Este se impusieron haciendo frente a considerables resistencias.
R. Yo no pretendo compararme en absoluto con esos dos cancilleres que usted califica con toda razón de grandes. Pero no puedo dejar de señalar que, en ambos casos, se trataba de asuntos de política exterior que, aunque también desataron un debate interno en medio de una gran controversia, no afectaban a cuestiones de política interna, económica o financiera en sentido estricto.
P. ¿Pero su anhelo de consenso no irá tan lejos como para preferir gobernar en el marco de una gran coalición?
R. Deseo continuar con la coalición rojiverde.
P. ¿Y si eso no fuera posible?
R. No tiene sentido preguntarse por todas las hipotéticas situaciones posibles. Dejemos que la realidad decida.
© Der Spiegel.
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