Apayándose
El día en que firmó la toma de posesión, mi compañero Imanol decidió recuperar el diminutivo "Lolo". Esta fue su primera contribución al multiculturalismo de moda en los pasillos de Lakua. A partir de ahí empezó a reprocharnos que estábamos "apayando" a nuestros alumnos gitanos.
En esas estábamos cuando la gitana Esmeralda empujó a Mary Jenny, su compañera centroafricana, al entrar en el comedor y eso desencadenó la guerra entre culturas. Los ecuatorianos y colombianos se unieron a los africanos contra los gitanos en mitad de la aldea global que es nuestro patio de recreo.Apenas restaurado el orden, nos reunimos los profesores a analizar la situación.
Lolo dijo que ya nos lo había avisado: que no habíamos respetado las señas de identidad étnica y que las bofetadas eran expresión del contencioso. Otra profesora dijo que si nos empeñásemos más en hacerles "vivir en euskera" se llevarían mejor todos y todas. Otro, que debíamos dejarles hacer lo que les dé la gana, en vista de que sus padres no quieren educarles. Y otra optimista propuso que les eduquemos en "los valores". Pero ¿en qué valores? ¿Acaso los profesores tenemos valores en común aparte de las vacaciones de la "semana blanca" y alguna otra seña de identidad corporativa?
En vista de que la sala de profesores se iba pareciendo por momentos al patio de recreo, me dirigí a la taquilla donde tengo guardado mi disfraz de Pérez-Rovira y, tras enfundármelo, me fui derecha a negociar con la cúpula, que en este caso es el patriarca gitano conocido como "el tío Antonio".
Esperaba encontrarme con un señor muy mayor con barba hasta la cintura, que para eso es un patriarca. Pero el tío Antonio resultó ser más joven que yo. Le pregunté sin rodeos si debo tratar a los alumnos de su comunidad gitana como a los demás o si quieren ser expresamente valorados en su diversidad. Y él, también sin rodeos, respondió que no es bueno para su educación que les trate distinto de los demás "chiquiyos"; pero, sobre todo, que quiere que aprendan, que para eso vienen al Instituto. Seguimos hablando un buen rato, pero en lo principal ya estábamos de acuerdo.
Ojalá perteneciese el tío Antonio a la junta de profesores, pues tiene las cosas más claras que muchos de ellos. A los dos nos gustaría educar a todos los alumnos como ciudadanos. Y los dos sabemos que sin ciudadanos iguales no puede haber ciudadanía. Pero mi compañero Lolo-Imanol sigue emperrado en su multiculturalismo celestial, que esconde el principio de la "ciudadanía diferenciada"; un principio que, al final, siempre acaba intentando organizar la convivencia sobre la distinción entre ciudadanos y nacionales. Y en esa organización el Tío Antonio será ciudadano a condición de que Lolo-Imanol sea nacional. O sea, miembro de la tribu dominante. Y si no te gusta, te abres hacia Estonia, ¿vale?
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