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Reportaje:VIAJE DE AUTOR

Conquistados por Campeche

Pasado y presente en un puerto colonial de la península de Yucatán

Las tierras mexicanas estaban frente a Cuba; sin embargo, pasaron 25 años antes de que los españoles se embarcaran para buscarlas. El desconocimiento de las corrientes marinas retrasó la travesía. En uno de los barcos de la primera expedición se encontraba Bernal Díaz del Castillo, quien cuenta -en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España- que, tras partir de Isla Mujeres, desembarcaron en marzo de 1517, acuciados por la falta de agua potable, en un poblado al que los indígenas llamaban Ah Kin Pech (ellos lo llamaron de San Lázaro). Kin Pech. Campeche. Años después, Díaz del Castillo volvería a Campeche con Hernán Cortés, a quien le obsequiaron con numerosas mujeres indígenas para que las repartiese entre la tripulación, poniendo Cortés una sola objeción: antes debían ser bautizadas.

Pinche calor, güey. Y encima la humedad. Pero el cielo aún permanece descubierto, sin ninguna señal del aguacero que caerá al final de la tarde, la tormenta que limpiará la atmósfera, las aceras, de este calor. Lo mejor, colgar la hamaca de los ganchos -las garras de la pared-, dormitar bajo el ventilador del techo, sestear un rato y luego ducharse. Ver las nubes romperse sobre la ciudad, golpear el agua el asfalto, sentir los pasos de alguien que pasa corriendo. Salir. Acercarse al malecón de Campeche, escrutar el cuadro de la tormenta alejarse mar adentro, los claros y oscuros que forma, la composición irreal, tenebrosamente hermosa, pasear entre las parejas que salen a la calle, contemplar las barcas a la izquierda (su luminosidad ante el cielo oscuro), las palmeras alineadas a la derecha, delante de las casas de colores, mientras nos acercamos al centro, a las murallas que nos lo anuncian, las garitas de la fortaleza, los campanarios de las iglesias.

Dormitar. O caminar hasta una de las cantinas, recorrer el recto trazado colonial de la ciudad amurallada, buscar la sombra junto a las bellas fachadas de colores que recuerdan a Oaxaca, sentarnos en un patio sombreado hasta que nos atienda el mesero. Pedir una cerveza chelada (en un vaso con hielo y jugo natural de limón, con sal en los bordes del vaso). A través de una ventana se ve una puerta por la que sale un niño y una señora mayor se asoma detrás -la fachada amarilla, la puerta añil- y le grita: no tardes, mijo, que va a venir el aguacero. Degustar la botana, las tapas. Charlar con el vendedor de hamacas, con Carlos Vadillo (poeta Vadillo, le saludan, ¿ya regresó?, ¿cómo le fue en la madre patria, poeta?), novelista y cuentista campechano ("¡derriben las murallas, derríbenlas que este calor me sofoca, este infierno me ahoga!", grita uno de sus personajes antes de uno de los muchos ataques piratas a la ciudad).

Con la lluvia atrás, más tarde, volvemos al zócalo, salimos de los soportales para enfrentarnos a la imponente catedral, para tomarnos unos tacos en uno de los puestos de la plaza, o degustar alguno de los tradicionales platos de pescado en un restaurante, relajados ante tanta belleza, comenzando por el revitalizante caldo de camarón y la raya frita, o un guiso de pavo (denominado con la voz maya: guajolote), ante la calma y la seguridad, pues en Campeche se puede pasear de noche por las calles adoquinadas, embellecidas por mansiones de la época colonial, sin peligro en esta ciudad que sin duda gustará a todos, esta ciudad rodeada de selva, en tierra maya.

En Campeche permanecieron tres días aquellos primeros españoles que llegaron en 1517 para abastecerse de agua. Los indígenas les mostraron la ciudad y les invitaron al templo donde había restos de un sacrificio reciente. En Potonchan, desde entonces bahía de la Mala Pelea, siguiente escala, 50 españoles murieron en un ataque y muchos fueron heridos, incluso Hernández de Córdoba, al mando de la nave capitana, que murió al año siguiente a causa de las heridas de flecha.

Asaltos piratas

Campeche fue poco después abandonada y fundada en 1540 por Francisco de Montejo. Por su ubicación, era el puerto más importante de la península de Yucatán. Los piratas pronto notaron la actividad comercial que se llevaba a cabo y comenzaron los asaltos. Se construyó la fortaleza. Sin embargo, la mayor parte de la arquitectura colonial tuvo carácter religioso, como el convento de San Francisco, edificado donde se llevó a cabo la primera misa en tierra firme de América. La iglesia de San Francisco tuvo la función, además, de servir como defensa durante asaltos piratas. Además de ésta y de la catedral de la Concepción, es visita obligada la iglesia de San Román, donde se venera al Cristo Negro (santo patrono). Sobria y hermosa, la iglesia de San Francisquito (en realidad, de San Roque, pero como al otro lado de la muralla está la otra franciscana, pues la de intramuros eso, San Francisquito), en cuyo claustro está hoy el Instituto Municipal de Cultura.

Desde Campeche, con sus 25 grados de media anual, se pueden organizar excursiones a importantes ruinas mayas de la región, como Edzná, Balakbal y Calakmul. O contemplar el impresionante atardecer desde los fuertes en los cerros que dominan el puerto, como el de San Miguel, San Luis y San José. O aventurarse en un cayuco (pequeña embarcación) a la isla de Jaina. O volver al zócalo, una vez más, tranquilos, como los últimos años de Díaz del Castillo en Guatemala, lejos de las peleas de aquella ciudad donde tomaron el agua que buscaban. Kim Pech. Campeche. Ciudad amurallada.

Pablo Aranda (Málaga, 1968) es autor de El orden improbable (Espasa).

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir.- Aeroméxico(915 48 98 10;www.aeromexico.com) vuela a Campeche, vía Ciudad de México. Hasta el 12 de junio, ida y vuelta desde Madrid, unos 780 más tasas y gastos (precio final, 930,33 euros).Información- Prefijo telefónico: 00 52 981.- Oficina de turismo de Campeche (811 92 29).- www.campeche.gob.mx.- www.campechetravel.com.- www.elmundomaya.com.

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