Cadena de mando
El Papa fue recibido en Valencia con unos cánticos más terrenales que espirituales: "¡Mucho Papa, mucho Papa, e, e!" y "¡Benedicto, Benedicto, oé, oé, oé!". Son fórmulas propias de un campo de fútbol y no de un acto religioso. La final del Mundial y la visita pontificia han demostrado que el hincha se sacraliza casi tanto como se futboliza el creyente. El tono de las retransmisiones, en cambio, es distinto. Nadie se imagina a Andrés Montes gritando: "¡Mazinger Ratzinger es un crack, Salinas!". En TVE, Manuel Lombao, David Cantero y José María Gil Tamayo optaron por un estilo sobrio, monocorde, más cercano al Día de las Fuerzas Armadas que a una final de la Copa del Mundo. Durante el discurso del Encuentro Mundial del sábado quedó claro que el Papa aboga por un modelo familiar más estructurado y tradicional que el que retrata la serie SMS (La Sexta), enésimo catálogo de inestabilidades y anomalías paterno-filiales.
La retransmisión de los actos de Valencia dejó clara la cadena de mando de la humanidad: primero Dios, después su vicario en la Tierra, luego el Rey, y más abajo, altos cargos, suboficiales e infantería en general. En Empieza el espectáculo (TVE), en cambio, la cúspide de la cadena de mando está en manos de Santiago Segura. Más abajo hay un curiosísimo jurado (lo más interesante del programa por ahora) que cuenta con la expeditiva aportación de Jérome Savary. Le bastaron dos comentarios para desmarcarse de la autocomplacencia propia de esta figura y cuando se ganó la antipatía del público, que le abucheó, soltó un explícito: "Si no me dejan hablar, me marcho" (un incidente que, me pareció, fue hábilmente disimulado por la cirugía del montaje). En un espléndido diccionario sobre el mundo del espectáculo que publicó hace dos años (Dictionnaire amoureux du spectacle), Savary define así la televisión: "Considero la televisión como el asesino en serie del espectáculo vivo". Y añade una deliciosa cita de Noël Coward: "La televisión no está hecha para ser mirada, sino para salir en ella".
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