Salvador Bueno, escritor y ensayista cubano
Fue presidente de la Academia Cubana de la Lengua
Salvador Bueno era uno de los investigadores literarios más relevantes de la isla, autor de numerosas antologías y ensayos sobre la literatura cubana.
Nacido el 18 de agosto de 1917, en 1942 se graduó en la escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. En 1949 ingresó en la cátedra de Literatura Hispanoamericana y Cubana de dicha facultad, y a partir de ese momento siempre ejerció la docencia, aunque su nombre está asociado sobre todo a la crítica y al ensayo, que cultivó con profusión.
Desde joven se destacó como un investigador tenaz y original, que trabajó áreas poco atendidas por otros críticos cubanos, tales como el ensayismo cubano del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, la literatura costumbrista, la crítica literaria del siglo pasado y sobre todo la narrativa cubana, acerca de la cual ha aportado ideas propias para su mejor comprensión contextual.
Fue colaborador de las principales publicaciones culturales de la isla, entre ellas, Carteles, Bohemia, Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, Revista de la Biblioteca Nacional, Cuadernos Americanos (México) y otras publicaciones extranjeras.
Entre sus obras publicadas figuran Historia de la Literatura cubana (1959) Temas y personajes de la literatura cubana (1967), De Merlín a Carpentier (1978) y La crítica literaria cubana del siglo XIX (1979). También es autor de numerosas monografías de figuras de la literatura cubana como Enrique Labrador Ruiz o el poeta Ramón Guirao, y responsable del único estudio realizado en la isla sobre la presencia de Valle-Inclán en Cuba -el escritor gallego estuvo en La Habana en dos ocasiones- y la influencia cubana en sus obras.
La contribución de Salvador Bueno a los estudios literarios cubanos es, según los críticos, importante y de peso. "Su labor creativa no ha sido meramente analizar en función de otras obras y otros autores, como una suerte de parasitismo crítico; lejos de ello, sus aportes son raíces creativas, porque no se atuvieron al comentario de reseña, a la cualidad descriptiva o la simple presentación, sino que él puso en juego su sabiduría, sus bienes profesionales, que son los bienes de la cultura, y sobre todo su sensibilidad, con la carga subjetiva que ello entraña", según el escritor cubano Virgilio López Lemus.
Bueno ingresó en la Academia Cubana de la Lengua en 1992 y fue elegido como su presidente en 1995, al morir Dulce María de Loynaz. Se mantuvo en el cargo hasta 2004, cuando lo sustituyó el escritor Lisandro Otero. Ese mismo año recibió el premio nacional de Ciencias Sociales y cuatro años antes el de Investigación Cultural. Poseía la orden Juan Marinello y la medalla Alejo Carpentier, máximas distinciones de la cultura cubana.
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