Miedos y profanación
Angela Merkel, la canciller de Alemania, ha ido a Polonia a contarles a las autoridades de Varsovia, encabezadas por los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski, presidente y primer ministro de esa gran nación centroeuropea, que debieran abandonar una actitud de adolescentes embarcados en conflictos inútiles y cruzadas ridículas, nos crea disgustos a todos en la OTAN, en la UE, en las relaciones transfronterizas y en la proyección de Polonia en el mundo que desde los años ochenta hasta que ellos llegaron ha sido perfectamente inmaculada. Ha ido a decirles que no vivan de la revancha ni el miedo. Merkel tiene razón en intentar tranquilizar a uno de los gobiernos más miedosos y revanchistas de Europa. Dicen que tuvo éxito y los Kazcynski empiezan a comprender que no inventaron el mundo, que otros construyeron una magnífica Polonia democrática y que el hecho de que ellos todo lo ignoren no significa que nada exista. Pero todos los revanchistas e insuficientes viven ante todo el miedo.
Merkel es una personalidad sorprendente, lo ha demostrado, en su capacidad de transmitir mensajes no gratos y con limitación manifiesta de daños. Quienes la infravaloran lo pagan. En política interior y exterior. Lo hace mejor que sus compañeros de partido en la CDU y CSU, mejor que sus colegas de coalición del SPD y por supuesto que muchos de sus aliados europeos por no hablar de su gran aliado atlántico, Washington, que vuelve a lanzarse a una ofensiva de enredo con esta ocurrencia de su escudo antimisiles que tendría que haber presentado durante muchos meses bien en Europa para convencer a aliados tan quemados y recelosos de que valga la pena el empeño. No es que Polonia y Chequia no tengan razón porque motivos hay para crear paraguas antimisiles en diversas partes del mundo contra países con malas intenciones. Pero la insondable torpeza de Washington en buscarse un apaño económico con dos aliados ex miembros del Pacto de Varsovia para unas instalaciones militares sin hablar previamente con el resto de la OTAN y por deferencia con Rusia, no deja de generar problemas. The lame duck que es este presidente en sus dos últimos agónicos años resulta terrorífico cuando se embarca en soluciones imaginativas. Es algo así como la sinrazón compulsiva. "No le da la cabeza". Y la terrible caricatura que comienza a cristalizar de los errores propios de Washington, de miserias, deslealtades y precauciones europeas además de las consabidas ofensivas de la mala fe sistemática que quienes gozan de nuestro sistema solo desde la vocación de destruirlo nos llevan a una sola consecuencia que es la acción y reacción por miedo. El escudo de misiles y la resistencia al mismo son miedo al miedo al miedo del miedo. La OTAN dice que no es cuestión suya, la Unión Europea niega saber nada, los Estados miembros dicen que decidan otros y Rusia se siente como una muy cómoda dama ofendida cuando en realidad debiera estar en el punto de mira de todas las críticas por sus sistemáticos abusos, estos últimos meses en aumento, en sus ventas y glorias del cambalaches nuclear y armamentístico con los peores enemigos de las sociedades libres.
Mucho vuelve a moverse exclusivamente por el miedo en las sociedades desarrolladas también, entre ideologías y entre países. El miedo retorna para beneficio de los peores. Los daños miden en tragedia individual o abismo cultural o metafísico e inabarcable. La topografía del terror debiera estarnos gravada con el mensaje sagrado de la renuncia a la venganza como la negación total a la impunidad y la injusticia. Pero de nuevo en horas estelares de profanadores, resulta melancólico recordar a Isaac Spielrein, revolucionario bajo ese Lenin que evocaba el candidato socialista por Madrid el sábado, fundador de la psicotécnica en la URSS que criticaba poco a su jefe Alexei Gastew, que quería hacer de todos los seres humanos con el plan de la Maschinisazija, la mecanización del obrero y ser humano, a base de miedo. Lo ejecutaron el 26 de diciembre de 1937. Por un error a la hora del cálculo del miedo. Merkel ha viajado a Polonia a quitar miedo. Se le agradece porque otros sólo se dedican a multiplicarlo.
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