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Daniel Pérez (l’Energètica): “Es incongruente ser potencia verde y tener pocos coches eléctricos”

El divulgador y experto en energías verdes subraya la histórica oportunidad de España de liderar la transición hacia las renovables y así reindustrializarse

Daniel Pérez posa tras la entrevista en un hotel de Madrid.
Daniel Pérez posa tras la entrevista en un hotel de Madrid.Álvaro García
Ignacio Fariza

Quien quiera una guía de por dónde irán los tiros energéticos —y económicos— en España en las dos próximas décadas, tiene en Superpotencia renovable (Arpa Editores, 2023) una buena puerta de entrada. Su autor, Daniel Pérez (Madrid, 36 años), divulgador, experto en energías verdes y hoy director de la empresa pública catalana l’Energètica, se baja a toda prisa del AVE —casi su segunda casa— para atender a EL PAÍS por espacio de una hora.

Su mirada, optimista, invita a pensar en un modelo de desarrollo distinto, con la energía limpia y a precio de saldo como piedra angular: “Por primera vez tenemos la oportunidad de atraer industria sin bajar salarios, reducir impuestos o relajar condiciones”.

Pregunta. ¿Somos conscientes de la oportunidad que tiene España con las renovables, o no terminamos de creérnoslo?

Respuesta. Todavía no nos lo creemos del todo, porque aún no se visualiza el vínculo entre todavía entre renovables y energía barata. En alguna parte de la sociedad está todavía la idea de que las renovables son caras, que lo ecológico es lo más caro… Entiendo que sea chocante, porque cuando vas al mercado a comprar tomates, el caro es el ecológico. Por eso es normal que todavía no haya calado.

P. Las primas a las renovables antiguas dejaron mucha huella en el imaginario colectivo...

R. En su día se necesitaban, porque era una tecnología nueva, en desarrollo, como el hidrógeno hoy… El problema es que se ha perpetuado esa idea, pese a que la solar y la eólica son las más baratas desde hace años. Esa evolución tecnológica es la que hay que explicar ahora.

P. Nos ha tocado la lotería, dice, y no lo sabemos.

R. Ahora hay que aprovecharlo. Es como si un país con petróleo no lo extrajera: no le serviría de nada. Lo primero que hay que conseguir es que el 100% del sistema eléctrico sea renovable. Estamos en algo más del 50%, que está bien, pero hay que alcanzar una cifra muy superior. Para tener hidrógeno verde, por ejemplo, necesitamos electricidad muy barata.

P. Y acelerar la electrificación.

R. Y bombeos, aerotermia, movilidad eléctrica, más transporte por tren... Es incongruente ser una potencia renovable y tener uno de los parques de vehículos eléctricos más bajos de Europa. La transición energética es mucho más que renovables.

P. El despegue del coche eléctrico está siendo más lento que en países de menor renta, como Portugal.

R. Es un punto crítico, a mejorar. Pero creo que ya está cambiando la mentalidad: los datos de 2023 han sido buenos y los de 2024 serán mejores.

P. Se atisba un dilema: exportar energía limpia al resto de Europa o atraer industria.

R. Convertirnos en un exportador de energía barata nos permitiría generar un superávit comercial y destinar ese dinero a comprar otras cosas, como hace Arabia Saudí. Es una opción. La otra es recluir esa ventaja para atraer industrias y vender productos en vez de energía: perfiles de aluminio, datos de los centros de datos... Todo lo que se produzca con energía renovable y barata.

P. Parece más interesante lo segundo.

R. Desde una óptica egoísta, sin duda: permite capturar una parte mayor de la cadena de valor. Pero desde la perspectiva europea, no: lo interesante ahí es la convergencia de precios en todo el continente, para que todos se beneficien de esa energía barata de la eólica marina del norte y de la solar del sur.

P. ¿Qué debe hacer España?

R. No negarse a compartir esa ventaja competitiva con sus socios, pero tampoco ser el que lidere la batalla de las interconexiones. El foco debe ser la reindustrialización y comunicar esta ventaja competitiva a las empresas: propagar el mensaje de que aquí tenemos la energía más barata de Europa. Por primera vez tenemos la oportunidad de atraer industria sin bajar salarios, reducir impuestos o relajar condiciones.

P. ¿Serán los centros de datos los primeros en llegar?

R. Ya están llegando, de hecho. Les están expulsando de zonas como Irlanda o Países Bajos... En Países Bajos han llegado a hacer una moratoria porque no tiene electricidad suficiente para asumir más. Mientras, en España tenemos el problema de ver quién consume toda esa energía renovable que estamos generando y generaremos. Es una doble oportunidad.

P. A diferencia de lo que ocurre con el petróleo o el gas, dice que con las renovables no habrá potencias mundiales sino regionales.

R. Eso es así porque la energía eléctrica viaja mal. En Europa, serán la península Ibérica por el sol y el mar del Norte por la eólica marina. En América Latina, Chile. En África, Namibia...

P. En algunos círculos, en cambio, ya se habla de una posible competencia futura del norte de África.

R. Veo más una competencia intraeuropea, por régimen jurídico común, proximidad e interconexiones. No me imagino una red de hidroductos entre África y Europa en las próximas décadas.

P. La historia dice que las ventajas competitivas no duran para siempre.

R. No. Se vio con el carbón y se está viendo ahora con el petróleo y el gas. Con las renovables tampoco durará para siempre. Lo importante es, en ese periodo de 10 o 20 años de ventaja competitiva, construir unas bases industriales y de tejido empresarial que luego te permita perpetuarla. Que, incluso una vez perdida esa ventaja, la mayor actividad económica se pueda mantener muchos años.

P. Hay mucho runrún con los precios cero de la luz algunos días y con el desperdicio de energía esas horas.

R. Entiendo la lógica de quien sostiene que el mercado lo va a solucionar porque los precios cero van a traer demanda. Pero no podemos tener una fe ciega en el mercado: el riesgo es una travesía en el desierto de los precios cero durante un par de años hasta que se construya nueva demanda. Porque una fábrica de aluminio no se hace en dos días. Eso podría retrasar sustancialmente la transición energética y que no se cumpliese el PNIEC [la hoja de ruta energética del Gobierno].

P. Hay quien teme que a España le sobre producción renovable en el medio plazo, pero que le falte en el largo.

R. El riesgo, efectivamente, es ir a trompicones. Que en un escenario de precios cero se paren las inversiones, después llegue mucha demanda y vuelva a dispararse el precio hasta que se genere nueva oferta... Por eso creo que hay que compatibilizar las reglas del mercado con una cierta intervención: igual que se fijó un precio máximo con la excepción ibérica, hay que ir en la línea de un precio suelo o de garantías de recuperación de las inversiones.

P. ¿Adiós al marginalismo?

R. Más que adiós, diría que hay que arrinconarlo un poco. El marginalismo tiene sentido para el gas, el petróleo o el carbón. Pero cuando más del 50% del mix eléctrico es renovable, que no tiene coste marginal, no es el mejor sistema para fijar el precio.

R. El otro factor de riesgo para la transición es la oposición social a los proyectos renovables. ¿Cuánto le preocupa?

P. Todo. Ahora mismo, la proyección de precios más baratos de Europa es porque hay una expectativa de cumplimiento de los planes. Es muy importante llegar a un acuerdo social para implantar las renovables con un reparto justo y compensaciones. Es la única manera.

P. Se habla mucho de electrificación, pero la demanda no termina de despegar. Hay un desacoplamiento algo paradójico entre consumo de electricidad y PIB. ¿Por qué?

R. Hay diferentes factores. Uno: el autoconsumo, que baja la demanda. Dos: la mejora de la eficiencia con los precios altos. Y tres: que hay muchos puntos de conexión de nuevas industrias a la espera. Es una cola que estamos viendo, por ejemplo, en el corredor del Henares o en el Llobregat, donde no se están pudiendo conectar nuevos proyectos… Necesitamos más red no solo para conectar nuevas plantas renovables, sino para conectar industrias. Sería una pena que haya empresas que no puedan abrir porque no tienen acceso a la red.

P. Ha arraigado la idea de que hay que poner el lavavajillas y la lavadora de madrugada, cuando en realidad hay que llevar el consumo a las horas solares.

R. Totalmente. Eso tiene que ver con que, hasta ahora, los peajes [y cargos] se han fijado para llevar el consumo a las horas de menor demanda: por la noche. Ahora es al revés: hay que consumir cuando más generan las renovables. Pero la señal que nos sigue enviando el regulador es la de consumir en las horas no solares. Hay que cambiarlo e incentivar a la gente a que reduzca su consumo entre las ocho y las nueve de la noche, que es cuando tenemos un problema de verdad.

P. ¿Sigue siendo el momento de poner paneles en el tejado? En 2023, la fiebre del autoconsumo ha bajado bastante.

P. Siempre es el momento de poner paneles solares en los tejados. Siempre. La inversión la vas a recuperar, porque además te ahorras los peajes, los cargos, los impuestos... Hay mucho coste intermedio entre los precios de mercado lo que acaba pagando el consumidor.

P. Tras la fotovoltaica, las baterías están llamadas a protagonizar la próxima revolución energética.

R. Sin duda. Es un cambio de paradigma, porque hasta ahora la electricidad no viajaba bien ni en el tiempo ni en el espacio. Y ahora empezará a viajar en el tiempo, con consecuencias muy positivas para el sistema eléctrico: nos van a permitir trasladar la curva solar a ese tramo de ocho a nueve de la noche

P. En un país mayoritariamente seco como España, las renovables también están llamadas a solucionar en parte ese problema. Los costes de desalinización se hundirán.

R. Sí. El 98% del agua del planeta es marina, y del 2% de agua dulce, las dos terceras partes está en los polos. Es decir, accedemos al 0,66% del agua. Para hacer utilizable el resto necesitamos energía. El agua desalada nos dará más resiliencia y flexibilidad. El caso que mejor ilustra esto es el de Jordania e Israel: Israel le da agua a Jordania con su tecnología de desalinización, y Jordania le da a Israel energía renovable para poder desalinizar.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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