Paz en Colombia: nadie dijo que sería fácil
Existen riesgos que si bien no harían que el país regresara a la violencia vivida durante cinco décadas, sí pueden diseñar un marco de paz diferente al acordado
Colombia sigue su particular proceso hacia la implementación de los Acuerdos de Paz. Casi un año después de la firma en Cartagena de Indias, y tras un referéndum que puso de manifiesto la necesidad de concertar sus planteamientos principales, el país sigue su camino hacia la consolidación de una paz duradera. Un camino que no está resultando tan fácil como algunos pensaban, pero que a todas luces parece imposible que pueda revertirse. Sin embargo, existen riesgos que si bien no harían que el país regresara a la violencia vivida durante cinco décadas, sí pueden diseñar un marco de paz diferente al que plantea el acuerdo. Parece evidente que toda la sociedad colombiana quiere la paz, la cuestión es determinar a qué precio.
En estos últimos meses se ha recrudecido de manera evidente el debate —e incluso la confrontación polarizada— sobre la visión del futuro de su país que tienen los colombianos y las colombianas. En este debate hay dos factores que es preciso tener en cuenta. Uno de ellos tiene efectos estructurales sobre el marco de convivencia a futuro. El segundo es coyuntural, y marca el terreno de juego y los actores que están llamados a encontrar la fórmula más adecuada.
Son cinco los pilares fundamentales que establece el acuerdo para alcanzar la paz: desarrollar el medio rural de forma integral, abrir los espacios y garantizar la participación política, asegurar el fin de la confrontación armada, solucionar el problema de las drogas ilícitas y buscar la reparación a las víctimas y la impartición de justicia. A ello se añade el compromiso de llevar a cabo su implementación y la rendición de cuentas del mismo con una amplia participación ciudadana en todo el proceso.
El acuerdo plantea retos medulares para alcanzar el objetivo de poner fin al enfrentamiento pero, al mismo tiempo, cuenta con elementos reformistas que el país estaba persiguiendo desde hace años y que contribuirán a cerrar la gran brecha existente entre la Colombia rural y la urbana. Como Ayuda en Acción llevamos más de diez años vinculados al desarrollo de Colombia y somos muy conscientes de la necesidad de estas medidas. Porque lo vemos en nuestros proyectos en la región de los Montes de María o La Mojana, zonas donde los estragos del enfrentamiento se vivieron de manera brutal y descarnada y donde, a pesar de sufrir aún las consecuencias de la violencia y el estigma del desplazamiento, sus habitantes trabajan a diario para superarlos y construir la paz.
Son cinco los pilares del acuerdo de paz: desarrollar el medio rural, garantizar la participación política, asegurar el fin de la confrontación armada, solucionar el problema de las drogas y la reparación a las víctimas y la impartición de justicia
Nuestras acciones durante todo este tiempo han estado —y seguirán estando— al lado de estas personas que miran al futuro de Colombia con esperanza, alineadas con el desarrollo rural integral e inclusivo y con la promoción de una convivencia pacífica basada en la representación y la participación activa de la ciudadanía.
Estamos convencidos de que todo el país reconoce la necesidad de la convivencia en paz, pero no necesariamente todos tienen la misma idea de cómo hay que llegar a ella. Por esto, las medidas concretas que deben materializar estos pilares son objeto de debate en la sociedad colombiana. No toda la población entiende lo mismo y no todos los actores sociales, políticos y económicos están dispuestos a ceder en los mismos puntos. Este fue en buena medida el motivo de que el referéndum de octubre pasado tuviese un resultado tan poco predecible.
Alcanzar una concertación sólida ante una agenda tan importante se cruza con un momento electoral especialmente polarizado. Las elecciones presidenciales previstas para mayo de 2018 llevan marcando la vida del país desde hace seis meses. Si ninguna de las candidaturas alcanza la mitad más uno de los votos emitidos —algo poco probable ante el importante número de candidatos y candidatas a la Presidencia—, se realizará una segunda vuelta entre los dos candidatos con mayor votación en junio del mismo año. En el debate político, como no podía ser de otra forma, la implementación del Acuerdo de Paz está siendo uno de los elementos principales. Si bien existen otros temas ante los que la sociedad colombiana está esperando propuestas, como es el caso de la corrupción, el acuerdo ha irrumpido como el eje de las campañas, buscando encontrar un camino por el que puedan transitar el 50% de la población que dijo “sí” y el otro 50% que dijo “no” en el referéndum. Es necesario tener en cuenta que, además, en este debate político acaba de entrar uno de los actores en conflicto, las FARC, a través de su fuerza política recientemente presentada. Un panorama nada fácil, que en ningún caso debería apartar al país del tránsito hacia la materialización del acuerdo que ha conseguido minimizar la violencia en la mayor parte del territorio.
Colombia ha buscado decididamente la paz desde hace años, y ha dado un primer paso firme para llegar a ella. Ha suscrito un acuerdo con el principal grupo guerrillero en el que se trata la reforma de aspectos cruciales para el país, como son la tenencia de la tierra, la reforma política y de la justicia o la lucha contra el narcotráfico. Aspectos sumamente estructurales que poseen matices ideológicos y que, aunque contribuyen a la consolidar paz en el país, también la ponen en entredicho debido a los muy diferentes intereses que mueven a su alrededor. Intereses que se ven representados en las fuerzas políticas que concurren a las elecciones el próximo año, y que deberán de estar a la altura del momento histórico que vive Colombia.
50 años de conflicto es mucho tiempo. Ha supuesto un cambio de vida para dos generaciones completas de colombianos y colombianas que no han conocido otra cosa. Es hasta cierto punto normal que el camino esté siendo tortuoso y que aún no tengamos un panorama claro a corto plazo. Las elecciones vienen a poner el asunto en clave política y ello traerá sin duda nuevos elementos al discurso y a las propuestas. Sin embargo, estamos convencidos, conociendo a la sociedad colombiana, conociendo su firme decisión de dejar atrás tanto sufrimiento, que este trayecto no tiene segunda vía, ni atasco, ni marcha atrás. Tiene la velocidad que debe tener si tenemos en cuenta lo que han vivido millones de personas. Y nadie puede pensar que un proceso así será un camino fácil.
Fernando Mudarra es director general de Ayuda en Acción.
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