Maternidad + salida nocturna = resaca segura
Pese a sufrir los efectos al día siguiente, esas horas de desconexión son muy saludables
Esta mañana, la pequeña, la de 6, se ha dado cuenta cuando ha venido a darme un beso antes de irse al cole. “Mamá, tienes los ojos pintados”. Y eso que estaba el cuarto casi a oscuras, malditos superpoderes arácnidos. Menos mal que no me pilló acostándome anoche, a las tres y media de la madrugada, además de sin desmaquillar, sin cepillarme los dientes. Con la chapa que les doy de que siempre, siempre hay que lavárselos antes de dormir… Y porque me apretaba el vestido, que si no me meto en la cama con él puesto.
Llamadme floja, pero esto de la maternidad y las salidas nocturnas se llevan fatal. Puede que no sea yo, sino mi resaca, la que escribe esto. Mientras intento sobrellevar el día con algo de dignidad e ibuprofeno, maldigo a mis compañeros, esos del turno de tarde que me decían “venga, tómate algo, que para una vez que sales”. No es que bebiera salvajemente, es simplemente que mi ya de por sí poca capacidad de aguante alcohólico —culpa de mis genes asiáticos, va en serio— está totalmente desactivada después de los últimos años, en los que una cena con una cerveza 0,0 y a casa antes de la medianoche son lo más parecido a una juerga loca.
Y claro, cuando partes de un nivel tan bajo, ese daikiri que me pidió un compañero, “poco cargado, que es madre”, después de una clara, una caña y una copa de vino blanco, es demasiado. Por suerte llegué tan tarde a casa que todos dormían, y no me pillaron piripi, situación que, como contaba Patricia Gosálvez la semana pasada, causa angustia a los niños (de verdad, ha sido casualidad, no somos una sección de madres alcoholizadas). Juraría que armé tanto ruido como en un escrache, pero quizá fuera solo dentro de mi cabeza, porque nadie se despertó.
Ahora, en el día después, y pese a mi lamentable estado, no me arrepiento. No creo que repita en meses, pero esas horas de salida, que empezaron con la despedida de un gran jefe que se prejubila y acabaron con diálogos de besugos a gritos en un local de esos que hace años, cuando salía, me parecían “de viejos” —ahora soy una de ellos—, me vinieron muy bien. Varias horas sin hablar de niños, charlando con compañeros a los que normalmente veo poco, a veces salvando el mundo y otras diciendo tonterías, son muy saludables. Solo eché de menos bailar, aunque vista la experiencia que cuenta Laura Baena (Malasmadres) de una reciente salida a una discoteca, quizás haya sido preferible quedarme con las ganas.
Lo mejor para sobrellevar la resaca: saber que el padre de las criaturas se va a hacer cargo de ellos esta tarde para que pueda echarme una siestecita.
¿Y vosotras, conseguís hacer alguna escapada de vez en cuando para desconectar?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.