La carrera de obstáculos de las mujeres científicas para conseguir financiación
Un estudio publicado en ‘The Lancet’ asegura que existe un sesgo de género entre quienes valoran las candidaturas
Existe un techo de cristal en la ciencia que impide a las mujeres llegar a los puestos más altos. A la falta de modelos a seguir en los medios de comunicación y en los libros de texto desde que son pequeñas se suman los problemas de conciliación familiar y laboral, los obstáculos para que su trabajo sea reconocido y la dificultad a la hora de conseguir financiación para sus proyectos. Las mujeres salen perjudicadas frente a los hombres cuando la revisión por pares evalúa al solicitante en lugar de la calidad de sus proyectos científicos. Así lo aseguran los investigadores de un estudio publicado este jueves en la revista médica The Lancet tras analizar casi 24.000 solicitudes de becas en los Institutos Canadienses de Investigación de la Salud (CIHR, por sus siglas en inglés).
“En todos los países y disciplinas, los estudios muestran que los investigadores hombres reciben más fondos de investigación que las mujeres. La brecha de género en la financiación de la investigación se deriva de las evaluaciones del científico, no de la ciencia”, explica Holly O. Witteman, coautora del estudio. Es investigadora de la Universidad Laval en la Ciudad de Quebec (Canadá) y considera que “el sesgo en la revisión de la subvención, ya sea individual o sistémica, impide que se financie la mejor investigación”.
Los investigadores han sacado estas conclusiones tras hacer un experimento. En 2014, separaron en dos grupos las solicitudes recibidas para los programas de becas de los proyectos que comenzaron entre 2011 y 2016: en uno de ellos la revisión se centraría en el solicitante y en el otro, en la investigación propuesta. En el primero se evaluaba el liderazgo del científico, la importancia de sus contribuciones y su productividad, mientras que en el segundo se tenían en cuenta la calidad y la importancia de la idea propuesta y el enfoque.
Un total de 7.093 investigadores, de los que el 63% eran hombres y el 37% eran mujeres, solicitaron 23.918 ayudas de financiación. Finalmente, el 16% de los investigadores recibieron la subvención. Tras analizar todas las solicitudes, los autores del estudio descubrieron que cuando el 75% de la puntuación correspondía a la calidad de los proyectos propuestos, la probabilidad de que las mujeres obtuvieran un subsidio era 0,9 puntos porcentuales menor que la de los hombres. Sin embargo, cuando se revisaba principalmente el liderazgo y la experiencia del investigador principal, la diferencia era de cuatro puntos porcentuales. Es decir, las mujeres tienen menos éxito cuando a los revisores se les pide explícitamente que revisen al investigador principal.
Pese a que el estudio ha sido realizado en Canadá, este problema es común en otros países del mundo. “En los países mediterráneos tenemos una cultura todavía muy patriarcal y en ocasiones incluso está mal visto que una mujer que ha trabajado bajo la dirección de un investigador saque buenos resultados”, explica Lola Pereira, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) y catedrática de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Salamanca.
Esta científica ajena al estudio señala que las mujeres no solo encuentran más dificultades que los hombres a la hora de encontrar financiación. “Ocurre lo mismo en la evaluación de proyectos, de trabajos de investigación y de resúmenes que se envían a los congresos”, afirma. Ella ha sufrido en primera persona esta discriminación: “A lo largo de mi carrera profesional he tenido unas trabas tremendas. Me ha costado mucho llegar hasta aquí”.
Por ejemplo, recuerda cómo siempre le rechazaban los proyectos que presentaba a las convocatorias nacionales y, tras presentar alegaciones, se los concedían. “En la Junta de Castilla y León la primera vez que presenté un proyecto de investigación me dijeron: ‘El contenido está muy bien pero no que lo lideres tú, creo que deberías de pasar al equipo y dejar que otra persona lidere el proyecto’. Te dicen esas cosas y te machacan. Tienes que sacar fuerzas de todos los sitios para seguir luchando y progresando”. Aún así, subraya que en España la situación está cambiando “poco a poco” desde la aprobación de la Ley de Igualdad en 2007.
Sesgos sexistas
No es la primera vez que un estudio demuestra con datos que existe un sesgo sutil sobre las capacidades de las mujeres dentro de la ciencia. Un estudio publicado en PNAS en 2012 por un grupo liderado por Corinne A. Moss-Racusin, psicóloga de Skidmore College (EEUU), ya sugería que los profesores universitarios, independientemente de su género, evalúan de manera más favorable una candidatura para director de laboratorio si va firmada por un hombre.
Ese mismo año, un estudio de la Universidad de Yale publicado en la misma revista también mostraba esta discriminación. Los investigadores enviaron a 127 profesores de seis universidades públicas y privadas de EE UU varias candidaturas para el puesto de jefe de laboratorio de un recién graduado. Expedientes idénticos fueron encabezados con dos nombres diferentes: Jennifer y John. Pese a que solo cambiaba el nombre, los resultados fueron distintos. Las candidaturas con nombres femeninos eran evaluadas significativamente peor que las de masculinos. Además, a ellas se les ofrecían sueldos más bajos que a ellos.
En comparación con los hombres, las mujeres tienen menos probabilidades de ser vistas como líderes científicas y contribuyen con más trabajo por menos crédito en las publicaciones. Así lo afirma Pereira, que explica que “las promociones se hacen en función de los trabajos publicados y el índice H, que mide las citas que tiene una persona en sus publicaciones”: “Por el carácter que tenemos las mujeres no solemos citarnos a nosotras mismas al escribir un trabajo mientras que los hombres sí lo hacen. Eso se refleja a la hora de pedir proyectos y en las promociones internas y externas”.
La investigación publicada este jueves tiene en cuenta la edad de los investigadores principales y la situación en el ámbito de la salud. Sin embargo, no valora otros datos como la raza, el origen étnico, la discapacidad u otras características que, según los investigadores, se asocian con disparidades en la financiación y la progresión profesional. Por ello, consideran que los estudios futuros deberían analizar todos los tipos de sesgos.
Una posible solución para reducir este tipo de barreras a las que se enfrentan las mujeres, según señala Holly O. Witteman, sería que los programas financien proyectos en lugar de personas. Ya hay algunas entidades que han mostrado interés por este tipo de métodos, según cuenta Pereira: “Cuando haces una solicitud, no se envía a evaluar la página en la que pones los datos personales”. Gran parte de la comunidad científica también apuesta por que las comisiones que evalúan las candidaturas y los proyectos sean paritarias. Por ejemplo en España, en el 2005, se obligó por ley a que en los tribunales y comisiones de decisión del CSIC hubiera un 40% de mujeres. “Las mujeres al haber tenido tantísimos problemas para llegar arriba estamos más concienciadas de que las evaluaciones tienen que ser objetivas. Una mujer no es mejor por ser mujer. Puede ser mejor, igual o peor. Da igual el género, lo que cuenta es la ciencia”, concluye Pereira.
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