Llamadme Jimmy
Muere José Luis Díez Gimbernat, quien fuera líder de la Unión Militar Democrática tras las detenciones de julio de 1975, que dejaron la organización descabezada en Madrid y Galicia
Este año de cincuentenarios entrañables, como el del 25 de Abril y la fundación de la clandestina Unión Militar Democrática (UMD), y todavía bajo la resaca del homenaje que por iniciativa de la Tertulia Voltaire me ofrecieron en mi Pontevedra natal hace unos días con motivo de esta efeméride, me llega la triste noticia de la muerte de un viejo compañero de la UMD y amigo del alma: el coronel de Estado Mayor José Luis Díez Gimbernat, Jimmy, como le gustaba que le llamasen.
El gran papel de Jimmy en la UMD fue hacerse cargo de la misma a raíz de las detenciones de julio de 1975, que dejaron la organización descabezada en Madrid y Galicia. No era tarea fácil en aquellos días de caza de brujas en el ejército asumir la dirección de la UMD y restaurar su organización y funcionamiento, tareas que Jimmy realizó con su habitual eficacia.
Luego vino lo que vino. Un consejo de guerra sin derecho a defensa, unas condenas a varios años de prisión, nuestra expulsión del Ejército y nuestra exclusión de la amnistía de 1977 (que sí incluyó a los miembros de ETA con delitos de sangre) por las enormes presiones de la cúpula militar. A pesar del fracaso estrepitoso de aquel esperpento que fue el 23-F, de la larga década de gobierno de Felipe González y de la jefatura de Narcís Serra en el Ministerio de Defensa, tendríamos que esperar otros 10 años para que se nos aplicara, de aquella manera, la amnistía, es decir, sin concedernos destino y en mi caso sin permitirme hacer el curso de mandos superiores que me correspondía. Jimmy también lo pagaría. Aunque estaba en posesión de todos los cursos pertinentes y su expediente era de los mejores de su promoción, también a él se le denegó el ascenso a general.
A pesar de las declaraciones de Serra, que dijo no torpedear la carrera de militares conservadores, pero tampoco de los militares progresistas, ningún miembro de la UMD, ni siquiera los que tenían los mejores currículos del Ejército consiguieron ascender a general. Yo creo que Serra denomina conservadores a franquistas convictos, con ramalazos germánicos. Conservadores a la europea los había incluso en la UMD (de innegable tendencia progresista) como mi compañero y amigo Juan Diego.
Contra lo que se suele creer, no solo los procesados, sino todos los miembros de la UMD, como Jimmy, que iba lanzado hacia el generalato, sufrieron en sus carreras la inquina de aquel búnker franquista forjado en la Guerra Civil. Solo hubo una excepción ya en tiempos de Zapatero y Bono, Carlos Villar Turrau, que llegó a Jefe de Estado Mayor del Ejército. Fue el precio que hubo de pagar nuestra generación por defender la profesionalización del Ejército, la democracia como sistema político y la integración en Europa en tiempos de Franco.
Durante estos años nos vimos siempre que pasaba por Barcelona y nos reuníamos a comer o cenar con otros compañeros, como Pepe Julve, que invitaba siempre al Cava, López Amor, Juan Diego, Arturo Gurriarán y otros compañeros, la mayoría ya desaparecidos, como hacían aquellos militares ingleses de la película Las cuatro plumas para celebrar la batalla de Balaklava, pero también lo invité a algún curso en Galicia de la Fundación Carlos Casares, como aquel titulado Nuevas guerras, nuevas Fuerzas Armadas que coordinó el exministro de Defensa Alberto Oliart.
A pesar de la distancia geográfica, siento hoy tu muerte como un dolor sordo que apenas me permite escribir. En los últimos whatsapps me decías que te darían el alta hospitalaria, y yo contestaba diciéndote que nos veríamos este verano, en 15 días. Tardaron algo más, pero en vez del alta te dieron la baja definitiva.
Como diría Miguel Hernández, en esta víspera de San Juan “siento más tu muerte que mi vida”. Un fuerte abrazo galaico, viejo amigo.
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